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65ª Feria del Libro de Madrid

El sombrero del poeta, alivio dominical de lectores y curiosos

Gibson, Saramago y Vargas Llosa, los más demandados de la feria

El calor -"aquí hace más calor que en todo Madrid", exclamaba un acalorado ciudadano- no quiso perderse la tercera jornada de la Feria del Libro. Y el arma que empuñaban para defenderse de él muchas de las personas que abarrotaban ayer el Paseo de Coches del parque del Retiro no era otra que el sombrero de Antonio Machado. La editorial Aguilar repartió cientos y cientos de sombreros, en los que podía leerse "Amo a Machado", para promocionar la biografía del poeta, Ligero de equipaje, de Ian Gibson. A juzgar por la frenética actividad de la feria, Machado salió victorioso de la batalla contra la temperatura.

Agradecidos por el alivio, fascinados por la nueva biografía del poeta o atraídos por la simpatía del hispanista, la verdad es que una larga cola precedía a un Gibson que no daba abasto y reconocía -sin levantar la vista del papel- estar "encantado".

Lo estaban todos los escritores que cada año se suman a la fiesta de la literatura.

"¿Nos ponemos?", dudaba un pareja de veinteañeros ante la larga cola que desembocaba en un José Saramago que no paraba de firmar. Y es que el portugués encabezaba el top tres de la feria junto a Vargas Llosa y Gibson. Seguidos de cerca por Antonio Gala, otro clásico de la feria.

Más modestas las colas para Manuel Rivas, Lorenzo Silva o Suso de Toro, y más tranquilos esperaban a que se reanudase el goteo de seguidores Vicente Verdú y Javier Sierra -en la misma caseta-, Álvaro Pombo, Andrés Barba o Benjamín Prado. "A mí me gusta mucho, soy un excéntrico, me dicen cosas bonitas, me dicen si les ha gustado el libro, o se lo llevan firmado", explica Benjamín Prado. "Además, aquí tengo ventilador y nevera, así que estoy muy bien", añade.

En el pabellón Carmen Martín Gaite, Rosa Montero y sus lectores analizaban Historia del Rey Transparente (Alfaguara), antes de trasladarse a la caseta para comenzar con las firmas, no sin antes agradecerles todo lo que había aprendido de sus palabras.

Marisa y su familia acuden fieles a su cita anual. "Para nosotros es una tradición. Venimos con una lista y luego compramos", explicaban. El profesor de Frank McCourt para el marido, un par de libros de Alejandra Vallejo-Nágera para ella y, para las niñas, La escalera torcida de Violeta Monreal.

Otros muchos reconocen que lo que les apetece es pasear, ver a los escritores, participar del ambiente de la feria. Y es que aunque la oferta no puede ser más variada -este año con especial atención a la ciencia, que se reparte, sobre todo, en libros sobre el cambio climático y de divulgación-, hay quienes no acaban de encontrar lo que buscan. "¿No encuentras nada que te guste, Sara?", le preguntaba su amiga Laura. "No", aseguraba Sara, abrumada ante "tanto libro".

Un aspecto del la Feria del Libro de Madrid.
Un aspecto del la Feria del Libro de Madrid.CRISTÓBAL MANUEL

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