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Un mañana inquietante

A la vista de los últimos y vertiginosos avances, imagine el futuro. Atrévase. Lance sus ideas más arriesgadas. Eso es lo que ha propuesto el agitador cultural John Brockman en la Red. Un centenar de pensadores y científicos han hecho cábalas inquietantes. ¿Ciencia-ficción o realidad?

¿Qué futuro dibujaría un amplio grupo de investigadores de distintas disciplinas si se les encerrara en una sala con el objetivo de lucubrar sobre las ideas más osadas de hoy que podrían convertirse en verdades demostradas mañana? No ha sido un encierro físico, sino virtual. John Brockman, conocido editor estadounidense, ha creado ese espacio en Edge, una especie de club de sabios en la Red. Desde 1998, inspirado por la idea de un amigo que trataba de abrazar el conocimiento del mundo reuniendo a las 100 mentes más brillantes para que compartieran sus preguntas y sus respuestas, Brockman lanza cada año el guante a los pensadores y científicos reunidos en torno a Edge (www.edg.org) con cuestiones provocadoras que apelan a la capacidad visionaria, la creatividad y el compromiso de los interrogados. En 2006, la pregunta ha sido: "¿cuál es su idea peligrosa?". Las 119 respuestas son visiones polémicas y estimulantes. Parece que el mañana más inquietante se esconde en los misterios de la mente, el alma y Dios. ¿Cambiarán los datos sobre el cerebro los sistemas social y político o se descubrirá que somos mucho más simples de lo que estamos dispuestos a aceptar? ¿Sustituirá la ciencia a Dios? ¿Llegará la Red a atrapar la conciencia humana? También Verne imaginó adelantos que en su época parecían ciencia-ficción y con el tiempo se convirtieron en realidad…

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Internet se hace consciente

Más de un científico se muestra preocupado por la competición entre Internet y el cerebro. Veamos algunos datos sobre las capacidades respectivas. El potencial ancho de banda de todas las neuronas de la corteza cerebral humana es aproximadamente un terabite por segundo, comparable a la capacidad total de la Red. Sin embargo, el cerebro no llega nunca a alcanzarlo realmente porque en ningún momento están activas todas las células simultáneamente. También la cantidad de memoria que se acumula en el interior del cráneo es impresionante, similar a todos los datos de Internet. Pero Google puede almacenarlos y permitir que cientos de miles de ordenadores hagan búsquedas en ellos simultáneamente. Terrence Sejnowski, neurocientífico del Instituto Howard Hughes (EE UU), cree que "Internet y nuestra habilidad para hacer búsquedas están llegando a los límites de la capacidad de almacenaje y comunicación del cerebro humano y deberían sobrepasarlo en 2015". Pero lo más inquietante es que Sejnowski vaticina que la Red se va a hacer consciente de sí misma como si de un ser inteligente se tratara. "El crecimiento de Internet en las últimas décadas se parece más a la evolución biológica que a la ingeniería". Bienvenidos a Matrix. Lo que Sejnowski no cuenta es qué pasaría después.

Donde el cerebro no llegue se puede poner una máquina. "¿Estamos preparados para un mundo en el que las contribuciones humanas se limiten a los niveles más altos (pensadores, artistas…) o a los más bajos, donde la mano de obra humana sea más barata que la mecanización?", pregunta Stanislas Deheane, neurocientífico del Instituto Nacional de la Salud francés. La anchísima franja intermedia será el mundo de las máquinas de todo tipo y condición. Y es que su idea peligrosa también es "el descubrimiento de los límites intrínsecos del cerebro humano". Pero eso no es lo peor; la auténtica amenaza podría ser alguna de las soluciones que se plantean para sobrepasar las limitaciones de nuestra sustancia gris. Puesto que el cerebro tiene una gran plasticidad, la primera estrategia a poner en marcha sería la educación. "Una de las principales aplicaciones de la investigación en neurociencias cognitivas debería ser la mejora del sistema educativo con el objetivo de optimizar la transformación del cerebro", asegura Deheane. Jamshed Bharucha, catedrático de psicología en la Universidad de Tufts (EE UU), comparte la opinión y afirma que "sólo es una cuestión de tiempo que dispongamos de tecnologías relacionadas con el cerebro que puedan alterar o complementar la cognición, influir en qué y cómo aprendemos y aumentar nuestra limitada capacidad de atención".

