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ANTONIO GARCÍA BELLIDO

Un científico iconoclasta

El padre de la moderna biología del desarrollo en España pasa página. Se jubila, a sus 70 años, del Centro de Biología Molecular. Aunque sus brillantes hallazgos y su fama de 'ogro' de laboratorio queden atrás, le sobran fuerzas para defender una nueva propuesta de la teoría de la evolución

Los últimos cuarenta años, Antonio García Bellido ha tenido dos famas bien ganadas, ser uno de los mayores genios de la ciencia española y tener un carácter intratable. Sin duda, el creador de la moderna biología del desarrollo en España, una especie de león de los laboratorios, gritón con sus discípulos y terror de las secretarias, que no le duraban más de tres meses, se ha dulcificado. Cumplidos los 70 años y con menos kilos, lo que aligera unos rasgos físicos que siempre fueron contundentes, reparte sonrisas e incluso es capaz de mostrar emociones en público, como en el homenaje que, con motivo de su cumpleaños y jubilación en el Centro de Biología Molecular, le dedicaron en primavera más de un centenar de prestigiosos investigadores en CosmoCaixa de Madrid.

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ANTONIO GARCÍA-BELLIDO

A los 12 años se fabricó su primer microscopio y convirtió la carbonera de su casa en laboratorio. Tenía claro que no quería ser médico o ingeniero como deseaba su padre, el prestigioso arqueólogo Antonio García Bellido, sino biólogo. Profesor investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas desde 1974, ha pasado muchos años y horas trabajando con la mosca del vinagre, Drosophila melanogaster, animal por excelencia de laboratorio, con el que hizo en los setenta un descubrimiento vital para la moderna biología del desarrollo: los organismos tienen una estructura genética modular.

Autor de cientos de publicaciones, premio Príncipe de Asturias en 1984 y Nacional de Investigación Científica Ramón y Cajal en 1995, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de muchas academias internacionales, puede enorgullecerse de un currículo plagado de honores, pero si de algo presume es de haber formado una escuela de biólogos moleculares españoles. Un "linaje profesional" de más de 55 científicos.

En su pequeño despacho del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM) -donde seguirá como doctor ad honorem- se expresa con viveza y espontaneidad, con el lenguaje políticamente incorrecto que siempre le ha caracterizado -"es mi obligación, y lo que me pide el cuerpo"-, entre toses que no le impiden enlazar un cigarrillo con otro. "Lo tendré que dejar". Parece una disculpa en voz alta.

Ha dicho que los científicos no pueden vivir sin el reconocimiento de sus colegas. En su homenaje hubo mucho reconocimiento.

Más que sin reconocimiento, yo diría que no pueden vivir sin el conocimiento. La ciencia tiene unos efectos sobre el progreso y tiene que ser conocida; si no, es como si se tirase por la ventana. Reconocimiento, unos lo tienen; otros, no, y no sé si es bueno o malo. Sí sé que de joven anima a trabajar más.

Son momentos un poco agridulces, ¿no? Por un lado aflora el reconocimiento a muchos años de trabajo, a los logros conseguidos. Por otro, es como si le dijeran a uno hasta aquí has llegado.

Está muy bien visto. Es agridulce, tiene un componente que gusta, el hecho de que te reconozcan y te quieran, porque lo que se mostró en el homenaje fue cariño y naturalidad expresados espontáneamente, pero al tiempo la sociedad te está diciendo que ya no eres necesario, y eso es triste, claro. Es un problema administrativo, te ponen un marchamo y dicen: "Usted ya no cuenta".

¿Las neuronas tienen edad de jubilación?

No, obviamente no.

¿Esta sociedad desaprovecha conocimientos, experiencias impagables?

Sin duda. Estamos desaprovechando una potencia de creación todavía, sobre todo en ciertas ciencias. Y en la biología, que es una ciencia muy compleja donde hay muchas variables implicadas, se adquiere una perspectiva productiva con la edad. En física o matemáticas siempre se dice que los grandes descubrimientos se han hecho por jóvenes, por ser ciencias más analíticas. La biología tiene mucho de síntesis, y esa perspectiva es muy importante. Y si en ese momento tienes que dejarlo todo, eso que pierde la sociedad, que es como decir el conocimiento humano.

Suele decir que a los científicos les gusta vivir en la frontera del conocimiento, sentir una especie de vértigo. ¿Aún lo siente?

Lo que se adquiere con los años es perspectiva, se empieza trabajando en detalles concretos, pero la ciencia es entender qué está pasando en un proceso, y eso se adquiere con la edad.

