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Reportaje:

Guerra al acoso sexual en los trenes de Río de Janeiro

La ciudad brasileña reserva a las mujeres vagones de metro y de cercanías en las horas de mayor tráfico de pasajeros

Río de Janeiro ha decidido poner coto al acoso sexual en el metro y en los trenes de cercanías. Desde el lunes, las mujeres disponen en las horas punta de dos vagones (el primero y el último de cada convoy), identificados por una banda color rosa junto a las puertas para evitar manoseos, pellizcos y demás agresiones. Aprobada en el Día Internacional de la Mujer, la experiencia es inédita en Brasil. Con ella el país latinoamericano se equipara a Japón, donde el Cinderella train, el tren Cenicienta, existe desde hace años con el mismo propósito: evitar el permanente acoso a las pasajeras. En India, la experiencia es inversa: existen vagones sólo para hombres y en los que no se admiten mujeres sin acompañamiento.

La compañía pagará cien euros de multa por cada varón que no respete la prohibición

En la primera semana de funcionamiento hubo de todo en la experiencia carioca: gritos, abucheos, risas, brotes de furia y alguna que otra detención. Fueron bastantes los hombres que se confundieron y entraron en el vagón rosa. Unos alegaron ignorancia; otros, prisa o falta de atención. También hubo quien arremetió contra la medida calificándola de payasada. En los cuatro primeros días del tren Cenicienta había más varones que mujeres en los vagones reservados, algo que empieza a cambiar porque la multa por la infracción equivale a 100 euros, aunque aplicada a la compañía de trenes y del metro y no al intruso.

Río de Janeiro dispone de dos líneas de metro, que transportan a diario cerca de 500.000 pasajeros, y otras cinco de cercanías, que atienden los suburbios y transportan a 400.000 personas por jornada. La estadística descubre que el 49% de los viajeros son mujeres.

No todas están haciendo uso de los vagones reservados. El jueves, por ejemplo, una muchacha de 19 años entró con toda calma en un vagón mixto, en la estación Botafogo del metro de Río. Eran las seis de la tarde, en plena segunda hora punta del día. La chica, que estaba informada de la existencia de un vagón exclusivo para mujeres, dijo que le dio pereza caminar hasta la punta del tren. "Además, nunca me pasó nada en el metro. Lo que detesto son los ómnibus, donde sobran manos bobas y tipos que se pegan a las mujeres y no las dejan en paz".

Más adelante, en una estación del centro de la ciudad, cuatro hombres entraron, juntos, en el vagón femenino. Antes de que cerraran las puertas, empezaron las protestas de las mujeres. Uno de los hombres se excusó, diciendo no haber visto las señales en el vagón, pero los abucheos persistieron hasta la estación siguiente. El hombre bajó, fue aplaudido, pero entraron otros, que se juntaron a los tres que no se habían movido de su sitio. El griterío no los asustó y en la parada siguiente dos guardias privados de la compañía los expulsaron. Ahora la seguridad ha sido reforzada en todas las estaciones del metro para hacer valer la ley.

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En los trenes que atienden a suburbios pobres y lejanos, la ley ha sido incumplida. Son las pasajeras de esos trenes las que más esperan que la ley funcione porque los casos de acoso son parte de la rutina del viaje. Aline Días, una secretaria de 23 años, cuenta sus experiencias: "Ya salí del tren con una mancha morada en la nalga, gracias al pellizco de un tipo que no se despegó de mí durante todo el viaje". Y en una plataforma de la estación Central do Brasil, una mujer sonríe y añade: "A ver si también ponen vigilancia aquí, para que dejen de tocarnos mientras esperamos el tren".

Vagón de metro en Río, en teoría exclusivo para mujeres.
Vagón de metro en Río, en teoría exclusivo para mujeres.MARCO ANTONIO TEIXEIRA / AGENCIA O'GLOBO

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