Pero la propuesta de Deheane que podría tener más impacto sobre el modelo de sociedad actual es la que pasa por los implantes artificiales, interfaces cerebro-ordenador. Ya no es ficción, puesto que se están desarrollando para su uso en personas paralizadas; se trata de dispositivos que capturan los pensamientos de los pacientes y ejecutan sus órdenes. Sin embargo, en el futuro su aplicación podría extenderse a todos aquellos que lo deseen o que se lo puedan permitir. Y aquí viene la cuestión peligrosa: "¿Seremos capaces de forjar una sociedad en la que tales herramientas no conduzcan a una división entre cerebros de alta tecnología y fuerza humana de baja tecnología útil sólo para los trabajos mal pagados?". En ocasiones es difícil distinguir entre guionistas de ciencia-ficción y científicos.

Pero no todo va a ser mirarse al ombligo; algunos científicos y pensadores parecen inclinarse por una visión más cercana a la de las grandes tradiciones orientales y conciben un futuro que acabará con el antropocentrismo. Rudy Rucker, matemático y novelista pionero del movimiento conocido como ciberpunk, pone sobre la mesa del futuro el panpsiquismo: "La mente es una cualidad distribuida universalmente. […] Las estructuras del mundo físico rompen la mente cósmica en una multitud de pequeñas mentes, una en cada objeto". Y puede ser que además la psique de cada objeto esté formada por otras más pequeñas. "La mente de una persona estaría formada por las mentes de las células de su cuerpo y por las de sus partículas elementales".

El cerebro, en el banquillo

La responsabilidad aparece como una de las palabras clave en los descubrimientos sobre nuestras redes neuronales. Si, como algunos datos experimentales sugieren, en realidad no somos libres para decidir, no tendrá sentido exigir responsabilidades por los actos cometidos. La consecuencia inmediata sería un cambio profundo en algunos de los pilares de la sociedad. Clay Shirky, investigador en la topología de redes sociales y tecnológicas de la Universidad de Nueva York, opina que las distinciones que se hacen en la actualidad, particularmente ante la ley, entre sujetos en sus plenas facultades y aquellos incapaces de asumir sus acciones, tendrán que cambiar radicalmente, sobre todo teniendo en cuenta que "todo el mundo, desde los publicistas hasta los consultores políticos, comprende cada vez mejor y con más detalles biológicos las formas de manipular la consciencia para debilitar la noción de libre albedrío". Así que Shirky sugiere: "Ya podemos empezar a pensar en qué tipo de sistemas legal, político y económico necesitamos en un mundo donde la vieja concepción de libre albedrío ya no es operativa".

Una dirección similar sigue la idea peligrosa de Eric Kandel, Nobel de medicina en 2000 por sus descubrimientos sobre el sistema nervioso. En esta ocasión acude a ese desván de la mente conocido como inconsciente para dar un espacio al libre albedrío. Numerosos estudios indican que el cerebro ya está funcionando antes de que conscientemente tomemos la decisión de realizar una acción. Es decir, que observando la actividad cerebral se puede predecir lo que una persona va a hacer antes de que ella misma lo sepa. Según Kandel, lejos de significar que no somos dueños de nuestras acciones, cree que la ciencia dará la razón a Freud. Se descubrirá que "la elección se hace libre, pero no conscientemente".

El inconsciente y sus alrededores están muy presentes en las ideas peligrosas de la "futurología" científica. La de David Buss, psicólogo de la Universidad de Tejas, es que la neurociencia demostrará que a lo largo de la evolución los humanos hemos incorporado el mal a nuestro entramado cerebral. Se descubrirá que existen "circuitos que pueden inducir al asesinato, al genocidio o a otras formas de maldad". Ni que decir tiene que la amenaza de un descubrimiento semejante es que los abogados defensores lo empleen para descargar de culpa a los acusados de tales crímenes. Aunque, según Buss, el verdadero peligro reside en no querer asumir la responsabilidad individual de nuestro lado oscuro. Curiosamente, un discípulo de Freud, Carl G. Jung, desarrolló ampliamente esta teoría en la primera mitad del siglo pasado. Afirmaba que en cada ser humano conviven una parte luminosa, positiva, y la sombra, lo peor de uno mismo. Al igual que Buss, Jung decía que la forma de evitar que la sombra manipule el comportamiento es buceando en ella y conociéndola.

