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Reportaje:

Las minorías desafían a Teherán

Irán afronta con preocupación el creciente descontento de kurdos, árabes y baluchis en varias regiones fronterizas

Ángeles Espinosa

Irán niega que sus soldados hayan bombardeado posiciones kurdas en Irak o cruzado esa frontera en persecución de rebeldes, como denunció recientemente el Gobierno de Bagdad. Sin embargo, las noticias de enfrentamientos en el noroeste del país ponen de relieve un aumento de la tensión en varias de sus regiones fronterizas. Los árabes de Juzestán, más al sur, y los suníes baluchis, al este, también han desafiado al Gobierno central en los últimos meses, aunque los observadores no consideran que el descontento amenace la estabilidad de la República Islámica.

"Esas informaciones son falsas", respondió el portavoz del Gobierno iraní, Gholamhosein Elham, cuando se le preguntó por las acusaciones iraquíes. No obstante, el diario Kayhan informó el pasado 30 de abril de que cuatro soldados habían resultado muertos en la región de Mahabad, en la frontera con Irak y Turquía, durante enfrentamientos con "fuerzas contrarrevolucionarias". Ese mismo día, el grupo kurdo iraní PJAK (Partido por una Vida Libre), ligado al PKK turco, anunció que había matado a cuatro soldados iraníes y herido a otros cuatro dentro de las fronteras iraníes.

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Fuentes diplomáticas en la zona hablan de una posible acción coordinada de Irán y Turquía, ya que las operaciones militares de ambos contra los militantes kurdos se han incrementado en las últimas semanas. Los dos países firmaron un acuerdo en 2004 para combatir al PKK y al grupo iraní Muyahidín al Jalq, considerados terroristas por EE UU y la UE. Las fuerzas de seguridad iraníes han perdido a 120 hombres en choques con el PJAK durante el último año. Teherán culpa a EE UU, como potencia ocupante, de la falta de control del otro lado de la frontera, donde el PJAK tiene bases y efectivos.

Además, la región kurda de Irán viene siendo escenario de protestas y violencia desde el pasado julio cuando la policía disolvió con fuego real las manifestaciones en condena por la muerte de tres opositores. A resultas de esos incidentes, las autoridades cerraron dos periódicos y detuvieron a la defensora de los derechos de la mujer Roya Toloui y decenas de activistas. La ONU y Amnistía Internacional han expresado preocupación por el trato de Irán a sus minorías.

Teherán también ha acusado al otro ocupante de Irak, el Reino Unido, por los atentados ocurridos desde la primavera pasada en la provincia árabe de Juzestán, fronteriza con la región bajo su control militar. Un hasta entonces desconocido Partido por el Renacimiento Árabe de Ahvaz (la capital de Juzestán) se ha atribuido esos ataques. El más grave, el pasado 24 enero, dejó 9 muertos y 45 heridos, y coincidió con una visita del presidente, Mahmud Ahmadineyad, cancelada en el último momento.

Los independentistas árabes denuncian las "políticas represivas" de Teherán y su "negación de los derechos legítimos" de esa comunidad, apenas un 3% de los 70 millones de iraníes, pero el 50% de la población de Juzestán. Aunque los responsables iraníes niegan algún tipo de discriminación hacia sus minorías e incluso subrayan la riqueza étnica y cultural del país, algunas declaraciones constituyen una admisión implícita de que existen problemas.

"Éste es el año para crear un gran cambio en la provincia y dar los pasos hacia un progreso global", sostiene el representante del líder supremo en Juzestán, ayatolá Musavi-Yasayeri. Durante una reciente reunión con dirigentes locales, señaló que el Gobierno debe atender las necesidades de sus habitantes si quiere mejorar la situación. El gobernador le respondió que la provincia es una de las principales receptoras de fondos, aunque reconoció la falta de agua potable en ciudades importantes.

Los observadores consultados coinciden en que la carencia de infraestructuras básicas, una mayor incidencia del paro y la sensación de olvido del Gobierno central crean un peligroso caldo de cultivo. "Las minorías se encuentran oprimidas y alguien puede tener la tentación de querer utilizar el malestar contra Teherán", admiten varios analistas en la zona que sin embargo encuentran difícil vincular los incidentes en las regiones kurdas, árabes y baluchis, y descartan que amenacen la estabilidad del país.

"Lo sucedido en la provincia de Sistán-Baluchistán no tiene nada que ver con tensiones étnicas o minorías", asegura una fuente oficiosa iraní. "Se trata de una zona fronteriza [con Pakistán] donde hacemos frente a las mafias del contrabando y el tráfico de drogas, dos negocios ilegales que mueven mucho dinero", explica el interlocutor.

Sin embargo, un grupo armado autodenominado Ejército de Dios utiliza la retórica de los extremistas suníes para justificar acciones como el ataque el pasado 16 de marzo a un convoy oficial que viajaba entre Zahedán y Zabol (22 muertos y 7 heridos), o el secuestro tres meses antes de un grupo de guardafronteras, a uno de los cuales mató el 19 de enero.

La solución exige algo más que medidas policiales. "El Gobierno debe prestar más atención a la creación de empleo y dar mayor participación a la población local en el control de la frontera", sugería el ex diputado Báquer Kurd, en una entrevista con el diario Etemad-i Melli.

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ayer en Yakarta.
El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ayer en Yakarta.REUTERS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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