Israel ataca el corazón de Hezbolá en Beirut
La milicia libanesa chií lanza una nueva oleada de misiles Katiusha sobre ciudades israelíes
La guerra entre Israel y Hezbolá superó en su tercera jornada las cotas de tensión de la víspera. Aunque siempre puede agravarse la situación en Oriente Próximo, la aviación israelí destrozó ayer el cuartel general de la milicia chií en Beirut y decenas de blancos en Líbano. La respuesta del grupo armado islamista también fue furiosa. La lluvia de cohetes Katiusha sobre el norte de Israel vació literalmente varias ciudades y uno de ellos impactó en un navío de guerra israelí. Las amenazas entre los contendientes suben de tono. El líder de Hezbolá, el jeque Hassan Nasralá, declaró la "guerra abierta" a Israel. El Gobierno de Ehud Olmert advirtió de que ampliará los objetivos y que no permitirá que los milicianos se escondan detrás de los civiles.
Un misil de los islamistas provoca graves daños en un navío de guerra israelí
Decenas de israelíes han abandonado sus domicilios en dirección al sur del país
Por la mañana, la aviación israelí, que llamó a filas a parte de sus reservistas, había bombardeado por tercera vez el aeropuerto internacional de Beirut, la carretera que enlaza Damasco con Beirut, la sede de la televisión de Hezbolá, Al Manar, el perímetro de la Embajada de Irán, varias gasolineras y depósitos de combustible, y la central eléctrica de Yieh. Estaba claro que el ataque israelí buscaba dañar las infraestructuras de Líbano para hace la vida más difícil. Además, el cuartel general de partido-milicia chií en la capital libanesa fue atacado de nuevo por la tarde. El líder fundamentalista, el jeque Hassan Nasralá, reapareció de noche, por si quedaban dudas de que los misiles israelíes no le habían herido, para declarar "una guerra total" al Estado judío.
"Deseabais una guerra abierta y nosotros estamos listos para esa guerra abierta. La habéis escogido contra una nación que tiene la capacidad, la experiencia y el arrojo" para afrontarla, añadió el perseguido jefe de Hezbolá, que amenazó con lanzar Katiushas a ciudades más al sur de Haifa, donde impactó un cohete por primera vez el jueves.
"Pronto comprobaréis cuán estúpido es vuestro Gobierno y cómo es incapaz de comprender la situación. No tiene experiencia. Creedme. Atacáis cada casa en Líbano y pagaréis por ello", concluyó el líder de Hezbolá que exige la liberación de miles de prisioneros árabes en cárceles hebreas, dirigiéndose a la población israelí.
Desde primera hora de la tarde, los milicianos chiíes comenzaron a lanzar cohetes sobre territorio israelí. Por primera vez también impactó un misil en Acre, la ciudad mediterránea de los Cruzados, entre Haifa y Nahariya. Decenas alcanzaron numerosas ciudades y kibutzim cercanos a la frontera libanesa, donde viven más de medio millón de personas al alcance de los misiles, de los que más de 200.000 se resguardan la mayor parte del día en los refugios. Docenas de miles han abandonado sus domicilios en dirección al sur de Israel. Las columnas de humo se esparcían, esporádicamente, junto a las carreteras cercanas a los lindes fronterizos durante toda la jornada hasta que cayó la noche. El tránsito de vehículos civiles era inexistente.
Una mujer y su nieto de cinco años murieron en Meron, una cooperativa agrícola de Galilea, por la tarde. Son ya ocho soldados y cuatro civiles los israelíes muertos desde que los guerrilleros capturaron a dos uniformados israelíes en la mañana del miércoles.
No obstante, la victoria la cantó Hezbolá cuando uno de sus misiles impactó en un navío de guerra israelí provocándole graves daños. No se informó de víctimas mortales pero cuatro de los tripulantes permanecían anoche desaparecidos.
En Líbano, las cifras se multiplican. Al menos 63 personas han fallecido, en su inmensa mayoría inocentes, desde que el miércoles se desató la guerra abierta entre el Estado hebreo y Hezbolá.
"Atacaremos objetivos más significativos de los que hemos atacado hasta ahora", afirmó un portavoz del Ejército israelí, quien añadió que de haber bombardeado la sede de Hezbolá en otro momento podrían haber matado a cientos de personas. No obstante, advirtió: "No adoptaremos una posición ingenua. La táctica de los terroristas de esconderse detrás de los civiles no será aceptada". La aviación lanzó octavillas sobre algunos suburbios del sur de Beirut, poblados en su gran mayoría por chiíes, avisando de ataques venideros.
Pero esos ataques, considerados "desproporcionados" por gran parte de la comunidad internacional, se producirán en cualquier caso y las muertes de personas ajenas a las batallas se antojan inevitables. Porque Israel va a vengar la situación creada en Galilea. Kiryat Shmona, a una decena de kilómetros del extremo septentrional de Israel, era una ciudad fantasma. En Safed, numerosos residentes se pusieron al volante sin hacer las maletas. Semejante trastorno de la vida civil en tan amplia zona de Israel no sucedía desde hace años, desde las guerras en las que se enfrentó a los países árabes de la región. "Israel tomará todos los pasos que considere necesarios para proteger a sus ciudadanos ante el continuo lanzamiento de cohetes que proceden de la frontera", declaró el primer ministro, Ehud Olmert, antes de añadir una promesa que, de ser cumplida, augura una prolongación del conflicto muy duradera: "Las operaciones militares no se detendrán hasta que Hezbolá sea desarmado".
El Ejecutivo de Israel responsabilizó por enésima vez al Gobierno libanés por su incapacidad para impedir que Hezbolá dispare sus cohetes. Según los líderes del movimiento islamista, disponen de más de 10.000 misiles en sus arsenales, a pesar de que varios almacenes de armas han sido destrozados por los cazabombarderos hebreos.
El jefe del Estado Mayor de Israel, Dan Halutz, dijo que Hezbolá dispone de proyectiles capaces de alcanzar más de 70 kilómetros. Otras fuentes militares incluso aumentan esa distancia a 150 kilómetros. De ser así, Tel Aviv se hallaría también bajo el radio de acción de los Katiushas, lo que supondría una auténtica conmoción.
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