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Salvar el Toledo visigodo

Hay que reconocer, muy personalmente, a José María Barreda la salvación de la Vega Baja de Toledo, de tan excepcional valor paisajístico y arqueológico. Gracias a su decisión, estos terrenos de origen público, que estaban en trance de privatizarse para construir sobre ellos un centro comercial y 1.300 viviendas, se integrarán, definitivamente, en el Patrimonio de Toledo, que es, también, Patrimonio de la Humanidad. El gesto merece destacarse por su ejemplaridad, en unos momentos en los que la fiebre inmobiliaria, fruto de la inmensa riqueza acumulada tras diez años de expansión económica, amenaza con destruir una parte importante del paisaje natural e histórico de España.

En la Vega Baja, más allá del destino de un yacimiento arqueológico excepcional, se dilucidaban otras cuestiones de importancia. La opción entre dos modelos contrapuestos de arqueología, el que busca esclarecer el pasado y celebra cualquier hallazgo, y el que sólo pretende cumplir con un trámite administrativo para poder construir, en cuyo caso el hallazgo se convierte en problema. También se debatía la manera de conservar los restos de la capital visigoda de España del siglo VI que fue, con Constantinopla, la ciudad más importante de su época: frente a quienes planteaban la necesidad de mantener íntegro el conjunto de este yacimiento, otros propugnaban su desintegración, entre almacenes de museos, sótanos de nuevas edificaciones y rotondas de tráfico. Otra cuestión clave que se presentaba en la Vega Baja era el significado y la protección que merece el paisaje histórico urbano como parte indisoluble del conjunto de una ciudad histórica, lo que constituye actualmente una de las mayores preocupaciones de la Unesco respecto a los lugares incluidos en la Lista de Patrimonio Mundial. En definitiva, lo que estaba en juego era el modelo de crecimiento de la ciudad, si meramente desarrollista, como en los años sesenta, o si haciéndolo compatible con la preservación de su excepcional patrimonio histórico, y si el interés público debía predominar sobre el privado.

La causa de Toledo y de la cultura la han defendido, en estos meses, numerosas voces: Ramón Gonzálvez y la Real Academia de Ciencias Históricas y Bellas Artes de Toledo que él preside; la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la totalidad de las Reales Academias de Bellas Artes de España; la Real Academia de la Historia; la Real Sociedad Geográfica Española; Hispania Nostra y su presidente, Alfredo Pérez de Armiñán; José Esteban Chozas, portavoz municipal de Izquierda Unida en Toledo; instituciones internacionales como ICOMOS y, muy especialmente, colectivos sociales como la Plataforma Ciudadana de Toledo e Iniciativa Ciudadana; medios de comunicación toledanos, nacionales e internacionales, y Toledo Mágico, arqueólogos, arquitectos, historiadores y un sinfín de ciudadanos escandalizados ante lo que podía suceder.

El Plan de Ordenación Municipal, cuya tramitación está ultimándose y que, ciertamente, constituye una necesidad para Toledo, tenía, junto a muchos aciertos, el riesgo de afectar gravemente al paisaje de la ciudad histórica. Las recientes rectificaciones introducidas por el alcalde José Manuel Molina permitieron salvar la Huerta del Rey y la zona de cigarrales; ahora, José María Barreda ha resuelto brillantemente el importantísimo problema que representaban las actuaciones inmobiliarias proyectadas sobre la Vega Baja, con una decisión cargada de sensibilidad cultural y coraje político. Éste es el momento en el que procede atender también los legítimos intereses de los compradores de pisos en la vega y de sus promotores inmobiliarios.

La decisión de José María Barreda, que no puede sorprender a quienes le conocen y recuerdan el compromiso público que asumió en el Teatro de Rojas en marzo de este año, cuando afirmó la voluntad de su Gobierno de preservar, mejorar y potenciar el extraordinario patrimonio arqueológico de Toledo, viene a demostrar que lo que aquellos ciudadanos e instituciones propugnaban no era una utopía inalcanzable, sino una realidad posible. De ahí la trascendencia que tiene la salvación de la Vega Baja de Toledo: constituye un ejemplo esperanzador para todas las otras vegas bajas de España.

Gregorio Marañón y Bertrán de Lis es presidente de la Real Fundación de Toledo.

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