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Columna
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Memoria Histórica

La salud democrática exige que PSOE y PP se acerquen a posiciones de diálogo. El consenso en cuestiones de Estado haría que la sociedad percibiera que se quieren los principios de libertad, derecho y justicia que informan el sistema democrático. Ni la mayoría absoluta, por la que se gobierna en Andalucía, autoriza a entrar en juegos personales o en errores que pudieran hacer ver que se identifica al grupo popular -que es un partido democrático- con el franquismo, ni los dirigentes del PP-A pueden actuar introduciendo elementos de confusión que les identifiquen con la extrema derecha antidemocrática. Desde este punto de vista resulta totalmente inaceptable la actuación que, en el Parlamento de Andalucía, han protagonizado la consejera de Justicia y el diputado popular Carlos Rojas, con motivo de los trabajos que se están realizando para la recuperación de la Memoria Histórica en Andalucía.

Ni las actuaciones represoras que tuvo uno de los abuelos del diputado -como afirmó la Consejera- ni el intento de recuperar la Memoria pueden significar que el protagonismo represor de un pariente -si es que lo tuvo- interese a la Memoria, ni que los deseos de paz y la política, que a estos efectos aborda un gobierno, puedan vincularse exclusivamente a la forma que decidan quiénes han sufrido el terrorismo. No se puede ser juez y parte. Llevar la discusión política a estos extremos, además de ser un error, es una estupidez. Y lo son por cuanto el conocimiento de los hechos que acaecieron durante y, en especial, después de la guerra civil, no pueden hacer de mejor ni de peor condición a vencedores ni a vencidos. El conocimiento de los hechos de un país sirve para construir el presente y para preparar el futuro.

Hoy, cuando ya se han cumplido 25 años del frustrado golpe de Estado, más de la mitad de los españoles no habían nacido o eran menores de edad. Pues, bien, si esto fue hace 25 años, y apenas se recuerda, si nos remontamos a un tiempo anterior resulta que la inmensa mayoría de los españoles no saben que hubo un periodo en el que la persecución, el asesinato por ideas y las hoy llamadas operaciones cóndor eran el pan nuestro de cada día en España. Y esta realidad es necesario conocerla. Hay que recuperar la Memoria. No para conocer los actos de los abuelos de unos y de otros, sino para traer a la vida a los que existieron y les estaba prohibido existir hasta después de muertos. También para que todos sepamos defender el presente sin extremismos y mirar al futuro. Es preciso saber de la fortuna que es vivir en un sistema democrático, como también de la tragedia que supuso vivir en una dictadura.

Son algunas de las razones por las que decía que sería bueno para la salud democrática, el consenso en cuestiones de Estado, y que la discusión política, en los términos a los que se ha llegado, eran un error y una estupidez. El error, retirando del diario de sesiones las referencias familiares del diputado que se hicieron, es un paso adelante en esta línea por parte de la consejera. Sin embargo no se puede decir lo mismo del PP-A. La insistencia al día siguiente -23 de febrero- por parte de la popular Oña, glosada por sus meteduras de pata, en hablar de claudicación ante el terrorismo así lo enseñan.

Estos posicionamientos, y hay decirlo claro, son ciegos, ignorantes y fomentan el extremismo. El cese total de la violencia debe ser el objetivo y no el acceso al poder, a costa de no convencernos de que la paz es rendición. El Gobierno, por boca de su presidente, se ha comprometido a no iniciar negociación alguna si no hay cese de la violencia, a no pactar con ETA y a no reconocer el derecho a la autodeterminación. Con estas premisas no se entienden estas algaradas. Es necesario pues, y cuanto antes, que se recupere la Memoria en Andalucía. Después de todo este año es el de la Memoria Histórica porque así lo declaró el Parlamento español el pasado 7 de febrero. Y es necesario que esta derecha de Arenas y sus acompañantes empiece a dejar paso a quienes, con planteamientos democráticos y sin crispaciones, ayuden a afianzar un sistema democrático y no un contexto que sólo garantiza el enfrentamiento y no el progreso social.

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