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Entrevista:SANTIAGO RONCAGLIOLO | Escritor | IX Premio Alfaguara de Novela

"Escribo aquellas películas que me gustaría ver"

Con mucha emoción pero sin perder la serenidad. Así fue como el escritor peruano Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) recibió la noticia de que había ganado la IX edición del Premio Alfaguara. En camiseta y tejanos -"aún no he aprendido a anudarme la corbata", bromeó-, el autor se mostró convencido de que el galardón servirá para afianzar una carrera que, tras unos inicios difíciles, últimamente le está dando grandes satisfacciones.

Afincado en Barcelona desde hace seis meses, procedente de Madrid, donde ha vivido varios años, apenas ha tenido tiempo de pasearse por su nueva ciudad de residencia. La gira de promoción internacional de su anterior novela, Pudor (Alfaguara), no se lo ha permitido. Entre aquella y su nueva obra no hay relaciones formales ni temáticas. "Me gusta el reto de experimentar cosas nuevas, mi continuidad es la ruptura", dice el autor. Pero se mantiene en toda su obra una voluntad estilística, la de desaparecer como narrador para invitar al lector a que se empape de la historia y se familiarice con los personajes como si los estuviera tratando en directo. Y otra marca de la casa, que imprime un sello muy visual a todas sus historias: "Escribo las películas que me gustaría ver", afirma. "Durante muchos años, la literatura se ha sentido avergonzada de usar esta influencia cinematográfica. Y yo he decidido dejar de avergonzarme", señala.

"Me gusta el reto de experimentar cosas nuevas. Mi continuidad es la ruptura"
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En sus tres décadas de vida, Roncagliolo ha vivido en México (donde se instaló con su familia cuando sólo tenía dos años), Perú y ahora España. Y está seguro de que la distancia geográfica con su país de origen, escenario habitual de sus narraciones, le beneficia literariamente. "Es algo que te enseña a escribir no sobre lo que pasa, sino sobre lo que tiene importancia más allá del momento. De eso trata la literatura, de crear personajes más allá de su contexto".

Abril rojo habla sobre el terrorismo, sobre la violencia, tomando como punto de partida una guerra que conoce de cerca, la que enfrentó al ejército y a Sendero Luminoso, y que sitúa durante la época de Fujimori. El libro, de alguna manera, le permite saldar una deuda: "Los peruanos no hemos hablado de esa guerra. Pero en ella murió mucha gente. Lo que ocurre es que no eran intelectuales, ni periodistas. No eran gentes importantes, eran campesinos, y su muerte no significó nada para el Estado".

Con Abril rojo se atreve, pues, a abordar un tema que durante muchos años ha sido tabú en su país, "porque esas muertes se produjeron en gobiernos democráticos, de modo que todos somos un poco responsables de ellas". Roncagliolo señala que otros escritores peruanos de su generación están tratando el tema en su literatura.

Para hablar del punto de partida de la novela, el autor se remonta hasta el año 2000, el mismo en el que se desarrolla la historia. En esa fecha se encontraba en el mismo escenario del libro como observador de las últimas elecciones de Fujimori. "Era tal la maraña de intereses políticos y militares, el contexto era tan siniestro", que un policía fabuló sobre la aparición en escena de un asesino en serie. "Pensé que allí había una buena historia", recuerda. Desde el principio tenía claro el formato, un thriller que bebe de películas como El silencio de los corderos o Seven, sin renunciar a los referentes literarios de los que Roncagliolo se considera deudor. "Cada vez que uno escribe algo usa su tradición. Vargas Llosa es un referente muy importante. Pero los que empezamos a escribir en los noventa lo hacemos en un mundo muy distinto, y sumamos la influencia del cine y los medios audiovisuales".

En cuanto al hecho de haber escogido el thriller, el autor explica: "Me gusta mucho el género y es la única manera de abordar la historia de mi país, que cuando no parece una comedia absurda parece un thriller". La novela es sangrienta y, sin renunciar a alguna pincelada humorística, está plagada de violencia. "No hay maneras muy sutiles para hablar de la guerra", razona el autor. Para armarla, se sirvió de la información de primera mano obtenida como periodista y como trabajador en el ámbito de los derechos humanos durante los dos últimos años del mandato de Fujimori, una ocupación que le llevó a visitar las cárceles y entrevistarse con terroristas y militares.

Pero el novelista insiste en la capacidad de trascendencia que, a su juicio, debería tener la obra. "Creo que es una historia bastante universal sobre todas las guerras. Yo llegué a España cuando se acababa de invadir Irak y pensé que volvía a ocurrir lo mismo que en Perú: se estaba combatiendo a terroristas con ejércitos".

De lo que Roncagliolo no está demasiado convencido es de que a Abril rojo le siente bien el calificativo de novela política. "Es un término que me suena a defensa de una ideología", afirma. Y él espera haber conseguido "hablar de temas sociales y políticos para describir un conflicto, no para ilustrar una ideología".

Santiago Roncagliolo, retratado ayer en Barcelona.
Santiago Roncagliolo, retratado ayer en Barcelona.TEJEDERAS

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