La palabra más bonita del español
Los cibernautas eligen durante las próximas tres semanas la voz más bella en sí misma, más por su fonética que por su significado. Quince personalidades de la cultura de América y España se unen a este juego lúdico-lingüístico
Un mito desempolvado cuenta que primero fueron las palabras, y fueron ellas quienes crearon las ideas, los objetos, los seres y los sentimientos. Y que la vida sólo es su molde, su parte visible; aunque sólo las palabras más bonitas en sí mismas, por su sonido y estética, pertenecen a esa estirpe.
Ahora, desde el ciberespacio, se intenta descubrir cuáles son las palabras que descienden de ese génesis poblado de letras. La Escuela de Escritores de Madrid lanzó ayer en su web (www.escueladeescritores.com) una convocatoria para elegir "La palabra más bonita del castellano", cuyo resultado divulgará el 23 de abril, Día del Libro. Cada cibernauta pondrá su palabra preferida y argumentará su elección relacionada con su fonética, etimología, ritmo, armonía, gracia y demás resonancias estéticas, antes que con su significado, aunque no importa que en ella confluyan las dos valoraciones. EL PAÍS se ha unido a este juego lúdico-lingüístico-literario y ha preguntado a personas de la cultura de España y América Latina por su palabra más bonita.
Jaramillo: "Caravana tiene cuatro sílabas sonoras, aes como en una fila de camellos"
Ouka Leele: "Clepsidra, porque un día que escribía un poema su sonido llegó sin avisar"
Wagensberg: "California es crujiente y suave y con vocales simétricas respecto de la o"
Incertidumbre despierta esta convocatoria. E incertidumbre es una de las palabras elegidas por Javier Marías. Para el autor de novelas como Corazón tan blanco y la trilogía Tu rostro mañana, esa palabra no sólo es bonita y sonora, sino que además es portadora de un significado que le llama la atención. Aunque para su primera elegida hay que abstraerse de su significado: nauseabundo "es muy sonora y rotunda, además de tener suficiente longitud. Es una palabra que se amolda y acopla muy bien a lo que denomina".
Goza de la misma suerte de jarro, la preferida por María Victoria Atencia. La creadora de los poemarios De pérdidas y adioses y Las contemplaciones considera que jarro "es palabra breve, llana y tiene dos consonantes muy españolas: la jota y la erre, y dos vocales sin repetición. Su concepto representa una cavidad o recipiente que admite agua, flores, vino y, si se quiere, amistad, tristeza, soledad, etcétera". Pero la poetisa tiene especial debilidad por paz por su concepto. Y afirma que le gustaría "ese mismo concepto aunque se llamara de otra manera".
No ocurre así con antiflogístico, elegida por Juan José Millás, que desconocidos zurriburris cambiaron por un simple antiinflamatorio. Por eso, el narrador de El orden alfabético se queda con antiflogístico, su favorita desde que la descubrió en la universidad: "Suena bien y estaba en los prospectos de medicina en que me inicié, y desde entonces me gusta mucho aunque ya no se usa".
Pero no es la única en desuso. De ultramarino se otea igual destino. La historiadora Isabel Burdiel lo sabe. "Es una palabra que fonéticamente me encanta porque reúne dos palabras que me gustan, marino y ultra, que mezclan dos consonantes que me encantan: la ele y la eme. Además de ser polisémica, me transporta a mi infancia en Galicia, donde estas tiendas me daban la idea de un mundo de aventura más allá del mar y estaban llenas de olores de especias que venían de otros lados".
Reminiscencias en deuda con alguna caravana. La de "cuatro sílabas sonoras, cada una en a, aes en fila como una fila de camellos o de camiones", dice Darío Jaramillo, poeta y narrador colombiano autor de Aunque es de noche y Novela con fantasma. Porque, agrega, "la caravana evoca la aventura -¡otra palabra que escogería!-, el cambio, el camino". Entonces el escritor da más pistas de por qué es infiel a las palabras cortas, sus preferidas: "La pronunciación de caravana admite decirla en voz alta y mejora en el susurro".
Una voz baja también es buena triquiñuela para alguna persona mórbida. "Una palabra que involucra muchas cosas. Es algo sensual, aterciopelado, delicado o tierno que da una sensación de bienestar", revela Fanny Mickey, actriz y directora del Festival Iberoamericano de Teatro que cada dos años por estos días zarandea con su algarabía las calles de Bogotá.
