_
_
_
_
Alto el fuego en Oriente Próximo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Escepticismo

El mundo occidental, y en particular el europeo, cruza los dedos para que un incidente, fortuito o provocado, no desbarate el alto el fuego en Líbano, conseguido al amparo de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, alumbrada con fórceps el pasado fin de semana en Nueva York. Evidentemente, la esperanza es lo último que se pierde. Pero hasta los más optimistas admiten que el mantenimiento o ruptura del cese de hostilidades pende de un hilo muy delgado, que no es otro que la voluntad de Irán -y, en menor medida, de Siria- de acosar a Israel a través de su apoderado, Hezbolá, hasta conseguir su anhelada desaparición del mapa de Oriente Próximo, cansinamente reiterada por su presidente, Mahmud Ahmadineyad. Y la resolución 1701, meritoria en su planteamiento, presenta, desde el punto de vista práctico, más agujeros que un queso gruyère.

Más información
Líbano revisará el despliegue de sus tropas si continúan las agresiones israelíes

En primer lugar, plantea el problema, hasta ahora insoluble, del huevo y la gallina. En un intento de complacer a las dos partes, la 1701 responsabiliza a Hezbolá del inicio del conflicto por su invasión el 12 de julio de territorio israelí, con la consiguiente captura de dos rehenes y la muerte de ocho militares hebreos, al tiempo que exige su desarme. Pero a continuación pide a Israel una retirada incondicional e inmediata del sur de Líbano. Respuesta de los actores. No me desarmo mientras permanezca un soldado israelí en territorio libanés, dice Hezbolá. No me retiro totalmente mientras no se produzca el desarme de la milicia chií y una fuerza de interposición internacional me garantice que mis poblaciones del norte no son bombardeadas con una media de 200 cohetes diarios, como ha ocurrido desde el inicio de las hostilidades, replica Israel.

En todo caso, ¿por qué la 1701 va a tener más éxito que la 1559 de hace dos años, que igualmente exigía, con los resultados vistos, el total desarme de todas las milicias armadas de Líbano y el control del sur del país por parte del débil Gobierno de Beirut? Porque, arguyen los optimistas, la 1701 va a tener el respaldo de una fuerza armada de unos 15.000 efectivos internacionales, que respaldarán el despliegue de otros 15.000 soldados libaneses en el sur del país. Y eso no ocurrió con la 1559, que era una mera declaración de intenciones. ¿De verdad? De momento, el Gobierno de Fuad Siniora comenzó el jueves el envío de tropas al sur, pero, por el momento, no llegarán a la línea azul que separa Israel de Líbano y se quedarán en torno al río Litani, 30 kilómetros al norte de la frontera israelí, lo que demuestra la debilidad del Ejército libanés y la fuerza del mini-Estado impuesto por Hezbolá en el sur.

Pero es que, además, según declaró el martes a Le Monde el general Alain Pellegrini, jefe de la FINUL (la ineficaz fuerza de interposición -no por falta de voluntad sino de medios-, desplegada por la ONU en Líbano desde 1978), se tardará un año en conseguir que el actual contingente de 2.000 efectivos de FINUL alcance los 15.000 previstos.

Y, ¿qué pasa entretanto? ¿Quién asegura que Hezbolá no aprovecha esta tregua trampa para rearmarse y sustituir los proyectiles de medio alcance destruidos por Israel en los 33 días de campaña por otros nuevos? (Miles de cohetes Katiusha de corto alcance, fáciles de ocultar entre la población civil, siguen en manos de Hezbolá).

La resolución 1701 tiene dos fallos fundamentales. Primero, no tiene la cobertura del Capítulo VII de Naciones Unidas, que faculta a las tropas de la ONU a imponer los términos de la resolución invocada, sino la del descafeinado Capítulo VI, que, prácticamente, limita la función de los efectivos internacionales a la de meros observadores. De ahí las dificultades para encontrar países voluntarios para integrarse en la fuerza internacional. A nadie le gusta que sus soldados sean blancos estáticos, sin posibilidad de defenderse ante posibles estallidos de violencia de una u otra parte. Segundo, no hace ninguna referencia a la frontera con Siria, verdadero colador de los suministros de armas iraníes a Hezbolá. Siria juega fuerte. El precio de su asequible implicación se llama Golán.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_