¿Es posible ser vasco?
Mal deben andar las cosas para que Vargas Llosa se pregunte si es posible ser vasco. El celebrado novelista peruano se hacía (y nos hacía) la pregunta desde las páginas de este mismo periódico el domingo pasado. ¿Es posible ser vasco? Pero en los densos párrafos del artículo, dedicado a glosar las memorias recién publicadas de Jon Juaristi (que leímos hace un par de semanas como si fueran una novela triste y un retrato moral al estilo de Gabriel Ferrater), no se daba respuesta a la pregunta. Lo que probablemente quería preguntarse (y preguntarnos) el autor de novelas memorables como La ciudad y los perros, La casa verde o Conversación en la catedral es si resulta practicable o posible ser peruano. Esa sería, en el fondo, la cuestión.
Son preguntas difíciles, con uñas, de respuesta quizás impronunciable. ¿Es posible ser peruano? Si el Perú existe, debería ser posible ser peruano dentro o fuera del país. Otra cosa es que sea más fácil ser peruano dentro que fuera del Perú (o viceversa). El país, en cualquier caso, ha de existir, porque si no, si se tratase de un vulgar sofisma o una mera ilusión, si el Perú fuera una república de viento como la de Gabriel Bocángel o una ínsula Barataria cualquiera, el propio Vargas Llosa no hubiera cometido el desafuero de concurrir a unas elecciones como aspirante a la presidencia de esa república hispanoamericana. Lo que definitivamente (yo juraría que para su fortuna) fue imposible para Vargas Llosa fue ser presidente del Perú.
¿Es posible ser vasco? ¿Es posible dejar de serlo? ¿La vasquidad sería, en plan sartreano, una pasión baldía? Ni siquiera después de ver el Hamlet que Pasqual estrenó en el Arriaga este sábado de Carnaval puede uno responder de manera plausible a estas cuestiones. Ni siquiera el señor Zapatero sabe muy bien qué hacer con España (ser, no ser), su gran problema. El señor Zapatero, según dicen, se la juega entre el ser y el no ser, entre enmendar España reinventándola o dejarla en su sitio, quieta parada. Vivimos una mala realidad que produce estas dudas y este embrollo. ¿Es posible ser vasco? ¿Es posible ser español? ¿Es posible ser peruano? Y entre tanta pregunta, como siempre, la casa sin barrer.
A lo peor sucede que el señor presidente del Gobierno español ha descubierto, al tomar posesión de su cargo, que su país es viento, sombra, nada. Una especie de caverna platónica con un toro de Osborne emboscado. A lo mejor si Mario Vargas Llosa hubiera conseguido batir a Fujimori hubiese descubierto, fatalmente, que Perú es de mentira, un país de cartón y de chapa como los toros de la carretera. Pero, para su suerte y la de sus lectores, puso tierra por medio y reabrió su factoría literaria. Y Perú, mientras tanto, sigue ahí, al parecer. El señor Zapatero, sin embargo, no es ningún novelista peruano, por eso está dispuesto, si le dejan, a reescribir España. ¿Es posible ser español? Ser español, juraban, es una de las pocas cosas serias que se puede ser en este mundo. Es español, decían, el que no puede ser otra cosa. Buen embrollo.
Que Mario Vargas Llosa se pregunte si es posible ser vasco con el Athletic en el precipicio de la segunda división y recién fallecido nuestro último mito viviente, Telmo Zarra, resulta cuanto menos inquietante. ¿Es posible ser vasco? Telmo Zarra era vasco y uno podía verle (porque vivía a escasas manzanas de nuestra casa) como al héroe tranquilo que siempre fue, como al mito viviente que no quería ser. Un vasco de primera.
Hubo un tiempo, les podremos decir a nuestros descendientes, en el que este país producía hombres así: sencillos, nobles, justos. Zarra representaba, más allá y más acá de los campos de fútbol, el ideal del vasco. Nada que ver con la panoplia de tópicos del país: ni pantagruélico, ni fanfarrón, ni malhablado, ni ladino, ni simple, ni bruto. Y menos aún que ver con el estereotipo zafio de lo vasco que nos presentan los programas cómicos de las televisiones (incluida -y quizás sobre todo- la vasca). Y, sin embargo, Telmo Zarra era vasco, aunque no se pasara todo el día preguntándose si es posible ser vasco y, sin cambiar de calle, el emblema de la furia española. Pero Zarra se ha ido (dicen que de cabeza al cielo, y yo lo creo). La cantera se agota. Javier Clemente arenga a sus leones. ¿Es posible ser vasco? ¿Es posible seguir en primera?
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