Artistas y testigos recuerdan la catástrofe y los efectos de Chernóbil

-Dime, compadre, ¿aquel sarcófago de Chernóbil es como el de Egipto?

-¡Qué dices! En Egipto hay una momia dentro. Aquí es al revés, un sarcófago en el medio y miles de momias alrededor.

El chiste da cuenta de la fuga de humor negro que provocó la sequía informativa y la magnitud de las consecuencias de la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania. Junto a otros chistes del momento, está escrito en las paredes de la exposición Érase una vez Chernóbil, que hasta el 8 de octubre puede verse en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). "Mostramos que hay que aprender de las batallas del pasado", indica Galia Ackermann, historiadora y periodista francesa de origen ruso, comisaria de la exposición, que se centra en el antes, el durante y el después del accidente del 26 de abril de 1986 a través de fotografías, vídeos, documentos, testimonios y, en el apartado final, algunas miradas artísticas sobre el fenómeno.

Gran parte de la muestra, que tiene como uno de sus destinatarios el público escolar, está dedicada a la situación de los liquidadores, el nombre con el que se conoce a las cerca de 700.000 personas que fueron movilizadas tras el accidente para "liquidar" las consecuencias de la catástrofe. "Se ha dicho que Chernóbil es el crimen perfecto, porque si padeces un cáncer al cabo de 20 años de recibir la radiación es fácil que el sistema público sanitario no te tenga en cuenta como afectado", indicó Ackermann.

En un escenográfico montaje de Emiliana Design, la exposición incluye las primeras fotos del accidente realizadas por Ígor Kostin, que también siguió de cerca el trabajo de los liquidadores, o las fotografías artísticas del canadiense Robert Polidori, que documentó en 2001 la desolación de la ciudad de Pripiat, que estará contaminada y abandonada durante miles de años. Mapas, glosarios, análisis políticos de hasta qué punto la catástrofe precipitó la caída del comunismo o el estado actual de la amplia zona de exclusión configuran la muestra que, como indica Josep Ramoneda, director del CCCB, sitúa a Chernóbil "como emblema de la sociedad del riesgo" a la que, cada vez más, estamos volcados.