En el otro extremo se encuentran los investigadores que descartan cualquier tipo de influencia sobre el comportamiento por parte del inconsciente, de la historia personal o incluso de la tan socorrida carga genética. Se proclaman defensores de Descartes y de su visión mecanicista de la naturaleza. "¿No son el asesino y el violador simplemente máquinas con un componente defectuoso?", pregunta Richard Dawkins, biólogo evolucionista de la Universidad de Oxford y autor del conocido libro El gen egoísta. Su respuesta peligrosa es sí, y, en consecuencia, la solución es sencillísima. "Cuando un ordenador no funciona, no lo castigamos. Buscamos el problema y lo arreglamos, generalmente cambiando la pieza estropeada". Parece que Dawkins considera que se deberían cambiar los jueces por mecánicos neurológicos.

Sin embargo, en opinión de Daniel Goleman, el padre de la inteligencia emocional, en las próximas décadas la crueldad podría tener otros orígenes que el propio cerebro o sus desajustes. El psicólogo estadounidense sugiere: "Internet puede engañar a los sistemas sociales del cerebro" y provocar lo que denomina ciberdesinhibición. La comunicación a través de la Red impide que actúen los mecanismos neuronales que se dan cuando existe un contacto directo en tiempo real y que mantienen bajo control los impulsos más oscuros. "El mayor peligro está entre los adolescentes", asegura Goleman, porque esos circuitos se desarrollan en el último tramo de la maduración del cerebro, alrededor de los 20 años. Si en ese momento las relaciones sociales se hacen bajo el anonimato y el secreto que da el mundo virtual, los mecanismos de control no se formarán. El escenario ya no es tan ficticio. Goleman recuerda que el acoso y la intimidación a través de la Red ya han sido portada en los medios de comunicación; tampoco hay que olvidar la pornografía infantil en la Red.

Ciencia y religión

"En el corazón de cada investigación científica existe una búsqueda espiritual profunda". "Encontramos dioses en el núcleo de cada átomo, en la estructura del espacio / tiempo, en los mecanismos del electromagnetismo. […] Lo que nos falta son las ceremonias, los rituales". Carolyn Porco, líder del equipo responsable de las imágenes que toma la sonda Cassini en sus viajes a otros planetas, no tiene ningún problema en predecir predicadores de bata blanca hablando con exaltación y fervor de la evolución del universo, de los neutrinos o de la doble hélice como la escalera divina. Sería "la Iglesia de los Científicos del Último Día" y convertirá los aceleradores de partículas o los secuenciadores genéticos en los lugares sagrados del planeta. Porco asegura que la ciencia ocupará el lugar que hoy es de la religión.

Otros científicos, sin embargo, opinan que es muy probable que la ciencia impulse el resurgimiento de la religión. Rodney Brooks, director del laboratorio de inteligencia artificial del Massachusetts Institute of Technology (EE UU), opina que la fe será la única salida si se descubre que sólo hay una remota posibilidad de que exista vida en otro lugar. "Estar solos en el Sistema Solar no sería tanto choque, pero solos en el universo nos conduciría a la desesperación y a la religión como nuestra salvación". Scott Atran, antropólogo de la Universidad de Michigan y experto en religiones, añade además que la ciencia nunca podrá aliviar la angustia existencial, porque "trata a los seres humanos como productos accidentales e incidentales del desarrollo material del universo". Sin embargo, Atran no cree que la convivencia de ambas sea imposible. Aunque el que aporta la solución, en forma de idea peligrosa, más conciliadora y también osada, es Stephen Kosslyn, profesor de psicología en la Universidad de Harvard. "Dios no es sobrenatural, sino más bien parte del orden natural", y en su opinión el concepto de Dios puede abordarse científicamente. La divinidad bien podría ser, dice Kosslyn, una propiedad emergente de todas las cosas vivas que condiciona los elementos que la constituyen. "Como la cultura o la economía, Dios no está en ninguna parte".

Incógnitas, preguntas, pero sobre todo las ideas peligrosas lanzan cuestiones para la reflexión profunda, para abrirse a todo tipo de pensamiento y cuestionar la visión estándar de la realidad. La física podría demostrar que nuestro universo no es más que uno más entre una multitud o que el Big Bang no es el inicio del tiempo y del espacio, sino una explosión más para inyectar materia y energía. Marcelo Gleiser, profesor de física del Dartmouth College (EE UU): "Quizá las cosas son así porque ésta es la historia que los humanos contamos basada en nuestra forma de ver el mundo y de explicarlo".

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