Dicen que tiene un genio terrible, un carácter de los llamados imposibles.

No soy consciente de ser así. Actúo del modo más natural o constructivo posible. ¿Que eso puede haberse asociado a cierta dureza, excesivo rigor o aspereza? Es posible. Ahora dicen que he cambiado, que estoy mucho más suave, más comprensivo, menos agresivo.

O sea, que los años han atemperado a aquel león rugiente que era el pavor de los laboratorios…

Lo importante es lo que la gente ve, y si la gente ha visto eso, resulta válido y objetivo. Las personas que me conocían más de cerca, esos a los que supuestamente yo he chillado, luego me han mostrado gran cariño y comprensión, pero eso no quita la culpabilidad que yo haya tenido por mi manera de ser. Los años atemperan el carácter, pero no sólo en mi caso. He conocido al final de sus vidas a personas que tenían fama de haber sido gente de carácter, por decirlo de manera suave, y les he encontrado deliciosamente suaves y comprensivos.

Hay quien dice que ese carácter ha tenido la culpa de que no le dieran el Premio Nobel, pues no supo mantener a su lado un equipo que desarrollara sus ideas.

Si no me han dado el Premio Nobel, es, obviamente, porque no me lo merecía, así de sencillo, o porque otros se lo merecían más. Ahora, que sea porque no he sabido mantener un equipo de trabajo… En España nos nutrimos esencialmente de científicos recién nacidos, por así decirlo, no es lo mismo que en otros países donde hay una herencia de equipos formados, aquí hay que formarlos, y claro, tienen que cambiar, porque la misma persona no se queda más tiempo del necesario para hacer su tesis y algún trabajo. Sin embargo, dicen que hay una escuela de los hijos de García Bellido, y eso es crear un ambiente…

Parece que ese carácter fuerte le viene de familia.

Sí, mi padre también tenía un carácter fuerte, esto tiene un componente hereditario, como muchas cosas, pero también un componente educacional. Yo he visto en mi casa esa manera de enfocar los problemas, de una forma taxativa. Mi padre era de humanidades, aunque la arqueología es casi ciencia, y actuaba buscando la razón, eficacia, sensatez, y, sobre todo, relevancia; hay que hacer cosas que merezcan el esfuerzo.

Hay cierto paralelismo entre el prestigio científico de ambos. De su padre se dice que fue el creador de la moderna arqueología española, y de usted, el de la nueva biología del desarrollo.

El modelo no está en los resultados, sino en la actitud, en cómo se enfoca la vida y en lo que crees que merece la pena. Mi padre era ambicioso, le gustaba el riesgo, y a mí me encanta el riesgo. Creo que la ciencia merece la pena sólo cuando uno se atreve con cosas difíciles, nuevas y misteriosas; lo obvio lo puede hacer cualquiera. Eso es una actitud.

¿Ese riesgo está presente en otras facetas de su vida, o sólo en la científica?

Supongo, es una manera de ser.

A los 12 años parece que ya tenía claro que quería ser biólogo, a eso se llama vocación temprana.

A los 12 no, pero a los 14 o 15 sí. La biología que me atrajo fue una biología de libro. De las lecturas muy pronto me quedó claro que el gran misterio abierto en aquella época era la biología del desarrollo. Tenía muy claro que quería seguir mi vocación intelectual.

Se necesita mucha seguridad a esos años.

O ser muy loco…

Lo que quería con la biología era ver cómo era un ser vivo por dentro.

Abrir el juguete y ver cómo funcionaba.

¿Y después de casi medio siglo con "el juguete", ha conseguido saberlo?

Obviamente no, pero se ha avanzado muchísimo. Ahora, todas las ciencias biológicas están ya conectadas, nos podemos referir a la psicología en términos de cómo funcionan las neuronas, ver cómo se hacen y establecen sus conexiones, cómo funcionan las células neuronales y cómo los genes se expresan en ellas y se codifican en distintas proteínas. Y eso está conectado también con la evolución. La biología forma un todo. Cuando empecé, en ciertos aspectos estaba muy en mantillas y con paradigmas equivocados.

Entonces apenas se sabía qué hacían las células, y hoy los genes son los protagonistas, y usted habla ya de una tercera dimensión, de una 'entelequia' que es averiguar cómo se construyen los órganos.

Y sobre todo, cómo los genes saben que han terminado de hacer un órgano, cuándo está completo.

