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Columna
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Incinerando el agua

Me he enterado estos días de lo que es el biosecado mecánico de basuras. Les puedo ofrecer más de una versión. Sé también que se puede estar haciendo demagogia con los efectos nocivos para la salud de las incineradoras de residuos. Al respecto les puedo dar también más de una versión, todas ellas con aval científico. A la fe religiosa le bastaba con nuestra conciencia -y con algún que otro torniquete inquisitivo-; la nueva fe, en cambio, necesita de los informes, y se parece más bien a una apuesta. Al final siempre terminamos preguntándonos por quién apostamos, en definitiva, a quién creemos, lo que, de alguna forma, refuerza nuestro sentido de la responsabilidad. Podríamos concluir que algo hemos ganado con el cambio, pero la carne es triste, ay!, y nuestra responsabilidad quebradiza. Se la intimida con facilidad y el recurso apropiado para ello es el miedo, aunque vaya cargado de razones. Carguen ustedes las tintas sobre los efectos negativos de cualquier decisión a adoptar y enseguida nos retraeremos, aunque luego nuestros temores resulten infundados. Quienes deben convencernos de alguna decisión han de saber poner en juego su habilidad para que les creamos. No es otra cosa, en el fondo, el quehacer democrático. Lo que no deben hacer es insultarnos.

En San Sebastián tienen intención de construir una incineradora de residuos y, por las líneas precedentes, tal vez hayan podido concluir ustedes que estoy a favor de que la construyan. Pues no, no soy partidario de ella, pero mi opinión importa poco para lo que aquí trato de transmitirles. Lo interesante de este asunto es el proceso desencadenado tras una toma de decisión que quería ser definitiva. Y lo ilustrativo que resulta todo este proceso sobre lo que acabo de decirles más arriba. En Guipúzcoa, como en todo el mundo, tenemos un problema con las basuras y tratamos de hallarle una solución. Guipúzcoa genera al año unas 400.000 toneladas de residuos, un tercio de las mismas en la zona de San Sebastián. Su eliminación corresponde a los ayuntamientos y para gestionarla éstos se han agrupado en mancomunidades. De las ocho existentes, siete -entre ellas la de San Marcos, que incluye a San Sebastián- han decidido adoptar una solución conjunta. Consiste en la construcción de una incineradora que estará ubicada en San Sebastián. La decisión cuenta con el respaldo de la Diputación guipuzcoana y con el de seis de las mancomunidades implicadas, pero he aquí que el alcalde Odón se planta y dice: No pasarán. A partir de ese momento se inicia un proceso que socava seriamente la decisión adoptada.

Para empezar, a los donostiarras no nos gusta que nos construyan una incineradora en el municipio, menos aún en la zona donde se prevé ubicarla. Entre otras cosas porque nos estropea el paisaje, razón mayor para nosotros, que somos como somos, y que Dios nos conserve así muchos años. Corre además la especie de que se trata de una industria contaminante y altamente nociva, lo que dispara todas nuestras alarmas. Naturalmente, se inicia una guerra de informes sobre su nocividad, pero, una vez lanzada la sospecha, lleva todas las de ganar quien continúe alimentándola y, bien sea por lo irracional que resulta su ubicación urbana, bien por los temores suscitados, la incineradora es mayoritariamente rechazada por la población. Y ahí entra en escena el alcalde Odón. Se le puede acusar de oportunista, de ir en contra de una decisión que en principio contaba con el apoyo de su partido, de aprovecharse de las bajas pasiones populares para ir preparando su campaña electoral. Todo esto puede ser cierto, ya que un político siempre tiene puesto un ojo en su reelección, mas lo que sí es indudablemente cierto es que a Odón no le gusta la incineradora porque cree que hay alternativas mejores. Plantea, además, cuáles son esas alternativas y las defiende, no se limita a decir que no la quiere aquí y que la construyan en otro sitio. Finalmente, acepta asumir la decisión de la corporación donostiarra, mayoritariamente favorable a la incineradora. Sin embargo, sembrada la discordia, ha dejado también sembrada su simiente.

Hoy, los donostiarras estamos convencidos de que existen, en efecto, alternativas mejores: más económicas, menos contaminantes, más sostenibles, y más pedagógicas respecto a la generación industrial de residuos y sobre el tratamiento individual de los mismos. Ya nadie apela al miedo. Sabemos más sobre la recogida selectiva de basuras, sobre su compostaje, sobre el biosecado mecánico y sus resultados. Los oponentes de Odón cantan victoria, pero se trata en todo caso de una victoria pírrica. Aun en el caso de que llegue a construirse la incineradora, ¿será el mismo monstruo que planteaban construir hace apenas un año?

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