Hasta convertir la ciudad en una zambra, la palabra preferida de Manuel Borrás, editor de Pre-Textos. "Esa fiesta bulliciosa de origen morisco que se emplea para saraos gitanos me parece que fonéticamente es preciosa. Es una palabra muy neta; con baile, como una jarana, un fiestorro".
Una guachafita ajena al desasosiego, que al autor peruano Jorge Eduardo Benavides le encanta por su sonido: "Es como un viejo tren que inicia su marcha". Resonancias a las que se suman, dice, el ser una palabra inquietante y turbadora "que nos coloca al borde mismo de la angustia y al mismo tiempo nos obliga a no ceder a la desesperanza. Es como una pequeña extravagancia del castellano".
Y si esa excentricidad lingüística se combina con misterio, fantasía y gracia resulta clepsidra. "Que aunque suena como un insecto mágico, es un reloj de agua. Era el tiempo que tardaba en caer el agua de un cántaro a otro", recuerda la artista Ouka Leele, premio Nacional de Fotografía 2005. Una palabra que llegó a su vida como un galante truhán. "Un día empecé a escribir un poema y su sonido me venía solo, sin avisar". Al final escribió un poema, aún inédito, titulado Clepsidra: "¡Cuántas noches! / Redonda y misteriosa / sinuosa y profunda / me acompañas / esférica amiga...".
Momentos y situaciones extrañas que luego se echan a extrañar, la palabra de Malika Embarek López. Sobre todo por la eñe. A esta traductora de árabe, francés e inglés le gusta la eñe por su destacada identidad en el universo globalizado de hoy. "Esa eñe asociada a España, a los mapas estudiados en mi niñez tetuaní, en las escuelas franquistas del norte de Marruecos colonial. Y la equis, pero que no suene, casi muda; sólo verla escrita, como una cruz. Y la te y la erre seguidas, armando mucho ruido -una algarabía bélica o festiva, de tambores marciales o de circo- y pocas nueces, pues ellas se sienten impotentes sin las vocales". Aunque más allá de la estética, lo que a Malika Embarek le interesa es "la capacidad que tiene una palabra de llevarme a otras, como las caricias".
Igual que un camino y sus recovecos. "Porque es donde siempre he andado y me hace pensar en tomarlo sin tener que imaginar dónde me lleve, y es mi guía para el presente", cuenta Lila Downs, la cantante mexicana que recibió el Grammy Latino 2005 al mejor álbum folclórico por One blood. De gira por España y Europa, Lila Downs divulga las músicas del mundo sin ser ninguna farallulera.
Incluso al amor y a sus dotes de titiritero le canta a veces, la palabra preferida de otra mexicana, Elena Poniatowska. Una que siempre ha acompañado y acompañará a la escritora de El tren pasa primero y La piel del cielo porque es su apellido materno, "es bonita, corta, sonora y además con un gran significado".
En cambio, Jorge Wagensberg se queda con California. Para el físico y director del Área de Ciencia y Medio Ambiente de la Fundación La Caixa, se trata de "una palabra crujiente y suave a la vez. Primero porque todas las consonantes son diferentes y las vocales son simétricas respecto de la o que está en el centro. Además, tiene una etimología que viene del catalán o del latín, que es calor de horno, calor de forn", opina el autor de La rebelión de las formas.
Precisamente, California está emparentada con califa, la elegida por el novelista argentino Gonzalo Garcés. "Es uno de esos términos anticuados que, sin significar nada peyorativo, suenan un poco feroces. Diciendo cálifa o pérgola uno puede darse aires de duro o bajo precio, lo que para enclenques como yo es muy importante", confiesa el autor de El futuro y Los impacientes.
Y tras este inventario de sinfonías verbales, para Manuel Seco, académico y filólogo de gran prestigio, la búsqueda de la palabra más bonita del castellano es un embeleco. Aunque elige una. Una sencilla, común, cotidiana y desprovista de zarcillos. "Es una palabra breve y sonora formada por una vocal central, la vocal más clara, y dos consonantes muy elementales: la pe bilabial y la ene nasal por excelencia. Tres sonidos representantes de lo más claro del alfabeto, del conjunto fonológico del español". Y esa palabra es pan.
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