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Entrevista:GEORGE CLOONEY

Tocado por la buena suerte

Su carrera está en el punto más alto. Después de un año horrible en lo personal, ahora tiene una buena racha. Es candidato a los Oscar en tres categorías: por el guión y la dirección de 'Buenas noches y buena suerte', y por su convincente interpretación de un agente de la CIA en 'Syriana'.

Para el actor, 2005 fue el peor año de su vida. En esos 12 meses murieron su abuela y su cuñado, y también su perro de una mordedura de serpiente de cascabel. Su salud quedó bastante maltrecha tras una caída en el rodaje de Syriana que le dejó como secuela fuertes dolores de cabeza. Además, en su empeño por sacar adelante la película Buenas noches y buena suerte, uno de los galanes más cotizados de Hollywood, cuyo sueldo medio está en la liga de los 20 millones de dólares, aceptó un drástico recorte de salario y se quedó con un total de tres dólares: uno por escribir el guión, otro como director y un tercero por su trabajo de actor. Además es productor de este filme centrado en uno de los periodos más negros de la historia estadounidense, la caza de brujas del senador Joseph McCarthy contra el comunismo, pero por ese trabajo ni siquiera ha cobrado. Y por si fuera poco, en ese mismo año, Bill O'Reilly, comentarista de la televisión estadounidense tan popular como reaccionario, se dedicó a crucificar la carrera de este actor, demócrata hasta la médula, al que dio por acabado profesionalmente. El fracaso en la taquilla de Solaris (2002), Bienvenidos a Collinwood (2002), Criminal (2004) o Confesiones de una mente peligrosa (2004), algunos de sus últimos estrenos, o de su productora Section 8, parecían darle la razón a O'Reilly.

"Trato de apostar por películas que me interesen. Por rodar 'Buenas noches y buena suerte' he cobrado un dólar"
"Me preocupa que ahora se ponga en duda el patriotismo de nuestra sociedad cuando se cuestiona al Gobierno"

Sin embargo, con la llegada de 2006 la imagen de Clooney está en contradicción con todas sus desgracias. Sonriente y caballeroso, con ese punto entre pícaro y pillín con el que se ha ganado a la industria, Clooney, a sus 44 años, no deja de pasear su único esmoquin de Armani por todas las entregas de premios con las que ha comenzado el nuevo año. En los Globos de Oro recogió la segunda estatuilla de su carrera, esta vez como mejor actor secundario por Syriana, y fue candidato a otros tres galardones como mejor guionista, director y productor de Buenas noches y buena suerte. El Oscar también está al alcance de su mano por primera vez en su carrera -es candidato como mejor director y mejor guionista por Buenas noches y buena suerte, y tiene además otra candidatura como mejor actor de reparto por Syriana-, una ceremonia a la que nunca asistió porque nunca antes fue nominado. Y el nombre de este actor, que saltó a la fama como el guapo doctor de la serie de televisión Urgencias, se codea en la misma lista de candidatos con veteranos como Steven Spielberg y Ang Lee en las candidaturas a los premios del Sindicato de Directores.

Parece que el 'annus horribilis' ha quedado atrás.

No me puedo quejar. Disfruto de una buena vida en la que hago lo que me gusta, y me divierto.

Y lo de la salud, ¿fue en serio o es un truco publicitario?

Totalmente en serio, pero fue culpa mía. No me quise dar cuenta de que ya no tengo 34 años, y me comporté como si tuviera mis 77 kilos habituales cuando pesaba más de 94. ