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Reportaje:ENERGÍAS RENOVABLES

La bioenergía también mueve los coches

El sector de los biocarburantes está en fermento, pero necesita apoyos públicos

Andrea Rizzi

Mover un coche con lo que produce un campo de colza o el contenido de una sartén en la que se han frito patatas puede que todavía le parezca a muchos una idea extravagante. Sin embargo, esa idea -utilizar biocarburantes (combustibles procesados a partir de masa biológica)- no sólo es una realidad que ya tiene presencia en las gasolineras españolas y funciona con los automóviles, sino que representa uno de los sectores en mayor fermento del mercado español de la energía. El tamaño de los actores en el escenario (Repsol, Acciona y Abengoa, entre otros) y la pluralidad de los proyectos recientemente anunciados (seis nuevas plantas tan sólo entre Repsol y Acciona) dejan claro que de extravagancia, nada.

En Canadá, las petroleras están obligadas a vender carburante con entre 7,5% y 10% de 'bio'. En Francia, la mezcla paga menos tasas que el carburante puro

Suena a panacea. En Pamplona, por ejemplo, desde hace un año se puede repostar biodiésel puro, al cien por cien, al mismo precio que el normal, y con él ir a ver, en un radio de pocos kilómetros, tanto los campos de colza con la que en parte se produce como la planta de Acciona que lo procesa: el mito de la independencia energética hecho posible. Además, con materia prima vegetal (remolacha, colza, soja, maíz, aceites reciclados...) y, por tanto, renovable, que contamina menos que los hidrocarburos y que da una nueva salida al amenazado mercado agrícola europeo.

Dadas estas premisas, y vista la trayectoria del precio del petróleo, no sorprende el interés de las empresas. Lo que sorprende, en cambio, es que en España el consumo de biocombustible represente únicamente el 0,44% del total consumido en el sector del transporte, según datos de la Asociación de Productores de Energías Renovables (Appa). La cifra refleja el incumplimiento de los objetivos establecidos por la UE, y asumidos por España, que para 2005 exigían un 2%. En 2010, habría que alcanzar el 5,75%.

Lo paradójico es que, en 2005, las nueve plantas españolas que producían entonces biocarburantes pusieron en el mercado una cantidad equivalente a un 0,7%. No mucho, pero sí más del 0,44%. La diferencia se exportó. Una ocasión perdida que indica que, despertado el interés de las empresas, hay que encender ahora el de la opinión pública. La demanda. Ése es uno de los puntos claves en la evolución del sector.

Fomentar el consumo

"Para 2010, los objetivos de producción se pueden cumplir con creces", apunta, a la luz de los recientes anuncios de construcción de nuevas plantas, Pablo Eugui, presidente de la sección de biocarburantes de la Appa. "Donde hay que trabajar es por el lado de la demanda, con medidas que incentiven el consumo. La gente todavía no conoce mucho o desconfía. Pero en realidad no nos estamos inventando nada. Rudolph Diesel utilizaba aceite de cacahuete para su motor hace más de un siglo".

Si desde entonces no se ha generalizado el uso de los biocarburantes, con todas las ventajas que tienen con respecto al petróleo, es por el más sencillo de los motivos: son más caros. Pero sólo aparentemente. "Es falso que el petróleo sea más barato. Los hidrocarburos de origen fósil no están pagando el daño ambiental y sanitario que producen. De hecho, están subvencionados por el conjunto de la sociedad (porque la sanidad la pagamos todos, y no sólo quienes utilizan el coche), por el medio ambiente, y sobre todo por las generaciones futuras", comenta José Luis García, responsable del sector de energía de Greenpeace España.

De ahí que políticas públicas de apoyo a la producción y el consumo de los biocarburantes estén bien vistas no sólo por los productores, sino también por los ecologistas, que en esta materia parecen remar en la misma dirección. Por lo menos en la medida en que la materia prima se produzca con explotaciones agrícolas sostenibles. "Si se utiliza soja cultivada en tierra robada a lo que era selva amazónica, o con transgénicos y productos tóxicos, no vale", dice García.

