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EL FINAL DE UN POBLADO

Las grúas municipales comienzan a desmantelar el poblado de La Quinta

Las 100 familias, muchas dedicadas a la venta de heroína, abandonarán la zona este año

F. Javier Barroso

La Empresa Municipal de la Vivienda (EMV) ha iniciado el desmantelamiento del poblado chabolista y marginal de La Quinta, en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Los inspectores de este organismo acudieron ayer con una fuerte presencia policial para comprobar que una empresa especializada iniciaba la demolición de las infraviviendas desocupadas y cuyos moradores no pagaban el alquiler impuesto por el Ayuntamiento. Las previsiones municipales recogen que toda la zona quede libre de edificaciones -cerca de un centenar- antes de que termine el verano. Los residentes de la zona, muchos dedicados a la venta de heroína y la chatarra, se quejaron de que el Consistorio no les daba una vivienda digna donde poder instalarse.

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Un férreo dispositivo policial se encargó de proteger a los inspectores de la EMV y a los operarios dedicados al derribo de las infraviviendas. Los trabajos comenzaron sobre las nueve de la mañana y continuaban los iniciados la semana pasada. Una enorme máquina excavadora caminó despacio hasta la calle de los Chalaneros, cerca de la M-40. Se plantó delante de una de las viviendas rojizas, que constan de planta baja, y empezó a demolerla. Primero, inició los trabajos por el tejado. Los muros caían como si fueran de papel. Un simple golpe lateral bastaba para que toda la estructura cayera como un mecano.

Conforme se venían abajo las paredes, se quedaban al descubierto las interioridades de las viviendas, como el solado de los cuartos de baño. También se podía ver alguna televisión antigua abandonada o juguetes inservibles, además de basura.

El tirar abajo una vivienda no les suponía más de 10 ó 15 minutos, dada la falta de consistencia de los materiales de construcción. Antes de iniciar la demolición, operarios vestidos con trajes blancos se encaramaban a los tejados y pertrechados con cuerdas desmontaban una a una las placas de uralita que protegían los tejados. "Como se ha demostrado que son cancerígenas, no se pueden juntar con el resto de escombros. Hay que reciclarlas", comentaron fuentes municipales.

El poblado, uno de los que más trabajo ha dado últimamente a la policía, estaba plagado de agentes. El llegar en coche ya suponía una inversión de tiempo. Un férreo control de acceso impedía la entrada a cualquier persona ajena. Los policías destacados en el lugar aprovecharon para pedir la documentación a los visitantes y la de sus vehículos.

Como se trata de una zona abierta, también había agentes montados a caballo que no paraban de dar vueltas por si alguien intentaba entrar por los caminos que hay junto a las vías del tren o en cualquiera de los extremos. El dispositivo conjunto del Cuerpo Nacional de Policía y de la Policía Municipal de la capital hizo que más de 80 agentes estuvieran vigilando la zona. Los antidisturbios se encargaban, escopeta en mano, de asegurar las zonas más peligrosas, donde se estaban efectuando los derribos.

Mientras, los chavales correteaban por las zonas más tranquilas en medio de un ambiente de podredumbre y de basura. Cuando el reloj marcaba la una de la tarde aproximadamente, los moradores de La Quinta empezaron a encender lumbres y sa car pequeñas barbacoas. A los pocos minutos de que se hicieran los fuegos comenzaron a asar chuletas y panceta por doquier.

Toneladas de escombros

Después de que el conductor de la excavadora derribara las viviendas, llegaban otros compañeros y cargaban los escombros en camiones de gran tonelaje. De este modo, dejaban el solar limpio y evitaban que con ese material de desecho fueran levantadas nuevas infraviviendas.

Varias brigadas del Servicio de Limpieza Urgente (Selur) del Ayuntamiento de Madrid esperaron en la calle de acceso al poblado para asear toda la zona.

Fuentes municipales señalaron que este poblado será completamente derribado antes de que termine el verano.

Los trabajadores sociales del Instituto Madrileño de Realojo (IRIS), dependiente de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, iniciaron ayer por la mañana la recogida del mobiliario y la documentación que tenían en la calle de los Chalaneros. Un equipo de mudanzas se llevó los enseres ante el riesgo de que los moradores de las viviendas la emprendieran a tiros contra el local, como han hecho en otras ocasiones. Éstos les han culpado en otras ocasiones de los problemas y de los desalojos que ha habido en La Quinta. Fuentes del Gobierno regional no descartan que sigan haciendo su trabajo de formación y de inserción en la sociedad, ya que algunos de los hombres mayores y con autoridad de la zona pidieron que no se marcharan.

De hecho, se vivieron escenas duras entre los trabajadores sociales, que se despidieron con lágrimas en los ojos de los residentes del poblado. "Mañana no venimos ya", decía lacrimosa una de las empleadas del IRIS.

Más derribos

Los derribos no van a parar. Ayer mismo, dos agentes judiciales acudieron al mediodía para entregar dos órdenes de desahucio. Las familias habían dejado de residir en los domicilios que constaban en el juzgado. En otra ocasión, los moradores habían abandonado la vivienda, ya que se habían mudado a otros poblados chabolistas.

Fuentes policiales señalaron que la actividad de demolición de La Quinta continuará, previsiblemente, hasta el próximo jueves. Será entonces cuando se acabe con la primera fase para terminar con este poblado chabolista que ha traído de cabeza a la policía en los últimos años.

"Se necesita un gran esfuerzo de gente, pero es necesario acabar con este poblado por el que transitan decenas de drogadictos. Además, el problema es que muchos iban muy mal y el tren les pegaba algún golpe que les costaba la vida. Aquí sólo hay miseria", señalaron fuentes policiales.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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