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Reportaje:La reordenación del sector energético

E.ON, un gigante con buenas relaciones políticas

La historia reciente de la eléctrica, marcada por las fusiones y desinversiones, no ha escapado a la sospecha de corrupción

E.ON, el mayor proveedor europeo de gas y electricidad, es el resultado del matrimonio celebrado el 16 de junio de 2000 entre dos gigantes de la industria alemana: la VEBA, siglas alemanas que significan Sociedad Anónima Unida de Electricidad y Minería, fundada en 1929 por el Estado prusiano, y VIAG, Sociedad Anónima de Empresas Industriales Unidas, fundada por el Reich alemán en 1923.

El nombre E.ON surgió de un concurso en el que participaron más de 2.000 personas. La E alude al producto fundamental de la nueva empresa: la energía. E.ON muestra "la decisión de utilizar esa energía para la innovación, expansión y nuevo crecimiento". Según un comunicado de las dos empresas fusionadas, "E.ON es una variante inglesa de la palabra griega que significa infinito". VEBA y VIAG declararon con motivo del bautizo: "El nuevo nombre quiere señalar la intención de ruptura y la decisión de utilizar las grandes oportunidades que se abren en un mercado cambiante a velocidad de vértigo".

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No cabe duda de que, si se estudia la evolución de la nueva empresa, E.ON fue fiel a aquel propósito inicial. La historia de E.ON es un permanente tejer y destejer empresas, deshacerse de unas para comprar otras, y al final parir, si se llega a la compra de Endesa, el mayor consorcio de gas y electricidad del mundo.

El mercado eléctrico alemán fue uno de los primeros en ser liberalizados en Europa, en 1998, y uno de los más rápidos en ofrecer a los consumidores la posibilidad de elegir con plena libertad a su proveedor. Pero, aunque ya operan algunas compañías extranjeras, como la sueca Vattenfall, que adquirió la eléctrica berlinesa Bewag, o la holandesa Nuon, en la práctica se mantienen los antiguos monopolios regionales. Las compañías están obligadas a informar a los consumidores del origen de la energía que producen (nuclear, hidroeléctrica, solar, etcétera). El mercado gasista empezó a liberalizarse en 2004 y está previsto que acabe el proceso en 2007.

El único accionista con participación estable en E.ON es el Estado de Baviera, cuya participación ha pasado en el último año del 4,96% al 2,5%. La autocartera de la compañía se sitúa en torno al 4% del capital.

La nueva empresa orientó muy pronto su estrategia hacia la concentración en el negocio de la energía y al mismo tiempo a la venta de las empresas que pertenecían a VEBA y VIAG y se dedicaban a otros productos. Uno de los hitos de esta política fue la adquisición el año 2003 de la totalidad de Ruhrgas SA, que se realizó tras un tira y afloja con las autoridades antimonopolio y es una historia que merece párrafo aparte. Otra adquisición que puso de manifiesto de forma palpable la voracidad de E.ON fue la compra de la británica Powergreen y su hija norteamericana LG&E Energy. La compra de estas empresas fue en su día la mayor de las realizadas por E.ON y ascendió 15.000 millones de euros, una ridiculez si se compara con los 55.000 millones de la operación Endesa.

En muy poco tiempo E.ON se extendió por más de 20 países con 30 millones de clientes y entró con sus 70.000 asalariados en el repóquer de las cinco grandes empresas alemanas, al lado de DaimlerChrysler, Siemens, Volkswagen y Deutsche Telekom.

Mientras tanto, E.ON se desprendía de las empresas ajenas a la energía, como las de telecomunicación (E-Plus y la participación en British Telecom) e inmobiliarias, como Viterra, propietaria de 152.000 viviendas, que era la mayor inmobiliaria de Alemania y E.ON la vendió por 7.000 millones. Todas las ventas supusieron unos ingresos de 40.000 millones.

Tras comprar Ruhrgas, E.ON se organizó en cinco unidades de mercado: Centroeuropa, Paneuropea, Reino Unido, Norte de Europa y Estados Unidos. Si se realiza la compra de Endesa, se creará una sexta unidad.

No se ha visto libre E.ON de los escándalos que en los últimos años han salpicado a las grandes empresas alemanas. En el mercado de la energía un factor a veces decisivo para el negocio es la complicidad del poder. E.ON se ha distinguido por lo que en Alemania se llama cuidado del paisaje, el clientelismo político, que en los países de estirpe hispana lleva el nombre más vulgar de mordida.

La palma en clientelismo se la llevó el ministro de Economía de la primera legislatura del Gobierno de coalición de centro izquierda entre los socialdemócratas (SPD) y Los Verdes. A Werner Müller, sin carné de partido, lo escogió el entonces canciller Gerhard Schröder (SPD) para la cartera de Economía. No tenía partido, pero sí una relación con E.ON que le pagó durante varios meses 8.000 euros mensuales, en concepto de pensión, que Müller unía a sus haberes como ministro. Se portó bien Müller con E.ON.

Los organismos antimonopolio se opusieron a la compra de Ruhrgas y recomendaron un rechazo estricto "por crear estructuras monopolistas contrarias a la competencia". Müller se sacó de la manga un decreto ministerial que autorizaba la compra de Ruhrgas que al final salió adelante. El escándalo era tan grande que Müller se retiró de la toma decisiones y encargó a su secretario de Estado Alfred Tacke que lo sustituyese.

La sustitución no cambió el signo de la decisión favorable a E.ON. Al salir del Gobierno en 2002, Müller pasó a ocupar la dirección de la Ruhrkohle SA, de la que un 30% pertenece a E.ON. Tampoco le fue mal a Tacke. Al salir del ejecutivo el año pasado, el ex secretario de Estado pasó a dirigir una de las empresas del grupo que preside Müller.

Las actividades de E.ON en el cuidado del paisaje político no pasaron inadvertidas a la fiscalía. Ante la sospecha de corrupción, de sobornos en especie a políticos municipales de varias regiones de Alemania, en especial Renania del Norte-Westfalia, la fiscalía de Colonia abrió un sumario. Los munícipes en número de 28 recibieron prestaciones en forma de viajes pagados a Barcelona, San Petersburgo, Brujas y Noruega. Otros 50 ediles de los Estados federados de Baviera, Hesse, Renania-Palatinado y Sarre viajaron a visitar una plataforma petrolera en Noruega.

No hace mucho volvió a flotar sobre E.ON el tufo del clientelismo. El flamante ex canciller Schröder, dos meses después de dejar el cargo, entró a formar parte del Consejo de Vigilancia de una nueva empresa formada por el consorcio ruso Gazprom con E.ON. Schröder, junto con el presidente ruso Vladimir Putin, había sido artífice, cuando todavía estaba en funciones el 8 de septiembre, del tratado para el gaseoducto entre Rusia y Alemania a través del mar Báltico.

Ayer, las agencias de calificación crediticia Standard & Poor's y Fitch situaron a E.ON en "vigilancia con perspectiva negativa", dado que la oferta por Endesa se financiará fundamentalmente con deuda. Ambas firmas mantienen a Endesa en idéntica situación de observación con vistas a una posible degradación crediticia desde que Gas Natural lanzó la OPA sobre la eléctrica el pasado septiembre.

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