La literatura mexicana refuerza su cosmopolitismo frente a la mirada interna
Varios autores de México debaten sobre su obra en Casa de América y en la Complutense
De la ciudad satélite desde donde observa el mundo Carmen Boullosa al perfume de Mogador que inspira a Alberto Ruy Sánchez. De la preferencia centroeuropea de Sergio Pitol al refugio en el Viejo Continente de los chicos del crack. De las raíces italianas de Fabio Morábito a la reivindicación de los exiliados españoles de Jordi Soler, hay todo un largo camino en la más reciente y viva literatura mexicana. "Somos los nietos de Juan Rulfo", dice Morábito, "pero estamos más centrados en una visión cosmopolita del mundo que en el mexicanismo". Ése y otros asuntos los abordan esta semana una veintena de autores mexicanos en la Casa de América y en la Universidad Complutense de Madrid en varios debates.
Conservan la fuerza de una tradición irrepudiable, que entronca con sor Juana Inés de la Cruz, Juan Rulfo y Octavio Paz. Pero viven los grandes conflictos contemporáneos buscando una definición muy ancha de su lugar en el mundo. Si las generaciones anteriores habían estado demasiado obsesionadas con indagar en el interior de México, las más actuales han decidido buscar fuera.
Éstos y otros asuntos surgen de manera viva y encendida en los debates que una veintena de autores mexicanos sostienen desde el lunes en la Casa de América de Madrid y en la Universidad Complutense. Sealtiel Alatriste, Eduardo Becerra, Carmen Boullosa, Margó Glantz, Alberto Ruy Sánchez, Fabio Morábito, Elmer Mendoza, Cristina Rivera Garza, Jordi Soler... Todos forman un panorama amplio, ecléctico, que no reniega ni rechaza los grandes monstruos sagrados de su historia literaria pero que intentan, cada vez con más lectores a sus espaldas, hacerse un hueco en un templo donde hasta hace poco relucían sólo algunos escogidos.
Si Octavio Paz o Carlos Fuentes han sido los popes de la literatura mexicana de las últimas generaciones, si muchos escritores mexicanos vivían como crucial el compromiso con la política y el poder, ese papel va cambiando. "Antes, los escritores tenían un valor superlativo y pocos lectores; ahora nos pasa algo parecido a lo que ocurre en Estados Unidos, que vamos teniendo más lectores y no contamos en el panorama público", asegura Carmen Boullosa, autora de El médico de los piratas y La otra mano de Lepanto (Siruela) o De un salto descabalga la reina (Debate). Boullosa, como sus colegas visitantes, se aloja en la Residencia de Estudiantes de Madrid, pero mira el mundo desde un lugar llamado Ciudad Satélite, a cuyo lomo observa en su país eclecticismo y varios escritores con voz propia: "Los que huyen de la mediocridad", dice la autora.
El peso de los nombres
Lo mismo que le ocurre a Alberto Ruy Sánchez, a quien le interesa en la literatura la búsqueda de una voz poderosa. "A mí, quien más me ha influido para ser escritor ha sido Samuel Beckett. En nuestra literatura me gustan quienes hacen valer esa condición. Me han impresionado últimamente Guadalupe Nettel, autora de El huésped, o Verónica Murguía, que ha escrito Aulilla o El cumpleaños de Juan Ángel".
Las dos son exponentes de una literatura que trata de escapar del peso de los nombres. "En México había como una estructura de calificación, que continúa, pero ya mucho menos", afirma Ruy Sánchez. Pero no quiere decir eso que huyan de los magisterios que algo significaron en sus carreras. Ninguno de ellos reniega de Paz, por ejemplo. "Yo conocí al Paz de puertas abiertas, que platicaba y criticaba. El gran poeta, referente para muchos de nosotros, aunque creo que son ignorantes los que dicen que después de él no hay nada que merezca la pena", dice Boullosa.
Para la escritora también son fundamentales todos aquellos que han tratado de buscar su camino últimamente. "El grupo del crack es admirable en eso. Los cuentos de Ignacio Padilla, los ensayos de Jorge Volpi, los respeto y me parece muy importante que se hayan ayudado entre ellos".
Fabio Morábito cree que es fundamental un sentido generacional en la literatura. Ahora y siempre. Lo sabe porque, aunque se define como escritor mexicano, llegó al país donde vive con 14 años desde Milán, la ciudad en que nació en 1955. "Si hubiera llegado con 20 años no sé si hoy escribiría en español", afirma el autor de Cuando las panteras no eran negras (Siruela) y los libros de cuentos La vida ordenada y Grieta de fatiga (Tusquets). La necesidad de diálogo con otros, saber para quién escribía, ha sido fundamental en su carrera. Cuando creaba en italiano se sentía extranjero. "Necesitaba saber con quién estaba dialogando", afirma. Con un país abierto, más moderno. "Somos los nietos de Rulfo y hemos heredado su prudencia, pero nuestra visión es más cosmopolita, aunque es algo que ya habían empezado a hacer escritores a mitad del siglo pasado, como Pitol, que se abrieron más al mundo y no se obsesionaron tanto con definir México".
Babelia
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