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Tribuna:Guerra en Oriente Próximo
Tribuna
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De la guerra a la paz

Joschka Fischer

Haifa, Beirut y muchas otras ciudades y pueblos de Líbano y de Israel están bajo el fuego. ¿A quién le habría parecido esto posible hace unas semanas? En todo el mundo, la reacción a las imágenes de destrucción y muerte en Líbano, pero también en Gaza e Israel, ha sido de espanto. Por supuesto, era bien sabido que Hezbolá -considerada con razón una organización terrorista- estaba acumulando un arsenal de cohetes Katiusha, así como misiles guiados de mayor alcance. Y tampoco era un secreto que Hezbolá actúa como un Estado dentro de un Estado, con su propio ejército privado fuertemente motivado y sus propias estructuras terroristas. Es Hezbolá, no el gobierno libanés y su ejército, el que controla la frontera entre Líbano e Israel desde la retirada israelí del sur del Líbano en 2000.

Ha llegado el momento de jugar la carta siria y llevar a Bachar el Asad a la normalización
La guerra de Líbano podría terminar siendo un error de cálculo para los radicales

Aunque Hezbolá tiene dos ministros en el ejecutivo libanés y varios parlamentarios, no actúa en interés del Estado libanés. Por el contrario, sus intereses los definen Damasco y Teherán, de donde procede buena parte de su arsenal. Este control externo es la principal causa de la actual tragedia, que esencialmente constituye una "guerra por poderes". ¿Quién actúa de delegado de quién y para qué? Remontémonos a la causa que ha precipitado esta guerra. Dentro de Hamás, también fuertemente influido por Siria e Irán, había surgido un debate fundamental acerca de si, tras el éxito electoral y la consiguiente responsabilidad de gobernar los territorios palestinos, la organización debía reconocer a Israel. El acuerdo era inminente cuando la dirección de Hamás en el extranjero (que tiene su sede en Damasco) ordenó un ataque contra un puesto militar en Israel, durante el cual mataron a varios soldados y secuestraron a uno.

El clamor en Israel y la consiguiente respuesta militar masiva israelí, que inevitablemente causó un número elevado de bajas palestinas, estaban claramente previstos y de hecho eran parte integrante de los fríos cálculos de quienes organizaron el ataque. El incipiente consenso palestino fue torpedeado, el reconocimiento de Israel dejó de tener importancia y nuevamente los radicales salieron victoriosos. Unos días después, Hezbolá siguió el ejemplo y secuestró a otros dos soldados israelíes en la frontera entre Líbano e Israel, dejando claro que Hamás y Hezbolá habían coordinado sus acciones para provocar un enfrentamiento a gran escala con Israel. Todo esto sucedió sólo unos días antes de la reunión del G 8 en San Petersburgo, donde la cuestión prioritaria eran las ambiciones nucleares de Irán.

La actual guerra en Líbano no es una guerra del mundo árabe contra Israel; por el contrario, es una guerra orquestada por las fuerzas radicales de la región -Hamás y la Yihad islámica entre los palestinos, Hezbolá en Líbano, junto con Siria e Irán- que básicamente rechaza cualquier acuerdo con Israel. El conflicto se buscó por tres razones: primeramente para aliviar la presión interior de la comunidad palestina para que Hamás reconozca a Israel; en segundo lugar, para debilitar la democratización de Líbano, que estaba marginando a Siria; y en tercer lugar, para apartar la atención de la incipiente disputa sobre el programa nuclear iraní y enseñar a Occidente los "instrumentos" de que dispone en caso de conflicto. Los gobiernos árabes moderados entienden muy bien la cuestión que está en juego en esta guerra: se trata de la hegemonía regional en Líbano y Palestina en el caso de Siria y, a mayor escala, de la reivindicación hegemónica de Irán en todo Oriente Próximo. Pero la guerra de Líbano y Gaza podría terminar siendo un error de cálculo para los radicales. Al disparar proyectiles sobre Haifa, la tercera ciudad de Israel, se ha cruzado un umbral. A partir de ahora, ya no es principalmente una cuestión de territorio, restitución u ocupación. Por el contrario, el tema fundamental es la amenaza estratégica contra la existencia de Israel.

