Dependiente y al borde del apagón
La creciente dependencia energética italiana representa uno de los principales retos para el nuevo Gobierno de centro-izquierda de Romano Prodi. Según el último estudio publicado por el Ente para las Nuevas Tecnologías, Energía y Ambiente (ENEA), la dependencia energética italiana de las fuentes exteriores fue en 2004 del 84,7%. Es una de las más elevadas entre los países industrializados. Italia importa el 14,7% de la energía eléctrica que necesita, lo que según fuentes de la Agencia Internacional de la Energía, representa el nivel más alto del mundo.
Los problemas que derivan de esta situación son inmediatos: en Italia la energía eléctrica cuesta aproximadamente un 60% más que en los otros países europeos, el doble que en Francia, y tres veces más que en Suecia. Además, la dependencia implica un riesgo constante para el país: una falta de combustible imprevista o una subida de los precios inesperada podrían dificultar la producción de energía eléctrica y paralizar el país.
El 28 de septiembre de 2003, un accidente mostró la precariedad del sistema energético italiano. La caída de un árbol en Suiza sobre la línea de alta tensión que conecta Francia e Italia causó uno de los mayores apagones de la historia de este país. Italia no supo hacer frente a esta situación: sus reservas no fueron suficientes para alimentar el conjunto de su red.
La falta de energía desnudó los efectos de la ausencia de una programación orgánica en este sector, y se volvió a prender el debate nuclear. El 9 de noviembre de 1987, tras el impacto de Chernóbil, los italianos eligieron, a través de un referéndum, renunciar a la producción de energía nuclear en el país. Ahora, la situación ha cambiado, y la opinión pública está más abierta hacia esta posibilidad, pero aun así la posibilidad de retomar una actividad nuclear no es a corto plazo.
Reducir la dependencia energética es, hoy día, prácticamente imposible. Italia no dispone de reservas de ningún tipo.