El conocer cómo un gen enciende un interruptor para que un órgano -el ala o la pata de un animal- se desarrolle, y cuándo lo apaga e interrumpe esa operación, ¿es la gran cuestión que se plantea hoy la biología del desarrollo?

Yo diría que sí. El problema es cómo se hace la forma, por qué los órganos tienen forma. Es un problema de poblaciones celulares, de lo que se dicen unas a las otras para tener más o menos células en una dimensión; y del tamaño, que es específico de las especies. Todavía es un gran reto conocer cómo los genes que están en las células hacen que las poblaciones celulares tengan unas dimensiones preescritas por los genes, y cómo se transforma esa información en el tamaño y forma. Es un reto, sobre todo, en ciertos sistemas como los huesos. No sabemos cómo tienen esa forma y ese tamaño específico, y no conocemos los mecanismos que hacen que los sistemas sean finitos, es decir, que tengan dimensiones y formas finitas.

Cuando se descubra sabremos cómo se 'fabrican' los animales, incluido el hombre. Es la respuesta del millón…

Sí, sí. Una de las cosas que la biología se ha encontrado, por sorpresa, es que los genes están conservados, que la evolución se hace con genes con funciones normales, y esos genes están conservados. Los mecanismos por los que unos genes hablan con otros definen el comportamiento celular, y los sistemas están conservados. Lo que encontramos en la mosca del vinagre son conocimientos extrapolables a lo que pasa en el hombre.

¿En qué medida su descubrimiento con genes de la mosca del vinagre -cómo estaban construidas sus alas- ha sido importante para conocer la evolución?

Lo que descubrimos supuso saber que los organismos se hacen de formas modulares. El sistema modular de construcción, que si se debe al trabajo de este laboratorio, ha sido muy útil porque es extensible a todo. Hay módulos en toda la biología, y eso facilita las cosas porque acerca a entender por qué son genes sistémicos -que están definiendo espacio-, algo que no podíamos imaginar. Este laboratorio empezó a encontrar genes que definían espacio, que definían anterior como distinto de posterior, o dorsal de ventral. Es decir, que el espacio está definido genéticamente, y eso tiene que ver con la evolución.

Se está gestando una nueva teoría de la evolución, y conocidos científicos internacionales, entre ellos usted, están a favor de una hipótesis. Si he entendido bien, se postula que la evolución no se realiza mediante pequeños y lentos cambios de los animales adaptativos al medio, como decía Darwin, sino que se hace de forma más radical y mediante los módulos genéticos a los que usted se refiere.

El sistema de construcción de los individuos, el gran reto -no los detalles, eso es la evolución pequeña- es lo que pasó en el cámbrico, la llamada explosión cámbrica, donde aparecieron casi de repente montones de tipos, de sistemas de arquitectura animal, nuevos y distintos. Y un gran reto es saber cómo surgieron esos tipos y cómo se han hecho sobre ellos las modificaciones. La pregunta es hasta qué punto esos cambios mayores están expuestos a selección. Y los que trabajamos en biología y genética del desarrollo tenemos serias dudas de que surjan poco a poco.

Cambios rápidos en la evolución. ¿De qué rapidez habla, de años, de siglos?

De pocos años… Por ejemplo, la célula eucarionte -núcleo diferenciado y citoplasma organizado- es un simbionte, dos bacterias distintas que al principio viven parásitas una de otra hasta que se combinan. Un suceso puntual, no se hace poco a poco porque no sabes lo que va a salir. Eso es lo que yo llamo proposición, y la evolución ha utilizado proposiciones muy pronto, dando lugar a soluciones distintas, que son los diferentes tipos. En el cámbrico se ven quimeras que pueden ser mezclas de artrópodos y moluscos. Tuvo que suceder muy rápido, de forma súbita, y no muy expuesto a selección. El sistema es muy tolerante, con que tenga descendencia vale.

¿Con eso nos cargamos la teoría de Darwin o sólo avanzamos un paso más?

