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Reportaje:

Benicàssim encuentra una mina de oro

El festival arrancó ayer con unas cifras de asistencia que superaron las previsiones

María Fabra

Poca ropa, piel sonrosada y calzado cómodo fueron los tres elementos que coincidieron en los fibers que ayer traspasaron la entrada del recinto del Festival Internacional de Benicàssim (FIB), en la primera de sus jornadas estrella. Muchos de ellos llegaron el martes y la fiesta del miércoles y la bienvenida oficial del jueves, además del calor y lo largas que se hacen las noches en Benicàssim, demoraron, para la mayoría, el acceso a la zona de conciertos hasta poco antes de que cayera el sol. Las retenciones para llegar por carretera también contribuyeron a retrasar las entradas.

Sin embargo, desde las 16.30 la música ya sonaba, mientras en el exterior era constante el ir y venir desde la playa y los establecimientos de avituallamiento hasta las zonas de acampada y el recinto de conciertos. Todos ellos, fácilmente distinguibles, por la marca que lucen, sin reparo, en sus muñecas; una pulsera de tela que se canjea por la entrada y que otorga el sello de fiber.Ya por la noche, la actuación de los Pixies tuvo que suspenderse durante unos minutos debido a la presión que sufrían las primeras filas de espectadores que asistían al concierto ante el peligro de una posible avalancha.

Por primera vez se han vendido todos los abonos y entradas antes del inicio del FIB
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El Festival Internacional de Benicàssim fue el que más dinero recaudó el año pasado, según el anuario de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). El pequeño municipio de Benicàssim, de alrededor de 18.000 habitantes, vio cómo en una semana los fibers se dejaban algo más de 10 millones de euros. Sin embargo, la edición de este año, la 12, encerraba una incógnita, debido al cambio de fechas, de la primera semana de agosto a la penúltima de julio. La presión de los hosteleros y empresarios turísticos del municipio por hacer su agosto en julio, provocó que la organización finalmente accediera al cambio, no sin antes implicar a las administraciones públicas. Así, el FIB se anunció para el tercer fin de semana de julio y, por primera vez en su historia, ha vendido todos los abonos y entradas antes de que comenzara el festival: un total de 25.000 abonos de tres y cuatro días y 30.000 entradas de día, con lo que la media de asistencia diaria será de 40.000 personas, teniendo en cuenta las 5.000 personas acreditadas, entre los que se encuentran artistas, organización, técnicos y periodistas (más de 1.000). Mientras, la ocupación hotelera, que el año pasado en estas fechas fue del 60%, ha alcanzado el 100% para este fin de semana.

El cartel es, sin duda, uno de los culpables de estos datos. Pero, sobre todo, la campaña internacional lanzada por la organización ha sido la que ha supuesto el empuje más importante.

Benicàssim se altera con la llegada del FIB. Ya no hay nadie que discuta las bondades de un festival, que inicialmente fue criticado por el choque que suponía con el turismo familiar y tradicional de esta zona de la costa de Castellón. Tampoco hay quien crea que los fibers no dejan dinero en el municipio y las cifras hablan por sí mismas. Aun así, sólo ha habido una entidad bancaria comprometida a mantener su oficina abierta hasta el domingo pese a conocer, de antemano, que la solicitud de cambio de libras a euros iba a ser masiva y que los cajeros automáticos no dan abasto (el año pasado se extrajeron seis millones de euros). También se desborda la oficina de turismo, que, junto a la iglesia, ejerce de domicilio de los fibers para el envío de maletas extraviadas por compañías aéreas o de las entradas que, incomprensiblemente, algunos olvidan en sus lugares de origen.

El cambio de fechas también ha supuesto cierto cambio en el tipo de asistentes al festival. Cuando las tiendas de campaña ya están instaladas, las piquetas bien clavadas y la pulsera aferrada, los fibers, sobre todos los ingleses, acuden en grupo a la oficina de turismo solicitando información sobre conexiones en barco, tren o autobús para Palma de Mallorca, Ibiza, Madrid y Barcelona. Es el caso de Dan, 25 años, profesor de primaria de Lancaster, que ha acudido con tres amigos. Compró el abono hace seis meses cuando el cartel aún no estaba cerrado, pero sabiendo que, en cualquier caso, la playa y la fiesta serían fijas en Benicàssim. La semana que viene partirá a Ibiza hasta consumir sus vacaciones, pese a lo inverosímil que parezca por el escaso tamaño de su equipaje. Diferente es el caso de Amanda, una asturiana de 23 años, alojada en un hotel de Castellón desde el martes, que llegó a Benicàssim para ver a The Strokes y con la curiosidad de vivir un festival con el que está "impresionada" por el "mogollón de gente". Mientras Dan viste unas bermudas vaqueras raídas y una fresca camiseta de tirantes, Amanda ha errado con el negro de sus pantalones y su camiseta, pese a la gorra con la que intenta atenuar el efecto del sol, pero se alegra de que, por primera vez, se vaya a consumir sidra en la zona VIP del festival. Ambos, novatos en Benicàssim, podrán disfrutar de una nueva zona de descanso dentro del recinto, que se ha ganado a costa de un pequeño escenario destinado a conciertos secundarios. Desde allí podrán seguir varias actuaciones y las ruedas de prensa en directo sentados, algo que se agradece después de horas recorriendo los 100.000 metros cuadrados que conforman el recinto.

Fuera, un millar de agentes velan por la seguridad del FIB entre policía, Guardia Civil, bomberos, protección civil y seguridad privada.

Varios jóvenes bailan en una de las carpas del Festival Internacional de Benicàssim (FIB).
Varios jóvenes bailan en una de las carpas del Festival Internacional de Benicàssim (FIB).EFE

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