El deporte como placer estético
El ensayista alemán Hans Ulrich Gumbrecht reivindica "la alegría del juego" en su libro 'Elogio de la belleza atlética'
La vieja furia de los intelectuales que echaban pestes contra los deportes por su capacidad para alienar a las masas y desviarlas así de sus verdaderas preocupaciones queda hecha trizas en Elogio de la belleza atlética. Lo que ahí hace el filósofo, filólogo y sociólogo alemán Hans Ulrich Gumbrecht (Wuerzberg, 1948), que trabaja actualmente en la Universidad de Stanford, es contar su pasión por los más diversos deportes y reivindicar su belleza.
Este título es uno de los primeros que lanza una nueva editorial, Katz, que se presenta hoy en la Feria del Libro (con la participación de Javier Pradera, Fernando Rodríguez Lafuente y el propio editor, Alejandro Katz) y que ha asumido el valiente desafío de dar visibilidad a cuantos se embarcan a pensar en las cuestiones de nuestro tiempo. Ampliar los horizontes del conocimiento, ofrecer los más diversos saberes, abordar las preocupaciones de la cultura y la sociedad contemporáneas: he ahí un puñado de directrices de un sello que se estrena, junto a Gumbrecht, con libros de Claus Offe (sobre la relación de Tocqueville, Weber y Adorno con Estados Unidos) o Seyla Benhabib (Las reivindicaciones de la cultura) y que publicará a Cornelius Castoriadis, Martha C. Nussbaum, Roger Chartier o Karl Löwith, entre otros.
"Los deportes tienen mucho que ver con la música", explica por teléfono en un excelente español Hans Ulrich Gumbrecht. "No pueden interpretarse, es difícil atribuirles un sentido. Como los sonidos de una melodía, las gestas de los deportistas simplemente están ahí. Imponen su presencia. De lo que se trata, por tanto, es de transmitir esa experiencia, que es una experiencia de orden estético".
"Hablo de movimientos que parecen extraños o incluso grotescos al principio, y que terminan volviéndose tan agradables que lo pegan a uno a la pantalla durante horas", escribe Gumbrecht en su libro, donde muestra desde el principio "los intensos sentimientos" que desencadena en cualquier aficionado recordar alguno de los brillantes momentos de Pelé, Maradona, Beckenbauer o Zidane (por ejemplo).
"Lo que hace una experiencia estética es provocar tus sentidos", explica Gumbrecht. "Como ocurre con los sonidos -cuando escuchas música, la escuchas con el cuerpo entero-, los deportistas que ves tienen una entidad real. Y la tienen tus vecinos en el graderío. Lo que está en juego en estas experiencias no tiene tanto que ver con la observación y, por tanto, con la razón analítica. El deporte te exige una manera comunitaria de participar de un fenómeno. Eres un cuerpo confundido con otros cuerpos. Abandonas tu individualidad".
De eso se ocupa Gumbrecht, de esos "momentos que se cuentan entre los más estimulantes de nuestra vida" y que, al final, no son sino experiencias en los campos de deporte.
La poesía europea empezó con las odas de Píndaro a los atletas, pero con el tiempo se desentendió de esas materias. "El pensamiento occidental no tienen un discurso que sólo sirva para elogiar. Lo hemos perdido por las exigencias de la llamada alta cultura que nos obliga permanentemente a ser críticos. Y ante los grandes momentos que nos brindan los mejores atletas sólo puede existir una actitud radicalmente afirmativa. Ese sí ante la vida que reclamaba Nietzsche".
El deporte se define, explica Gumbrecht, a través de dos conceptos: agón (competición) y areté (lucha por la excelencia). "Se han cargado demasiado las tintas en el carácter competitivo de los deportes. Pero si queremos neutralizar esa dimensión, corremos el peligro de eliminar la lucha por la excelencia, y prescindir de paso del reconocimiento y la admiración. No hay derrota sin búsqueda de excelencia. Pero para ello hace falta competir. Evitar la competencia es evitar la intensidad. Con los deportes entras en un rapto, y vives con intensidad a través de la alegría del juego".
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