Es un paso más profundo que ha permitido la genética del desarrollo. La creación de espacio está menos expuesta a selección, está ahí, y lo único importante para que lo veamos es que tenga descendencia. Y lo que llamamos adaptación, esa noción que es muy de Darwin y de todo el siglo XIX, es que los sistemas están adaptados, que las cosas ocurren porque están encontrando un nicho al que van a sacar el máximo partido. Según la nueva teoría, son proposiciones que están ahí, y las tomas o las dejas. Lo que Darwin propone es el mecanismo de esas variaciones, el origen de las especies, sin saber qué son los genes. Darwin no sabía lo que eran los genes, y tuvo que hacer proposiciones que son válidas basadas en la selección natural, que a su vez depende de una noción maltusiana donde los organismos están compitiendo unos con los otros continuamente. Y Darwin tiene la genialidad de decir que esa competición es capaz de crear, porque si tú estás compitiendo y hay una variedad de fondo, estás creando cosas nuevas. Por tanto, la idea fundamental de Darwin es válida, pero no tanto los mecanismos. Y el cambio de mentalidad se debe a los conocimientos de genética del desarrollo, a cómo se hacen los mecanismos con genes, que son los que evolucionan.

Parece que ya tienen en contra a los darwinistas furibundos.

Totalmente. No podemos demostrar esta propuesta. Como no podemos demostrar la teoría del Big Bang, son proposiciones muy sensatas que encajan y que tienen una explicación mejor que la anterior. Con la evolución se están haciendo proposiciones basadas en nuevos conocimientos, y no se puede demostrar que sean verdad porque estas cosas han ocurrido hace muchos millones de años, pero sí decir que son muy sensatas y dan cuenta de por qué genes y módulos están conservados. La evolución es muy conservadora.

¿Y eso qué quiere decir?

Digo en broma que la evolución ha tenido muy poca imaginación, no ha creado cosas nuevas, lo que ha hecho es combinar con resultados inmediatos. Estamos descubriendo que, a diferencia del neodarwinismo, no son los genes, los módulos de los genes, los que han cambiado. Están hechos de una parte que codifica y otra que regula. La mayoría de la evolución está basada en las zonas reguladoras pegadas al ADN, módulos que están hechos para ver cuándo el gen se expresa y cuándo no. El cambio mayor de la evolución es en qué organismos se expresan los genes y cuándo. Ahí es donde la evolución ha operado, lo que ha dado la diversidad en los organismos. Darwin no podía preverlo. Quedan muchos misterios en biología, y uno de ellos es saber cómo funciona el sistema nervioso.

¿Va a seguir trabajando en ello?

Cada vez sabemos más, pero quedan muchos misterios en biología, y uno de ellos es el funcionamiento del sistema nervioso.

Ahí topamos con el cerebro, el otro gran desafío de la ciencia actual.

Efectivamente. La mayoría del comportamiento humano o los instintos están definidos por la manera en que se hacen las conexiones entre neuronas, y eso es un problema de desarrollo. Por mucho que sepamos cómo funciona una neurona, nos falta conocer la especificidad que tiene a la hora de conectarse con otras, porque eso define la peculiaridad de ese órgano o ese conjunto de células. Y ése es otro de los misterios, cómo transformar desde la estructura que se ve -las conexiones nerviosas- los comportamientos instintivos. No lo sabemos, es una biología que está haciéndose y tardaremos más en saberlo.

Cuando se sepa, es obvio que tendrá unas repercusiones enormes en nuestras vidas.

En nuestra manera de funcionar como individuos de una sociedad animal o humana. Es una cosa parecida a lo que pasa con las células a la hora de hacer órganos: están las células y están los genes de las células, en los que están escritas las conexiones, pero ¿cómo dan lugar esas conexiones a sistemas que tienen efectos como correr, huir, sudar?, ¿cómo está eso codificado? Pues no lo sabemos.

Se ha pasado la vida encerrado en laboratorios, a veces comiendo al mediodía unos pimientos y zanahorias entre probetas…

Era lo que te dejaba menos tocado a la hora de seguir trabajando por la tarde, porque si te metes un plato de judías, se ha terminado, intelectualmente hablando. Antes trabajaba más en el microscopio, con mis manos, pero eso lo he dejado hace años y ahora dirijo el trabajo de otros, y eso no puede hacerse muy deprisa porque el cerebro va a la velocidad que va. Hay que reflexionar, pensar más de lo que se hace.

Tengo entendido que sigue escribiendo a mano, y en inglés, todos sus trabajos. No se lleva muy bien con el ordenador.

Es cierto, no estoy en contra de esas tecnologías, pero he llegado tarde.

Suena raro que una persona tan arriesgada en ciencia rechace la nueva tecnología.

Pienso que me ha hecho mucho daño el tener una secretaria excelente… Me he asomado al ordenador, pero el tiempo que me habría costado aprender prefiero emplearlo en escribir. Y antes de escribir pienso mucho lo que voy a escribir, lo punteo, qué temas, qué orden y contenido va a tener.

