Milagro
Fue un milagro que Rafaelillo saliera de la plaza por su propio pie. El primero de la tarde le propinó una voltereta en dos tiempos terrorífica, espeluznante, de infarto. Y lo inaudito es que el torero se levantó, volvió a coger la muleta y siguió intentándolo. Rafaelillo volvió a nacer, pues el toro, un marrajo de astifinas defensas, lo prendió cuando intentaba pasarlo con la mano derecha, lo zarandeó entre las astas, lo lanzó contra la arena y, una vez allí, volvió a levantarlo con violencia hasta dejarlo desmadejado de nuevo. Cuando parecía que el torero estaba herido de gravedad, se incorporó, manchado por la sangre del toro, y continuó como si tal cosa. Un golpe de buena suerte.
Palha / Rafaelillo, De Julia, Vilches
Toros de Palha, muy bien presentados, mansurrones, descastados y de muy mala clase. Varios de ellos se escobillaron los pitones al contacto con el peto. Rafaelillo: pinchazo, media, dos descabellos -aviso- y un descabello (palmas); media y cinco descabellos (silencio). Rafael de Julia: dos pinchazos, estocada tendida -aviso- y cinco descabellos (silencio); cuatro pinchazos, media atravesada, un descabello -aviso- y un descabello (algunos pitos). Luis Vilches: tres pinchazos -aviso-, media perpendicular y baja y un descabello (silencio), estocada que asoma, media atravesada, dos descabellos -aviso- y un descabello (silencio). Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. 22ª corrida de feria. Lleno.
Dicho queda que el toro de Palha era un regalo envenenado, áspero y bronco, con una embestida descompuesta, que lanzaba los pitones al cielo como puñales con la aviesa intención de robarle el corbatín al torero. Hacía, además, un viento infernal, y Rafaelillo luchó contra los elementos con gallardía.
Saludó al cuarto a la verónica y lo intentó, después, por ambos lados a un toro que iba y venía sin alegría. Tomó la izquierda y lo toreó sin hondura, pero con decisión, que era lo único que permitían las circunstancias. Lo mejor, no obstante, fue su ilusión por el triunfo y que anoche cenó tranquilamente, que, con toros como los de ayer, era para celebrarlo por todo lo alto.
El más noble, el segundo, le tocó a Rafael de Julia, y encastado e incierto fue el quinto, pero el problema de este torero es otro: o le falta experiencia o confianza; o eran mucho toro para él, o él poco torero para toros tan especiales. Lo cierto es que su tarde no fue afortunada. Estuvo muy por debajo de las condiciones de su primero, con el que De Julia se mostró desconfiado y dubitativo. Destacaron algún redondo y un par de trincherillas, pero más bien parecieron fruto de la casualidad. Naufragó con el quinto, un toro con malas artes al que recibió con verónicas aceptables. Se equivocó al brindar al público, porque pronto se comprobó que no le acompaña el corazón para asentar las zapatillas y jugarse el tipo. El torero se afligió y lució el toro a criterio del público, cuando el animal no dio motivo para lucimiento alguno.
Tampoco tuvo suerte Vilches con su lote, muy desabrido. Desistió pronto con su soso primero, y tampoco destacó con el descompuesto sexto. No le faltó voluntad al sevillano, pero no fue el torero asentado de otras tardes.
Toros portugueses muy guapos, pero de muy mala clase; una corrida dura de roer que equivocó a muchos, que culparon a los toreros de su aburrimiento, cuando la realidad es que luchar contra el viento y contra marrajos descastados es tarea poco menos que imposible. El único que puede estar contento es Rafaelillo, que vivió en sus propias carnes el milagro de estar vivo.
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