Rice: "Es hora de un alto el fuego"
Israel suspende durante 48 horas los bombardeos para investigar la matanza de Qana
La secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, ha tenido que rectificar bruscamente tras el último avatar en el turbulento Oriente Próximo. Si el martes pasado la jefa de la diplomacia estadounidense supeditaba la tregua a un "acuerdo duradero y sostenible" para poner fin a la guerra entre Israel y Hezbolá, la matanza de civiles perpetrada por la aviación israelí en Qana, al sur de Líbano, le indujo a afirmar ayer en Jerusalén: "Es hora de un alto el fuego". Si bien el primer ministro, Ehud Olmert, reiteró que Israel no detendría los ataques, anoche su Gobierno acordó suspender durante 48 horas los bombardeos en el sur de Líbano para investigar lo sucedido y para permitir la evacuación de los civiles que deseen abandonar la zona.
Hay que esperar para ver si Washington fuerza un cese de hostilidades
Tropas y blindados volvieron a entrar en Líbano, esta vez desde el pueblo de Metula
El anuncio, realizado por el portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Adam Ereli, se produjo tras la reunión de Condoleezza Rice con altos funcionarios israelíes. La víspera, Israel había rechazado un cese de hostilidades de 72 horas solicitado por la ONU. Ayer, sin embargo, bajo la conmoción provocada por el bombardeo de Qana, Tel Aviv decidió detener durante dos días la ofensiva en los territorios del sur libanés para investigar la matanza y permitir la salida de civiles durante 24 horas, si bien este plazo es "prorrogable".
Rice tenía previsto desplazarse a Líbano para reunirse con el primer ministro Fuad Siniora, pero la visita fue cancelada a instancias de Beirut. Los tibios avances en las gestiones diplomáticas de la secretaria de Estado deberán esperar, salvo que en Naciones Unidas suceda lo inesperado.
Comentaba Rice en su primera visita a Jerusalén, hace una semana, que el alto el fuego sólo sería apoyado si permitía una solución duradera. Es decir, que Hezbolá se apartara de la frontera para evitar así ataques contra Israel. Sin embargo, un acuerdo de esa naturaleza no se atisba a medio plazo. Así las cosas, la alta funcionaria ha tenido que enmendar sus palabras y hablar de la necesidad de un alto el fuego.
Ahora hay que esperar a ver si forzará un cese de hostilidades o si Washington dejará vía libre a las Fuerzas Armadas israelíes para que continúen arrasando Líbano. Se escucha a menudo en Jerusalén el comentario, dirigido a quienes sostienen que Estados Unidos es la única potencia con capacidad para presionar a Israel, que es justo al revés, que es el Estado sionista el que influye en Washington.
Pretendía forjar Rice un acuerdo para el despliegue de una fuerza de interposición en la zona fronteriza libanesa. Desde los tiempos de David ben Gurión, tras la fundación del Estado judío en 1948, hasta el mandato de Ariel Sharon, todos los primeros ministros han rechazado dejar la seguridad de Israel en manos de una fuerza internacional. Olmert se aproximaba a esta concesión. Como se acercaba a la negociación para una retirada de las granjas de Chebaa, reclamadas por Líbano, a cambio de que la composición de la fuerza internacional que eventualmente se desplegará en el sur del país árabe se amoldara a sus deseos, y siempre después de que se ejecutara la resolución 1599 de Naciones Unidas, que exige el desarme de Hezbolá.
Pero el estamento militar rechaza frontalmente que las concesiones territoriales sean parte de un acuerdo para poner fin a la guerra porque ello supondría, llanamente, la victoria del movimiento islamista. No escasean los analistas que insisten en que el Gobierno está en manos de los uniformados y que esta guerra no la puede ganar frente a un enemigo que dispone del respaldo de Irán y Siria, y que se apoya en una población entregada a la causa que no va a desaparecer.
Las intenciones de los gobernantes hebreos fueron aireadas de nuevo en línea con lo dicho desde el comienzo del conflicto, después de que un cada vez más ojeroso Olmert se entrevistara con Rice por segunda vez en menos de 24 horas. También se reunió la diplomática con su homóloga, Tzipi Livni, y con el titular de Defensa, Amir Peretz. El jefe del Ejecutivo se limitó a manifestarle su "descontento" por la agresión de Qana. Y por la tarde funcionarios estadounidenses reclamaban al Ejército israelí la "máxima contención". Sin embargo, Peretz aseveró que la ofensiva militar proseguirá "al menos dos semanas". Tanques y tropas hebreas invadieron de nuevo Líbano, esta vez desde el pueblo de Metula, en el extremo norte de Israel. La portavoz del Gobierno, Miri Eisin, señaló que el Ejecutivo "lamenta" la muerte de civiles, que Israel asume la responsabilidad y que se abrirá una investigación para esclarecer lo sucedido. Conforme a lo dicho por el propio Olmert, y teniendo en cuenta los precedentes, es una promesa vana. No va a cargar con ninguna responsabilidad porque la investigación la llevará a cabo el propio Ejército responsable de la masacre, y es casi inverosímil una condena en Naciones Unidas.
Y para qué indagar si el propio jefe del Ejecutivo justificó la matanza. "Desde Qana y los alrededores, cientos de Katiusha han sido lanzados hacia Kiryat Shmona y Afula, y todos los habitantes fueron avisados para que se marcharan", afirmó el primer ministro.
La contestación en forma de cohetes a la bárbara agresión en Qana -calificada de terror de Estado por alguna ONG israelí- no se demoró por parte de Hezbolá, una organización terrorista, a juicio de EE UU e Israel, pero no de la Unión Europea. Un total de 150 Katiusha impactaron ayer en el norte del Estado judío, la cifra más alta desde que estalló la guerra el 12 de julio. Y Hasan Nasralá, el jeque chií líder de la milicia, advirtió de que el ataque israelí "no quedará sin respuesta".
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