Una 'zarzuela' victoriana
El éxito de El Mikado, obra de W. S. Gilbert y Arthur Sullivan, estrenada en Londres en 1885 y enseguida en Europa entera, desató una epidemia de musicales ambientados en Lejano Oriente: La Geisha, El país de las sonrisas, El rey y yo... Ninguno tiene su chispa. El Mikado satiriza la doble moral y la corrupción de la Inglaterra victoriana. Sus protagonistas visten ropas japonesas, pero son enteramente europeos. En el montaje de Stanislavski, el público ruso vio retratado el final del zarismo.
En éste de Dagoll Dagom, la actualidad resuena con sordina. Hay alusiones a la guerra preventiva, a las estafas filatélicas, a las enmiendas al estatuto catalán y un personaje muy identificable: Pooh-Bah, el hombre que acumula cargos y retribuciones. El libreto de Gilbert se presta al retoque. Si de algo ha pecado Xavier Bru de Sala, autor de la adaptación, es de discreto.
El Mikado
De Gilbert & Sullivan. Traducción: Xavier Bru de Sala. Con Josep Maria Gimeno, Dulcinea Juárez, Iván Labanda, Josep Ferrer, Mariona Blanch, Albert Muntanyola. Orquesta dirigida por Joan Vives. Escenografía y vestuario: Montse Amenós e Isidre Prunés. Dirección escénica: Joan Lluís Bozzo. Producción de Dagoll Dagom. Teatro Gran Vía. Madrid, hasta el 18 de junio.
La música pizpireta de Sullivan corre muy bien bajo la batuta de Joan Vives, y los cantantes tienen calidad. Preferiría escucharles con amplificación más tenue, o sin ella, como se hacía la opereta antes y se hace aún la zarzuela. Durante el estreno, la toma de sonido se cayó un instante y la voz de Ivan Labanda (un Nanki-Poo atlético) se siguió oyendo perfectamente, pero sin pátina metálica. En lo visual, sólo en el segundo acto los escenógrafos aciertan a ofrecer una síntesis expresiva de los tópicos del teatro japonés.
Dulcinea Juárez interpreta con gracia sensual a Yum-Yum, la enamorada de Nanki-Poo, y Mariona Blanch (Katisha) emparenta a su personaje con Cruella de Vil. Su romanza arrancó el aplauso más espontáneo de la noche. Ella y Josep Ferrer (El Mikado) componen una pareja mefistofélica de cómic. Josep Gimeno crea su Ko-Ko a base de voz y de tics funcionales pero repetitivos.