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Crítica:OPERADHOY | 'Murmullos del Páramo'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Susurrante, envolvente, hipnótico

"Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera". Así comienza la magistral novela de Juan Rulfo y de una manera muy certera recoge este espíritu Julio Estrada. El proyecto surgió en 1988, poco antes de que el compositor mexicano concluyese su libro sobre El sonido en Rulfo. La realización se extiende de 1992 hasta 2006, considerando el solapamiento de sus dos partes.

¿Se puede oír en música una novela? Es lo que Estrada propone. El planteamiento es admirable. Los sonidos de la palabra llegan de todas las direcciones y envuelven al oyente. La gama de tratamientos es amplia, pero, en cualquier caso, lo que prevalece es el susurro. El murmullo, que le gusta decir al autor. La particular fantasía que encierra la novela se corresponde en la música, "una ópera de cámara para dos voces femeninas solistas, quinteto vocal, contrabajo, guitarra, ruidista -un papel asumido por Llorenç Barber-, sho, trombón, cinta magnetofónica, espacialización tridimensional y coreografía", según la definición oficial. Chavela Vargas canta desde un palco y su contención emociona. La danza butoh se integra a su manera en la narración.

Murmullos del Páramo

De Julio Estrada. Ópera de cámara basada en Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Estreno mundial. Con Fátima Miranda, Neue Vocalsolisten Sttugart, Chavela Vargas, Ko Murobushi, Ko Ishikawa, Llorenç Barber y Stefano Scodanibbio, entre otros. Director de escena: Sergio Vela. Ciclo Operadhoy. Con la colaboración de EL PAÍS. Teatro Español. Madrid, 12 de mayo.

Hay un efecto de seducción, de complementación entre los diferentes elementos puestos en juego, que poco a poco va languideciendo. Lo que en una hora habría sido una obra maestra, en dos resulta reiterativo. Es una cuestión de sentido de la medida, de proporciones. Pasa con frecuencia en la música de nuestros días y es comprensible desde el punto de vista del autor el no querer cortar. Tímbricamente, espacialmente, la obra funciona. Estáticamente incluso seduce. El ritual prevalece y hasta es lo propio que sea así. La tradición se combina con el ansia de universalidad. Y la palabra no pierde fuerza. El desarrollo, no obstante, se resiente por falta de nuevos estímulos conforme la obra transcurre. La puesta en escena no acaba de dar el empujón a la música. Y el espectador pierde en parte el interés inicial.

Un sector del público aplaudió a rabiar. Otro mantuvo un respetuoso silencio. No hubo protestas. Mucho famoso en la sala, con Almodóvar a la cabeza. Curiosamente, poco público del habitual en las óperas convencionales. Un tema para reflexionar, desde luego.

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