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La inmigración enfrenta a los republicanos en Estados Unidos

El sector duro del partido desafía a Bush y se opone a su programa de visados temporales

George W. Bush, que logró en 2004 más del 40% de los votos hispanos, quiere un programa de visados temporales que saque de la ilegalidad a 12 millones de indocumentados y resuelva las necesidades de mano de obra; hay republicanos y empresarios que están con él. Pero otros congresistas de su partido le desafían, como ocurrió con la gestión de los puertos por una firma de Dubai. La reforma de la inmigración es el nuevo campo de batalla político, y su desenlace, condicionado por las legislativas de noviembre, es aún incierto.

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El debate en serio no ha hecho más que empezar. El Senado discute un proyecto de visados temporales como el que quiere Bush; lo que salga de esta discusión deberá medirse con la ley que la Cámara aprobó en diciembre: medidas que criminalizan a indocumentados y a los empresarios que les contraten, y una valla en la frontera como solución. En la pelea, cada congresista que se juega el escaño hará lo que sea -incluida la rebelión contra la Casa Blanca- para mantenerlo. Según un sondeo de la NBC, el 71% de los votantes apoyaría a candidatos estrictos sobre la inmigración. Otras encuestas indican que dos de cada tres ven con simpatía las visas temporales.

El debate sobre inmigración, lleno de matices, se presta al simplismo y la demagogia. Hay factores económicos -¿los bajos salarios de los indocumentados ayudan o perjudican?- y de seguridad que preocupan a muchos: aunque los ilegales no tienen nada que ver con los acomodados pilotos suicidas del 11-S, la frontera del Río Grande es un coladero. Las banderas de México y otros países que han aparecido en las calles de Los Ángeles o Chicago no ayudan nada a acallar estas preocupaciones.

Además de los cálculos de las legislativas -de los que no se libran los demócratas, que callan porque los trabajadores blancos pobres están históricamente en contra de la inmigración y las clases medias se dividen-, hay estrategias de más alcance: Robert Frist, líder de la mayoría en el Senado, es un feroz enemigo de los visados temporales, no por el plan en sí, sino por sus aspiraciones presidenciales para 2008, pues quiere ganarse el favor del ala más dura del partido y quitárselo a otro candidato, John McCain, patrocinador del proyecto de ley del Senado.

Los hispanos, la minoría que más crece en EE UU y la gran masa que alimenta la emigración, están en el centro del debate. Los republicanos perderían los grandes logros de Bush con el voto latino si las soluciones las dicta el ala dura del partido. Como señala el conservador David Brooks en The New York Times, "en la segunda generación, la mayoría se convierten en clases medias y pagan impuestos que compensan los costes de la primera generación; en la tercera generación, el 90% de los hispanos hablan inglés con fluidez y el 50% se casan con no hispanos".

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Los medios se han convertido en la plataforma del encarnizado debate, a veces con protagonismo desmesurado, como el del Lou Dobbs, inflamado portavoz de las tesis antiinmigración en la CNN, que cree que los visados temporales son una amnistía encubierta; lo mismo proclama Tom Tancredo, líder del sector duro en la Cámara. Frente a sus tesis, otro periodista conservador, George Will, dice en The Washington Post: "Los conservadores deberían apostar por un programa como el que propone el presidente para suministrar empleos a la economía (...) y apoyar la reducción de la ilegalidad favoreciendo que los indocumentados paguen una multa, se pongan al día en los impuestos y aprendan inglés. Los falsos conservadores llaman a esto absurdamente una amnistía, cuando lo que se trata de evitar es una subcultura de marginados como la de los guetos árabes en Francia".

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