El futuro del sector depende en buena medida de la evolución del precio del petróleo. Pero también, y mucho, de las políticas de las administraciones públicas. Actualmente, los biocarburantes gozan en España de una exención del impuesto de hidrocarburos, sin la que no podrían ser competitivos. Sin embargo, el tipo cero está contemplado sólo hasta 2012, "un periodo muy breve razonando desde el punto de vista de la industria energética", argumenta Eugui. Como en cualquier sector económico, las incertidumbres no incentivan las inversiones.

También por la vertiente del consumo, el Gobierno podría utilizar herramientas fiscales. Reducir el impuesto a las petroleras que mezclen hidrocarburos con porcentajes de biocarburantes es una opción. En Francia ya se hace. Y la mezcla es una práctica corriente en España, donde se puede vender carburante con un 5% bio sin ni siquiera anunciarlo a los clientes. Repsol, por ejemplo, ya lo hace. Y en unas 200 gasolineras se venden, con surtidores específicos, mezclas superiores.

Obligación de mezclar

En países con conciencia ecológica especialmente desarrollada, los Gobiernos han adoptado medidas más drásticas: obligar a las petroleras a que efectúen la mezcla. Es decir, exigir que ofrezcan a sus clientes gasolina o gasóleo con un porcentaje de bio, normalmente entre el 5% y el 10%. Es el caso de Canadá, por ejemplo.

"La proyección del Plan de Fomento de Energías Renovables es correcta. Sin embargo, las medidas de aplicación están siendo algo más lentas que lo razonablemente deseado. El plan es bueno, pero los pasos dados hasta la fecha son insuficientes", comenta Eugui. "Alemania y Francia lo están haciendo mejor", dice cuando se le pide que haga una comparación. En 2003, Alemania ya había alcanzado una cuota bio del 1,4% con respecto al total consumido en transporte. El triple que España en 2005. Este diario ha intentado infructuosamente obtener el punto de vista de representantes del Ministerio de Industria con respecto a estos datos y políticas.

Otra vertiente de posible empuje son las subvenciones agrarias. El importe actual de la ayuda por hectárea para cultivos energéticos asciende a 45 euros y es similar al de otras ayudas para fines alimentarios. Esa aportación no cubre la diferencia de competitividad que hay con los productores de otros mercados y no incentiva a cambiar el sector alimentario por el energético, pese a que en el primero haya sobreproducción, y en el segundo, interés por la autosuficiencia. Un reajuste de las ayudas, incluso sin variar su importe, quizá no sería un disparate.

Mientras las políticas públicas no se mueven significativamente, sí que lo hace el precio del petróleo. Y a su sombra, cada vez más grande, florecen los biocarburantes.

Planta de biodiésel de Acciona en Caparroso (Navarra).
Planta de biodiésel de Acciona en Caparroso (Navarra).LUIS AZANZA

Yacimientos de colza y remolacha

NO TIENEN PINTA de emires, desde luego, pero podrían convertirse en referentes centrales del mercado de la energía. Los agricultores miran con comprensible interés al sector de los biocarburantes, especialmente en España, en un momento en el que la reforma de la Política Agrícola Común de la UE y la competencia de los productores de otros países hacen la vida difícil y empujan hacia el abandono. La materia prima para producir biocarburantes consiste en plantas oleaginosas (colza, girasol, soja...) en el caso del biodiésel, y productos azucarados (remolacha, caña de azúcar, maíz...) en el caso del bioetanol, que se mezcla con la gasolina. Los expertos coinciden en indicar que los biocarburantes actualmente no podrían sustituir totalmente al petróleo, ya que para ello se necesitarían superficies agrícolas superiores a las disponibles. Pero la tecnología avanza. Y mientras tanto, es posible reducir en un porcentaje significativo la dependencia del petróleo, reduciendo además proporcionalmente la emisión de CO2. La emisión producida por el biocombustible que se quema se compensa con lo absorbido por la planta durante su vida. El balance es, por tanto, neutro. A eso hay que añadir lo que se emite para cultivar la planta y transportarla. Aun así, normalmente, compensa. E incluso si las opiniones alrededor de las propiedades menos contaminantes de los biocombustibles no son unánimes, es significativo el apoyo que reciben de organizaciones ecologistas como Greenpeace.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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