Espionaje en Italia
Dos carabineros y un empleado de banca se confesaban frecuentemente como amigos sus cuitas en pizzerías de Milán en los ochenta. No tenían planes de ser espías, pero sí entendían que tener información aportaba poder y dinero. Muchos años después, uno de ellos se convirtió en jefe de seguridad de Telecom Italia, otro montó una agencia de detectives en Florencia y el tercero ascendió hasta muy alto en el servicio de espionaje militar italiano. Fue el momento de tejer una vastísima red de escuchas telefónicas, vinculada a Telecom, que ha desatado un terremoto en el país alpino. En el centro de las sospechas se encuentra el presidente de la compañía, Marco Tronchetti, aunque no figura en la lista de 21 personas que han sido detenidas, entre las que figuran policías y militares. Tronchetti dimitió la semana pasada tras enfrentarse con el jefe del Gobierno, Romano Prodi, por los planes de segregación de la empresa pública sobre los que el primer ministro discrepa abiertamente.
La trama comenzó por los empleados de Telecom, pero la avidez fue tanta que luego se extendió a políticos, sindicalistas, empresarios, financieros, deportistas y hasta famosos del espectáculo. No se excluye que estén también implicados funcionarios judiciales. Nadie estaba fuera de peligro. Escucharon todo y lo utilizaron para extorsionar. Desde información reservada hasta la vida privada, pero también para ayudar a la CIA a capturar sospechosos de terrorismo. Por dinero todo vale. El diario La Repubblica lo calificaba ayer como un atentado a la democracia sin precedentes en un país que en los últimos 30 años ha sido sacudido por escándalos tan graves como la logia masónica P-2 o la financiación irregular de partidos.
