Prepararse para dar el salto
En Cataluña hay 37 empresas de inserción que dan trabajo y forman para el acceso al mercado laboral
Prepararse para dar el salto. La idea la repiten varias veces a lo largo de la conversación Javier y Salva. Los dos trabajan en Passar Via, una de las empresas de inserción social que hay registradas en Cataluña. Son pocas (37), tienen mucha más demanda de plazas que capacidad de generar puestos de trabajo y poca -en realidad, muy poca- ayuda de las administraciones. En conjunto, trabajan en ellas unas 1.000 personas. La plantilla de las empresas de inserción social está formada mayoritariamente por personas que han quedado excluidas del mercado laboral normal por múltiples problemas: paro prolongado o sobrevenido en edad adulta, mujeres solas con hijos a su cargo, ex presidiarios, jóvenes salidos de centros de menores, toxicómanos, alcohólicos, enfermos mentales. Y entre ellos, tanto autóctonos como inmigrantes.
Un millar de personas trabajan y se forman en empresas del sector de la economía social
Les llaman los inempleables porque sencillamente o no acceden al mundo laboral o no resisten en él. "En las empresas se les contrata por un tiempo determinado, se les forma y se intenta acompañarles a un empleo ya fuera del sector social", explica Xavier Oms, responsable de Passar Via. Lleva nueve años funcionando y por ella han pasado un centenar de personas en riesgo. En el caso de Javier (de 37 años) y Salva (de 31) porque se trata de enfermos mentales. Los dos han tenido intentos fallidos en el mundo laboral. "Antes trabajé en una agencia de transportes y en una empresa de artes gráficas, pero no aguantaba; no tenía estabilidad y los empleos me duraban poco. Aquí [en Passar Via] es distinto porque saben de qué se trata y tienen paciencia", explica Salva. Él y Javier trabajan en la limpieza forestal de parte del campus de la Universidad Autónoma de Barcelona. Javier considera que lo más importante del periodo de trabajo en Passar Via ha sido la adquisición de hábitos: "En una empresa normal no te ayudan, no te enseñan y nosotros [se refiere a las personas con trastornos mentales severos] a veces nos venimos abajo. Aquí cogemos el ritmo para ir a una empresa normal, nos preparan para dar el salto". Los dos viven con sus familias y son conscientes de que algún día deberán valerse por sí mismos. En eso están los dos porque cuando se les acabe el contrato deberán salir de Passar Via.
Esa empresa, como otras de inserción, cuenta con el apoyo de un técnico que acompaña a las personas en la búsqueda de trabajo en el mercado laboral. No son muy dados a hablar de éxito, pero su director dice que consiguen buenos resultados: el 65% de inserción en el mercado laboral.
En general, la mayor parte de empresas de inserción social se dedican a actividades que se basan en mano de obra: jardinería, limpieza industrial, mantenimiento urbano. Una, bastante singular, es la Fundació Futur, ubicada en Ciutat Vella, que tras un inicio decepcionante en el sector textil giró el rumbo y se dedica al catering y explota dos bares. "Servimos encargos a todo tipo de clientes: administraciones, privados, escuelas", cuenta su director, Manuel Almirall. Ahora están buscando otra ubicación por falta de espacio. En la Fundació Futur trabajan 42 personas, y más de la mitad son contratos de inserción. "El contrato suele ser de un año y luego se les guía para iniciar la búsqueda en el mercado laboral", añade Almirall. Una de las señas de identidad de esta fundación es la utilización de productos ecológicos.
Ahmed J. lleva años vinculado a la fundación. Tiene 43 y hace 20 que está afincado en Barcelona. Llegó en 1986 de Tánger (Marruecos), donde era profesor de francés. Ahmed J. se encarga desde hace cuatro años de regentar el bar Garcilaso, cuya concesión tiene la Fundació Futur. La historia de Ahmed puede ser la de muchos otros. Tuvo la mala suerte de especializarse a su llegada a España en un sector que entró en crisis, el textil. Luego, un continuo ir y venir en la hostelería y la restauración. Bares, temporadas de verano en hoteles del litoral, también en algún establecimiento de Baleares. Hasta se aventuró a regentar un bar en Malgrat de Mar, que dejó porque no podía llevarlo solo, y por otro motivo que no oculta: por su adicción al alcohol. Aquello, dice, se acabó: "Llevo 10 años sin catarlo".
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