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Elecciones en Brasil

Lula aún enamora a Brasil

El ex sindicalista emplea a fondo su carisma para sortear escándalos y situarse como favorito electoral

Jorge Marirrodriga

Vilma Moraes tiene 35 años y se ha escapado un par de horas del restaurante donde trabaja en la ciudad de São Vicente, en la costa brasileña. Ataviada con una camiseta cubierta de pegatinas y una bandera roja sigue junto a miles personas las palabras que pronuncia el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en un estrado levantado en la playa de Gonzavinha. "Amo a Lula", dice por toda respuesta cuando se le pide la opinión sobre el discurso del mandatario, candidato a la reelección presidencial en los comicios del próximo domingo, en los que aparece como claro favorito. ¿Y qué pasa con los escándalos de corrupción que han vuelto a surgir en el Partido de los Trabajadores? "Amo a Lula, Brasil le ama", reitera pegando saltos.

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A Lula le gusta hablar de amor en sus intervenciones y lo suyo con Brasil bien puede ser una historia así. La relación con la opinión pública del garoto pobre, el limpiabotas, el tornero, el sindicalista que llegó a lo más alto de la jerarquía del Estado el 27 de octubre de 2002 ha tenido altos y bajos, tocando fondo en 2005 cuando estalló el escándalo del mensalão: un sistema organizado de compra de voluntades en el Parlamento y financiación ilegal del Partido de los Trabajadores (PT) que provocó la caída de la cúpula del partido, varios ministros y a punto estuvo de acabar con el propio presidente.

El comienzo de la reconciliación tiene una fecha significativa: el 14 de febrero de 2006. San Valentín le regaló al primer mandatario de Brasil que no ha pasado por la universidad o la academia militar, una encuesta que reflejaba que volvía a ser el favorito de los brasileños. Una preferencia que se mantiene. A una semana de las elecciones en las que, según las encuestas aparecidas ayer, obtiene la victoria en la primera vuelta, incluso tras un escándalo de compra de información contra rivales políticos que ha estallado en el PT.

"Ha sido el primer presidente desde Getúlio Vargas [presidente en diversos periodos del siglo XX] que no se dirige a las élites en sus discursos, sino directamente al pueblo", explica Ceferino Reato, autor de Lula, la izquierda al diván, una biografía no autorizada del mandatario brasileño. Y en São Vicente, la primera ciudad que los portugueses levantaron en Brasil, en 1532, y vecina de San Bernardo, donde Lula pasó parte de su difícil infancia, el presidente confirma esta estrategia. "No tengáis miedo de Lula porque todos vosotros sois Lula y todos, a partir de mi victoria, podéis ocupar el lugar que yo ocupo", subraya el mandatario en mangas de camisa y entre los aplausos de sus seguidores que le vitorean cada vez que recuerda que "el trabajador brasileño ha tomado conciencia de que puede sentarse en el palco principal de la política".

Pero no siempre Lula ha sido el favorito de o povo, el pueblo. De hecho, ha perdido más elecciones de las que ha ganado, incluyendo tres presidenciales (1989, 1994 y 1998) y unos comicios en 1982 a gobernador del Estado de São Paulo. Y cuando se ha visto envuelto en escándalos, la opinión pública siempre le ha dado la espalda en un primer momento. Sucedió en 1989, cuando durante la disputa de la presidencia con Fernando Collor de Mello apareció una enfermera, Miriam Cordeiro, que resultó tener una hija secreta con Lula al que acusó de racista y de haberle presionado para que abortara a la niña que había nacido en 1974. Y volvió a suceder en 2005, ya presidente, cuando se reveló la gigantesca trama de corrupción dentro de su propio partido. "Siempre se recupera. Después del episodio de la mujer decían que estaba acabado y que jamás volvería a presentarse a unas elecciones... Y ahí está de presidente", opina Carlos Augusto Manhanelli, director de una empresa especializada en mercadotecnia política y asuntos electorales

El equipo electoral de Lula -que formalmente se presenta bajo las siglas La Fuerza del Pueblo, una alianza entre el PT, el Partido Republicano Brasileño y el Partido Comunista de Brasil- prefiere hablar de datos concretos para explicar esta especie de insumergibilidad demoscópica. El nivel de pobreza ha sufrido una drástica reducción en los tres primeros años del mandato de Lula, quedando fijada en el 22% de la población. Con el Programa Hambre Cero Lula unificó la treintena de programas de ayudas federales a familias pobres. Durante 2006 se van a invertir 4.700 millones de euros en él. Unos 11 millones de familias pobres -unos 40 millones de personas- se benefician de la Bolsa de Familia, un subsidio mensual de unos 30 dólares por unidad familiar. Muy poco, sí, pero mucho más de lo que recibían hasta la llegada de Lula.

"Su gran secreto es que ha creado una alianza entre pobres y ricos", subraya Reato, para quien a las cifras y programas que se dedican a los sectores más desfavorecidos de la sociedad hay que sumar la estabilidad económica que ha caracterizado su mandato después de la incertidumbre que provocó en los mercados su llegada al poder. La oposición socialdemócrata le acusa de no haber aprovechado las oportunidades y haber frenado el crecimiento del país, pero al mismo tiempo la banca y las industrias exportadoras han tenido más beneficios que nunca, y Lula ha sido el presidente brasileño que ha cancelado su deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) quedando en términos muy amistosos con la organización que dirige Rodrigo Rato.

Probablemente, ésa sea la receta del éxito de Lula. Un poco de todo. Católico devoto de San Francisco de Asís y próximo a la teología de la liberación, pero con amplios apoyos entre los evangélicos. Cordial, campechano, recordando siempre sus humildes orígenes, pero también siempre con trajes de Ricardo Almeida, uno de los diseñadores de ropa de hombre más importantes de Brasil. Viudo, casado en segundas nupcias con Marisa Letícia da Silva, por la Iglesia y con un hijo fuera del matrimonio. Lula ya ha experimentado que le basta con repetir "soy inocente" para ser perdonado. Y tal vez el error de la oposición haya sido que cada vez que ha habido un escándalo ha intentado forzar a Lula a demostrar esta inocencia. Sin ir más lejos, el pasado jueves tanto el presidente del PFL, Jorge Bornhausen, como el ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) insistieron en esta línea.

De hecho, Cardoso, que en teoría está retirado, ha entrado de lleno en la campaña electoral con una extensa carta a sus compañeros socialdemócratas en las que les exige mayor agresividad en su oposición a Lula. Para Cardoso, en la política brasileña "nadie se siente ya indignado por tanto horror". Claro que el ex presidente trata de rectificar uno de los errores más graves de estrategia política de su partido, que él mismo forzó, cuando en junio de 2005, en pleno escándalo de los sobornos y con la popularidad de Lula por los suelos, se declaró contrario a iniciar en el Congreso el proceso de destitución del presidente. "Vamos a dejar a Lula sangrando y a vencer las elecciones", ordenó entonces.

Y Lula sangró, sí, pero cada vez menos.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en su despacho de Brasilia durante una entrevista con EL PAÍS en 2004.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en su despacho de Brasilia durante una entrevista con EL PAÍS en 2004.VOGERIO VOLTÁN

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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