En la línea de fuego
Criticaba un día el entonces director de la Real Academia Fernando Lázaro Carreter determinados usos apresurados o incorrectos leídos en la prensa, y alguien le señaló: "Don Fernando: tenga usted en cuenta que a veces el periodista escribe desde el frente, encima de un barril de pólvora", a lo que éste respondió: "¡Ni encima de un barril de pólvora se pueden escribir ciertas cosas!". La anécdota refleja muy bien las tensiones entre el servicio a la actualidad y el intento de mantener una expresión escrita de calidad.
Alberto Gómez Font lleva
DONDE DICE... DEBIERA DECIR...
Manías lingüísticas de un barman corrector de estilo
Alberto Gómez Font
TREA. Gijón, 2006
320 páginas. 28 euros
más de veinticinco años en el departamento (hoy fundación) de Español Urgente de la agencia Efe. Desde ahí ha venido interviniendo casi diariamente en las dudas y problemas que acechan a la escritura periodística: a veces adelantándose a cuestiones emergentes y con más frecuencia juzgando "a toro pasado" sobre la pertinencia de tal o cual solución. La labor del departamento, que comenzó a golpe de fax, continuó con una temprana lista por correo electrónico y ahora prosigue en la web, desembocó también en una serie de útiles obras, como el Manual de español urgente o El neologismo necesario.
¿Qué es este libro, al que preceden seis piezas liminares (entre presentaciones y proemios) y cierra un epílogo? Yo diría que es un testimonio desenfadado de la labor callada de corrección de la lengua de los medios. El desenfado se ve desde el subtítulo, en el que el autor se presenta como barman y caracteriza sus dictámenes como "manías lingüísticas". Pero en sus comentarios sobre "árabes, islámicos, musulmanes", "catástrofes humanitarias", "sándwich" (aquí sí que surge el barman) o "versátil" se puede ver una excelente documentación, un buen conocimiento del español de América y un juicio claro sobre lo que debe ser la comunicación periodística.
Las piezas que reúne el libro
(comentarios a palabras o giros, pero también conferencias sobre topónimos o expresiones racistas) han sido escritas a lo largo de mucho tiempo. Por ello se puede ver la evolución de su autor desde posturas puristas a otras más tolerantes. ¡Eso es fruto de los años y de la relajación!, dirán algunos, pero yo más bien lo veo como la postura del combatiente maduro que comprende que ante los embates de las voces extrañas, los lugares impronunciables, la inundación de gadgets y las piruetas verbales de los más atrevidos, lo mejor es conservar la calma...
Y es que ¿qué es la norma culta de una lengua, sino el conjunto de las manías, más o menos justificadas, de las personas que la cultivan?
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