El Velázquez consagra el realismo de Antonio López
El artista recibe el premio ante las últimas pinceladas a una panorámica de Madrid desde Vallecas
El pintor Antonio López García (Tomelloso, Ciudad Real, 1936) recibió ayer el Premio Velázquez de Artes Plásticas 2006 por una obra que tiene sus raíces en la tradición realista española, con un sentido poético y un reconocimiento internacional. El jurado del galardón, que concede el Ministerio de Cultura con una dotación de 90.000 euros, destaca también el nombre de Velázquez como un referente clásico. El artista se encontraba ayer en el parque de bomberos de Vallecas, donde desde la torre de 30 metros ha estado pintando una gigantesca panorámica de Madrid que entregará el próximo 1 de junio a la Asamblea de Madrid. "No es una ciudad que te enamore, pero tiene mucha veracidad, tiene lo bueno y lo malo de todos nosotros", declaró.
"El arte no se libra de este tiempo de caos, penumbras y dudas. Todos vamos juntos"
Antonio López, en una habitación llena de pinturas, fotografías y un espejo "para echar una nueva mirada al cuadro", enseña un papel metido en un plástico con la autorización en junio de 1991 para pintar desde la torre de los bomberos de Vallecas una vista de Madrid. Desde una montaña cercana pintó Vallecas en 1980, pero ahora ha aumentado los primeros intentos hasta juntar una vista de la ciudad de cuatro metros por dos y medio.
En la vista de la ciudad aparecen y se identifican, de izquierda a derecha, edificios como el 12 de Octubre, el Gómez Ulla, Méndez Álvaro, el Reina Sofía, la plaza de España, el Retiro y las "torres torcidas" de la plaza de Castilla. "Es una tarea hermosa y estimulante, aunque tiene muchas complicaciones al no poderse pintar todo el cuadro de una vez y representar la ciudad desde esta distancia y que se puedan definir los edificios", declara Antonio López ante la obra que, por encargo de Caja Madrid, entregará a la Asamblea de Madrid en una exposición con el proceso de trabajo, el material fotográfico, los apuntes y las reflexiones.
"Se ha atrevido con un tema que plantea infinitos problemas por el ángulo óptico, que no conozco un caso igual", señala su mujer, la pintora María Moreno, con quien se casó en 1961, tras conocerla en la Escuela de Bellas Artes junto a Lucio Muñoz, Enrique Gran, Julio y Francisco López Hernández, Amalia Avia e Isabel Quintanilla, algunos de los nombres del realismo madrileño de los años sesenta y setenta unidos por la amistad.
Antonio López (Antoñito desde la época de aprendizaje) une el nombre de Velázquez al de Cervantes como "dos grandes españoles, ejemplo de lo mejor de lo español, lo más limpio y lo más grande". De estos ejemplos gloriosos, pasa a identificar el arte con la vida. "El arte va paralelo a la vida del hombre, y tanto el arte como la sociedad están confusos. Es un tiempo de penumbra, caos y dudas, y el arte no se libra. Todos vamos juntos".
Para el artista, la abstracción "está más bien en el interior y en la mente, nunca en el estilo". Antonio López se siente con el paso del tiempo "profundamente rebelde, independiente, al ir trabajando en una dirección que no es la ortodoxa, pero que te va fortaleciendo a pesar de las dificultades y dureza, aunque también tiene una parte estimulante".
Añade que el Velázquez de Artes Plásticas premia también "una forma de trabajo, un lenguaje que no siempre se le hace justicia". "Mi trabajo lo tengo que realizar de esta manera, no es una peculiaridad importante, diferente de los demás, es un hecho natural", señala al comentar lo minucioso y lento de su obra, y pone los ejemplos de Goya, Ferlosio o Baroja sobre los distintos tiempos de realización de pinturas o escritos.
Vuelve a su visión de Madrid desde Vallecas. "Madrid es una ciudad muy dura, el Madrid del Sur es más duro que el del Norte. En este trabajo tan laberíntico acabas poniendo mucho de ti mismo, como elementos psicológicos y la luz, para convertir el cuadro en una combinación de la ciudad y del artista. En esta ocasión, la lucha ha sido mayor que en otros cuadros por la inmensidad de la ciudad, que no acabas nunca de conocer en su cuerpo físico".
De esta "tarea tan obsesiva y solitaria", el artista dice que descansa con los talleres de los cursos de verano, aunque siempre tiene pendiente una tarea, como el retrato de la familia real. El premio (en ediciones anteriores fue para Gaya, Tàpies, Palazuelo y Soriano) incluye una beca de 30.000 euros para el artista menor de 35 años que designe y una exposición en el Museo Nacional Reina Sofía, con obras posteriores a su antológica de 1993. El jurado estuvo presidido por Ramón González de Amezúa y formado también por Miguel Zugaza, Ana Martínez de Aguilar, Lisette Lagnado, Inés Katzenstein, Alicia Chillida, José-Miguel Ullán, José Lebrero, Teresa Velázquez, Carlos Zurita, José J. de Ysasi-Ysasmendi, Julián Martínez y Elena Hernando.
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