¿Qué lugar ocupan en su vida los sentimientos? Creo que su mujer, María Paz Capdevila, que era bióloga, le ayudó mucho en su trabajo, y que su fallecimiento en 1994 le sumió en una fuerte depresión.

Fue una enorme ayuda, era muy inteligente y estaba muy bien preparada. Me atrevería a decir que el laboratorio lo llevaba ella, porque si yo era áspero, ella era mucho más suave y se preocupaba por los otros con un tratamiento humano y agradable. Cuando uno es joven y está metido en la aventura de explorar cosas nuevas, no se da cuenta de que el tiempo transcurre y que hay otras cosas además del trabajo. Quizá no he prestado la atención que debía a los hijos, a la vida de familia y, en cierto modo, hasta a mi mujer. Hemos trabajado y viajado mucho juntos, pero cuando me encontré solo es cuando me di cuenta de lo que había perdido. Y me afectó mucho, estoy afectado todavía, fue muy duro. Cuando se murió, yo empecé a bajar, ¿por qué no decirlo?

Sorprende que un ateo como usted accediera a formar parte de la Academia Pontificia del Vaticano, que debe de estar en contra de todo lo que mantiene como científico.

Está llena de ateos… Les llaman como consultores, para que hagan especulaciones científicas, y como instructores ante temas que afectan a la Iglesia, como el cerebro y el libre albedrío. La Iglesia quiere tener esa información, y luego nos hace caso en las cosas triviales, pero cuando el tema es muy serio, lo ignora. He opinado en temas sobre evolución, que es algo bastante neutro.

Pero la Iglesia condenó el darwinismo.

Bueno, sí, lo condena y lo deja de condenar… La Iglesia ha cogido miedo a esas cosas y sólo interviene cuando hay grandes presiones públicas, por ejemplo, ahora, con la teoría del diseño inteligente. La Academia Pontificia funciona como un senado, con personas conocidas que debaten unos temas, hay ponencias y finalmente se saca o no un escrito.

Me han contado que en cierta ocasión echó de su laboratorio a un investigador cuando descubrió que era cura, porque decía que la religión y la ciencia son incompatibles.

Le dije que si era una persona de creencias religiosas, estaría muy sesgado a la hora de atacar determinados problemas, que no podía tener ese freno. Pero hay científicos que son muy teístas y muy católicos, es compatible, aunque no en algunos temas. Pero la Iglesia trata ahora de no definirse.

Pero se define, y mucho, en temas como las células madre embrionarias o la clonación terapéutica.

Sí, con la biología está muy preocupada. Parte de una concepción errónea, desde mi punto de vista, de que la vida ocurre con la formación del cigoto y, claro, a partir de ahí tiene unos problemas enormes, porque ¿qué hace con los gemelos univitelinos?, ¿poseen el mismo alma los dos? Tiene problemas que son incompatibles con la ciencia. Pero la biología, la biomedicina va a tal velocidad que la Iglesia, si no da el visto bueno, tendrá que callarse. No hay quien pare la ingeniería genética o la clonación terapéutica, todas las mejoras de la biología molecular relacionadas con el desarrollo formarán parte de la clínica, lo pide la sociedad.

Le gusta leer historia y creo que es un experto en historia del descubrimiento de América. ¿Qué le aporta en especial?

El conocimiento de que hemos hecho algo bien en la historia. Deberíamos tener la conciencia mucho más tranquila que otras culturas coloniales. Se ha dicho que matamos a los indios y no es verdad, se murieron de infecciones. Las críticas al descubrimiento fueron producto de la envidia de Inglaterra y Francia, pero ahora hay un cambio de paradigma. Yo diría que el único orgullo nacional que tengo es el de los exploradores de América y Oceanía en los siglos XVI y XVII, fue una labor ingente y maravillosa, con todas sus dificultades y luchas. En ese sentido soy un poco como Cajal, que era muy patriota. Me gusta leer las crónicas originales y me desespera ver que muchas de las visiones de conjunto de esos hechos históricos las han hecho extranjeros. Ahora hay muchas cosas que quiero leer porque no he podido antes. Hay que ser especialista para construir, pero conviene tener enfoques más universales.

El padre de la moderna biología del deserrollo en España se jubila, a sus 70 años, del Centro de Biología Molecular.
El padre de la moderna biología del deserrollo en España se jubila, a sus 70 años, del Centro de Biología Molecular.GUILLERMO PASCUAL

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