El frente de rechazo ha subestimado la determinación y la capacidad disuasoria de Israel. Ha demostrado que no hay manera de volver al statu quo en Líbano, y revelado las aspiraciones hegemónicas de Irán en todo el mundo. La locura de esto salta a la vista, porque no hace falta mucha imaginación para comprender cómo sería Oriente Próximo si hubiera un paraguas radical iraní protegiendo a los radicales. Este error de cálculo se pondrá de manifiesto a medida que se desarrollan estas cuatro circunstancias: Israel evita ser arrastrada a una guerra terrestre en Líbano; se aplica la resolución 1.559 de la ONU -que exige el desarme de todas las milicias de Líbano con ayuda de la comunidad internacional- y se vuelve al statu quo que ahora se ha vuelto imposible; la actual coalición "antihegemónica" de hecho, que comprende a los países árabes moderados (incluidos los palestinos moderados), se transforma en una iniciativa de paz sólida y seria; el Cuarteto de Oriente Próximo, con EE UU al frente, se involucra activamente en la búsqueda de una solución viable y proporciona las garantías políticas, económicas y militares necesarias para sostenerla en el tiempo. Israel desempeña aquí un papel clave. Dos veces ha replegado unilateralmente sus tropas tras las fronteras reconocidas, principalmente del sur de Líbano y de Gaza. En ambas ocasiones, la fórmula israelí de tierra a cambio de paz ha terminado siendo tierra a cambio de guerra. Ahora, con la existencia de Israel amenazada, la paz con sus vecinos árabes parece una perspectiva más distante que nunca.

Creo que la actual guerra en Líbano puede abrir una nueva oportunidad para la paz. Cuanto antes se silencien las armas en Líbano, mejor. Pero no olvidemos el punto de partida de la guerra: el choque interno dentro de Hamás sobre si debía o no reconocer a Israel. Y no olvidemos la actitud de los gobiernos árabes moderados hacia esta guerra y hacia las intenciones ocultas de quienes la han provocado. La seguridad de Israel hace que la reestructuración de la organización interna de Líbano y la garantía de su soberanía estatal sean innegociables. Ha llegado el momento de jugar la carta siria y llevar al presidente Bachar el Asad a la vía de la normalización. Con los Altos del Golán, Israel tiene en sus manos el elemento clave. Sin Siria, Irán estaría solo. También Irak se beneficiaría de esa circunstancia. Por último, la situación no es tan desesperada para los palestinos como puede parecer. En las cárceles de Israel, los principales presos de Al Fatah y Hamás han llegado a un consenso, al aceptar la creación de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967. Es necesario apoyar este nuevo realismo palestino. Pero no se puede ir más allá de la fecha histórica de junio de 1967 (ninguno de los dos bandos).

El hecho de que en Israel se perciba una nueva amenaza estratégica, ¿ha vuelto obsoletos los debates sobre la tierra y los asentamientos en Israel? Dado que esta guerra se dirige contra la existencia de Israel, la seguridad estratégica, y por lo tanto regional, será objeto de mucha más atención. ¿Cómo tiene entonces Israel que definir su seguridad en el futuro? Actualmente, Israel hace hincapié en la disuasión masiva, pero haría bien en aprovechar las posibilidades políticas y diplomáticas que le brinda esta guerra para tomar la iniciativa desde una posición de fuerza y ofrecer una paz general a todos aquellos dispuestos a reconocer su existencia, y renunciar para siempre a la violencia, no sólo de palabra, sino también de hecho. Ha llegado el momento de pensar a lo grande. Esto no sólo es válido para Israel y sus vecinos, sino también para Estados Unidos y Europa. Esta guerra ofrece la oportunidad para una paz duradera. No debemos dejarla escapar.

Joschka Fischer, líder del Partido Verde durante cerca de 20 años, fue ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller de Alemania de 1998 hasta 2005. Traducción de News Clips. © Project Syndicate / Institute for Human Sciences, 2006.

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