Un soplo de optimismo
El anuncio de un acuerdo entre Hamás y Al Fatah para formar un Gobierno palestino de unidad nacional es un soplo de optimismo después de la ruptura de la tregua y el recrudecimiento de las hostilidades en Gaza y Cisjordania en junio y la guerra en Líbano un mes después. Por ahora, lo único claro es que el actual primer ministro y líder del movimiento islamista, Ismail Haniya, será quien encabece la coalición, según ha revelado el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen.
El acuerdo está basado, teóricamente, en el documento redactado la pasada primavera por un grupo de presos palestinos en cárceles israelíes para la constitución de un Estado propio palestino en los territorios ocupados por Israel desde la guerra de 1967 y el reconocimiento implícito del Estado hebreo. Ese plan ya fue sugerido por la Liga Árabe en 2002, pero rechazado por los palestinos más radicales. El presidente Mazen lo hizo suyo en contra del primer ministro Haniya y propuso un referéndum antes de que se desatara en junio una nueva oleada de hostilidades entre el Ejército de Israel y Hamás, que derivaron en el secuestro de un cabo del Tsahal -todavía en manos de las milicias islamistas- y en la detención de ministros y diputados palestinos por parte israelí.
El pacto pretende ante todo sacar a la Administración palestina de la gravísima crisis financiera que vive después de la victoria de los islamistas en las elecciones del pasado enero y la llegada de Haniya al poder en marzo, lo cual supuso la congelación de la ayuda económica de la Unión Europea y de Estados Unidos. Estos seis meses de gestión de Hamás se traducen en un fracaso sin paliativos de los islamistas como gobernantes.
Si finalmente el programa de la futura coalición recoge el espíritu del llamado "documento de los presos", el acuerdo logrado ayer debería ser un gran acicate para reanudar las negociaciones palestino-israelíes y reconsiderar la suspensión de la ayuda internacional. Tanto el presidente Mazen como el jefe del Gobierno israelí, Ehud Olmert, han expresado el deseo de entrevistarse, pero es improbable que haya avances mientras no se resuelva antes el caso del militar secuestrado y la exigencia de Hamás para la excarcelación de sus presos en Israel. El problema es que Olmert se halla en horas bajas tras la guerra en Líbano y, además, su decisión de construir nuevas colonias en Cisjordania no contribuye para nada a crear un clima de diálogo. Es momento, pues, para que Estados Unidos y la Unión Europea vuelvan a presionar diplomáticamente a israelíes y palestinos con objeto de activar la tan manida hoja de ruta, que no por su manoseo ha dejado de ser válida.
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