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Récord de inmigrantes en Canarias

En lo que va de año, unos 2.430 inmigrantes subsaharianos no han perecido ahogados en la travesía desde Mauritania y han tenido la fortuna de llegar a alguna de las islas Canarias, sobre todo a las costas del sureste de Gran Canaria y Tenerife.

Aunque hay alguna excepción, la mayoría lo hace en relativo buen estado de salud, con leves hipotermias y deshidrataciones, lo que contrasta con el estado al borde de la muerte en que desembarcaban muchos de los que alcanzaban la costa de Fuerteventura.

Los expertos aventuran la posibilidad de que, al embarcar desde Mauritania y evitar el desierto del Sáhara, bajo control marroquí, el maltrato físico, emocional y alimentario a que son sometidos los inmigrantes es mucho menor que cuando pasaban hasta años a la intemperie, en cuevas o en pisos francos de las ciudades marroquíes o de la antigua colonia española.

Las embarcaciones que llegan a las islas desde septiembre pasado son las conocidas como piraguas o cayucos, más largas y robustas (15 a 17 metros de fibra de vidrio y troncos) que una patera (6 metros de listones de madera mal encajados unos con otros), sortean mejor el oleaje y son más estables. Van equipadas con dos motores de 40 caballos (frente al pequeño motorcito de 20 caballos de las pateras) y sus pasajeros están mejor equipados para la vida en alta mar: varias prendas de abrigo, ropa impermeable, botas de plástico, conservas, alimentos frescos, pan, agua y más de 10 garrafas de 50 litros de combustible.

Pero quizá el elemento que más diferencia ambas vías para alcanzar las islas es que, mientras las pateras que partían desde Marruecos o el Sáhara se guiaban por una artesanal brújula que debía señalar el rumbo 340 hasta dar con los tres haces de luz del faro de La Entallada (en Fuerteventura), ahora todos están equipados con GPS, un sistema de navegación por satélite que indica palmo a palmo la ruta a seguir.

Bordean primero la costa africana y en cabo Bojador enfilan hacia Tenerife o Gran Canaria, en un trayecto que debe durar unos cinco días, sin necesidad de más referencia en el horizonte.

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Una anécdota reciente ilustra cómo ha evolucionado este fenómeno: mientras los que llegaban desde 1996 hasta el año pasado no sabían dónde desembarcaban (les decían que así llegarían "a Europa"), la semana pasada, los agentes de la Guardia Civil que llevaron a cabo un rescate en el sur de Gran Canaria se quedaron atónitos al escuchar a un inmigrante preguntar en un perfecto castellano si la playa que estaba pisando pertenecía a la isla de Tenerife.

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