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Reportaje:APUNTES

Valencia vista por los universitarios europeos

Los dos campus de la ciudad son el tercero y el cuarto más elegidos de España. Varios estudiantes explican por qué.

Ignacio Zafra

Valencia tiene fama entre los universitarios europeos. Sólo dos universidades españolas (Granada y Complutense de Madrid), superan a los dos campus de la ciudad, que alojaron el curso pasado a 2.602 erasmus, de acuerdo con el último informe presentado por la Comisión Europea. Pero, ¿qué encuentran los universitarios en Valencia?; ¿qué opinan del funcionamiento de sus universidades?, ¿y del carácter y las costumbres de sus habitantes?

Una serie de entrevistas sin carácter científico a varios de ellos ofrece respuestas esperadas -del tipo ciudad manejable con buen clima-, pero también otras más imprevistas. Los alemanes, por citar un caso, que constituyen el segundo colectivo más numeroso después de los italianos, consideran prohibitivos los precios de los alimentos en los supermercados.

Valencia atrae pero la primera impresión no tiene por qué ser elevada. Habla Delphine Duthieuw, de 23 años, francesa de Lille y estudiante de Filología Hispánica: "La verdad es que cuando llegué me decepcionó. A lo mejor no entré por la carretera más guapa, pero cuando vi esas calles superanchas, con esos edificios superaltos que no eran muy bonitos, pensé: ¡Vaya, donde me he metido!".

Casi todas las ciudades son, de una manera u otra, como una cebolla; es necesario pelar varias capas antes de emitir un juicio razonable sobre ellas. Boris Terlinden, de 25 años, estudia Tecnología de los Alimentos y llegó al campus de Vera en agosto. Su visión de Valencia cambió radicalmente después de recorrer Ciutat Vella: "Me impresionó porque en Alemania, en Colonia por ejemplo, los edificios fueron destruidos durante la guerra y no quedan muchos centros históricos. Los edificios son nuevos y por eso la arquitectura no es tan atractiva como aquí".

Todos los erasmus entrevistados coinciden en considerar a los valencianos amables, lo que no significa necesariamente ni abiertos ni acogedores. A la ciudad, en cambio, le reconocen sin reservas un carácter proclive a la fiesta, al callejeo y una atmósfera de tolerancia.

Bruno Pomara, de 21 años, estudiante de Historia, se refiere concretamente a la facilidad y a la naturalidad con la que se consumen drogas blandas. El siciliano sabe de lo que habla. Ha accedido a dar su versión de la ciudad, entre clase y clase, a condición de hacerlo en uno de los bancos del jardín que divide la avenida de Blasco Ibáñez. Antes de responder a la primera pregunta, Pomara enciende un porro que guardaba liado en su paquete de tabaco. "Me gusta porque es muy mediterránea. La gente va relajada, se para mucho mientras trabaja. No es todavía una ciudad europea, en las que la gente va con el ritmo

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muy rápido". Pomara comparte la opinión y el porro con Fanny Chouteau, de 20 años, llegada desde Montpellier: "El ritmo de vida es más tranquilo que en Francia. Al principio se te hace un poco raro, porque quieres hacer cosas y los sitios están cerrados".

Jana Hulbest, de la Universidad Europa-Universität Viadrina, de Frankfurt (Oder), estudiante de Ciencias Culturales, eligió Valencia, entre otras cosas, porque le interesaba el carácter bilingüe de la ciudad. Asegura que la calidad de la Universitat de València no desmerece a las alemanas, pero le resulta "más frontal". "Casi todo lo hace el profesor y los estudiantes solamente oyen y apuntan. En Alemania hacemos más exposiciones, es más interactivo. Me sorprende, además, que aquí, cuando acaba la clase, la gente se levanta y se va. En Alemania siempre expresamos las gracias al profesor, que ha hecho un esfuerzo para enseñarnos cosas durante una hora y media y tal. Aquí se van sin decir adiós, nada".

La rotundidad de Boris Terlinden, de la Universidad de Bonn, contribuye a mitigar un cierto complejo de inferioridad: "Yo todavía estoy impresionado. Sólo puedo hablar sobre mi carrera y mi departamento de Tecnología de Alimentos, pero la Politécnica me parece mucho mejor que mi universidad en Alemania. Y creo que es por el dinero: los estudiantes españoles tienen que pagar más, pero se nota mucho. En el equipo de laboratorio, en los ordenadores, en todos los servicios de la universidad. Es increíble. La biblioteca... no tenemos una casa de alumnos", dice, y señala el edificio acristalado que hay junto al paseo central del campus de Vera, "ni tenemos bolsa de empleo, bolsa de prácticas...".

Y Delphine Duthieuw, de la Universitat: "En Francia no se usa tanto Internet. Aquí tienes la tarjeta, tienes tu portada y puedes hacer muchas cosas, hay profesores que ponen clases en Internet...".

A Jana Hulbest y a Boris Terlinden les molesta la suciedad de algunas calles. "Y otra cosa de la que me he dado cuenta", dice Hulbest, "es que aquí la gente no tiene tanta conciencia para proteger el medio ambiente. Por ejemplo, cuando van al supermercado siempre cogen bolsas, cinco bolsas, para pocas cosas. Nosotros las llevamos de casa para no gastar tanto plástico".

España es el país que más erasmus recibe, la friolera de 25.500 el curso pasado. A los europeos les interesa aprender castellano, y por ello muchos descartan Barcelona. Otros descartan Madrid por ser demasiado grande. Ambas circunstancias juegan a favor de Valencia. "La ciudad es muy bonita", concluye Terlinden, "hace calor, y no hay invierno. Los valencianos no necesitan chaquetas muy gordas. Es fácil conocer a la gente y a los valencianos les gusta mucho salir por la noche. También hay playas, si quieres ir. El supermercado es caro, los precios de lo demás, normales, las chicas guapas...".

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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