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El futuro es ella

Muchas de las habilidades naturales de las mujeres son hoy un bien escaso y una necesidad en las organizaciones y el mundo en general. La gran paradoja es que ellas apenas ocupan un 20% de los puestos directivos. Ignorar que en su fuerza reside un nuevo mundo posible puede pasar una cara factura

El otro día asistí a una charla de Tom Peters, conocido autor del libro En busca de la excelencia. En un momento determinado, cuando se hallaba reflexionando sobre habilidades de liderazgo y tendencias de futuro, Tom se dirigió a la audiencia y nos planteó las siguientes preguntas: "Entre ella y él, ¿quién se ocupa de más cosas al mismo tiempo?, ¿quién encuentra más fácil conocer a otras personas?, ¿quién hace más preguntas en una conversación?, ¿quién cuida generalmente de los detalles?, ¿quién escucha mejor?, ¿quién fomenta la armonía y el acuerdo?, ¿quién tiene más intuición?, ¿quién disfruta recapitulando los acontecimientos del día?". Las respuestas que surgían de mi interior eran la misma: ella.

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Si analizamos los muchos libros sobre gestión y tendencias que se están editando en los últimos años, todos apuntan de manera unánime al papel imprescindible que la mujer puede y debe desempeñar en el futuro, pero que le es negado sistemáticamente por un esquema de poder anclado en él, y que desde la inercia, la arrogancia, el miedo y la pereza no genera el cambio necesario que revertiría sin duda en el bien común.

Las evidencias hablan por sí solas: el desarrollo económico, cultural, social y político depende en gran medida de los derechos que la mujer logre rescatar y ejercer. Derechos que, anclados en prejuicios, le son negados, y con ellos todos pagamos la partida de una sociedad cada vez más estresada, angustiada, depredadora y falta de sentido. No puede haber verdadero bienestar si se limitan deliberadamente las oportunidades de la mitad de la población cuando ésta tiene además un conjunto de talentos naturales imprescindibles para pasar de una lógica de competitividad a una lógica de cooperación, y que permitirían hacer de este mundo un lugar más habitable.

Ellas tienen unas habilidades naturales que apenas se enseñan en las escuelas de negocios, y que introducen la comunicación, la colaboración, la intuición y la emoción como parte fundamental en el proceso de toma de decisiones. Diferentes estudios demuestran que el estilo directivo ejercido por las mujeres se orienta más a crear relaciones basadas en la confianza y a humanizar las relaciones profesionales. Pero la gran paradoja es que apenas el 20% de los puestos directivos están ocupados por mujeres, lo cual no encaja en absoluto con su preparación académica y mucho menos con su peso en las decisiones de la inmensa parte de los productos y servicios que adquirimos, ya que las mujeres gestionan por lo menos el 80% del presupuesto familiar.

La psicología crea la economía. Hoy, el gran recurso escaso, aparte de las materias primas, es el talento. Y hoy es también evidente que no hay una relación proporcional entre el talento objetivo que manifiestan las mujeres en el ejercicio de sus funciones profesionales y el nivel de las responsabilidades que les son otorgadas, por ejemplo, en puestos directivos. Aunque sea políticamente incorrecto, creo que debemos considerar seriamente que si sólo un reducido número de mujeres llega a posiciones directivas es muy probable que tengan más cualidades que los hombres. Además, ellas son las que asumen el peso de la integración del trabajo y la familia, y eso las hace necesariamente personas más completas. Son ellas las que tienen un mayor sentido de realidad, las que se levantan cada mañana pensando cómo organizar lo doméstico y lo profesional haciendo que todo aguante lo mejor posible.

En su libro The female advantage, Sally Helgesen analiza las diferencias en las distintas pautas de comportamiento de las mujeres directivas frente a los hombres directivos e identifica patrones claramente diferenciados que conviene no ignorar:

Las mujeres no ven las tareas no previstas y los encuentros como interrupciones, a diferencia de los hombres, quienes viven los imprevistos como distracciones innecesarias y casi todos precisan de la ayuda permanente de sus secretarias, que hacen de filtro frente a éstas.

Las mujeres intentan ser accesibles a sus subordinados. Muestran, en general, una actitud mucho más receptiva que los hombres al encuentro y al diálogo.

Ellas dedican parte del tiempo a actividades no relacionadas directamente con el trabajo. Los hombres dejan muy poco tiempo para actividades que no se relacionen con el trabajo. El resultado es un alto grado de aislamiento personal y unas jornadas laborales muy largas.

Las mujeres tienen en mente los objetivos a largo plazo, mientras que los hombres están más centrados en el resultado a corto.

Las mujeres estructuran sus días asegurándose de encontrar un tiempo para compartir información. Los hombres declaran que les falta tiempo para reflexionar.

Para las mujeres, en general, su trabajo es una más de las dimensiones de su vida. Por su parte, los hombres tienden a identificarse de tal modo con su trabajo que sus identidades personales están supeditadas a su posición, a su poder.

En un mundo donde el trabajo en equipo y las redes serán fundamentales se hacen necesarias nuevas habilidades que ellas ejercen, por lo general, mejor: ellas piensan en relaciones más que en reglas, en cooperación más que en competición, en preguntar más que en ordenar, en comunicar más que en imponer, en conectar más que en controlar. Para ellas, la redistribución del poder es más un logro que una pérdida. Pero la discriminación, la falta de visión y la escasez de políticas concretas que faciliten un reparto justo del poder entre géneros se produce porque muchos hombres siguen viendo la igualdad como una injusticia que en realidad nace del miedo a perder.

Distintos puntos de vista. Ellas y ellos tienen -por motivos antropológicos, culturales y genéticos- una manera diferente de ver y entender el mundo, y especialmente de relacionarse, que son necesarias y complementarias, pero que hoy están claramente desequilibradas. De muchas de las ventajas femeninas que ya hemos enumerado vamos hoy escasos y necesitados en las organizaciones y en el mundo en general.

Ignorar que en la fuerza de ella reside un nuevo mundo posible nos puede pasar una cara factura. Hace falta una mayor diversidad de géneros en el poder no desde el criterio de la cuota impuesta por estética, sino por pura justicia y necesidad. Si el futuro implica flexibilidad, comunicación, cooperación, innovación, intuición, conciliación, ecología…, el futuro debe ser ella, o no será.

Emprendedoras españolas

Un dato a tener en cuenta, y que lo aporta el Banco Mundial de la Mujer, es que

el 24% de las mujeres españolas que trabajan fuera del hogar ha creado su propia empresa. Esta cifra es cuatro veces superior a la media del 6% de las mujeres

del resto de Europa, y, consecuentemente, las emprendedoras españolas lideran

el 'ranking' de creación de empresas en la Unión Europea.

Álex Rovira Celma es profesor de Esade, conferenciante y escritor.

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