No nos dejes caer en la tentación
La bofetada de Gilda no se hizo famosa en España por su violencia -no pegaba de verdad Glenn Ford, era una "torta de cine"- sino porque los españoles de entonces éramos machistas y más reaccionarios que Menéndez Pelayo. También nos gustaba que masacraran a los indios aztecas y que bautizaran en masa a las tribus africanas...
Que un tipo con aspecto de gánster pobre le diera su merecido a aquella golfa maravillosa, a la que nunca podría acercársele nadie con pasaporte español, era casi un acto de justicia... Decían que aquel esplendor de pelirroja era medio andaluza o hija de hispano. ¿Cómo iba a ser compatriota nuestra aquella mujer con unas piernas de varios metros al final de los cuales estaba, sin duda alguna, el más dulce de los infiernos? Glenn -Johnny Farell en la película- sí que merecía ser compatriota: la pegaba en nombre de España y en nombre del Vaticano. En nombre de los pobres del mundo, uníos. De los morenos, de los bajitos. También actuaba Johnny en nombre de las severas damas a las que la tunanta aquella les había robado el negro luto para hacerlo erótica provocación, "al servicio del vicio" como decía un cerillero castizo de la Gran Vía madrileña.
Y en la Gran Vía madrileña, en el Palacio de la Música, pusieron una despampanante fachada pintada por Enrique Herreros, delante de la que frenaban los tranvías para rendir homenaje a la más bella diabla.
Se dice que unos falangistas o católicos de pura raza, rabiosos en cualquier caso por la turbación antipatriótica que suponía aquella fachada del Palacio de la Música, tiraron unos frascos de tinta para ensuciar el escote de Rita. O sea, que querían hacer con ella lo mismo que Glenn. Acabar con la belleza, darle su merecido... Ahuyentar la tentación. La rabia del monstruo contra la bella.
La España de aquel tiempo recibió la visita de tres figuras femeninas inolvidables: Gilda, Eva Perón, y la Virgen de Fátima. No digo que la primera fuera la más decente de las tres, ni la más importante, ni siquiera la más guapa. Pero sí la más cautivadora.
Perdonen que no siga recordando, porque todo lo que viene a la memoria conduce al infierno de la belleza en el que estará hoy Glenn dispuesto a lo que le pida la pelirroja. Perdón por no hablar del gran actor que acaba de morir. Pero sí me acuerdo de él, ya lo creo.
Un día, en un cine de barrio, oí a un espectador que gritaba a Johnny en plena bofetada -entonces hablábamos en el cine- "Esa mano... no te la laves nunca más".
Jose Luis García Sánchez es director de cine.
Babelia
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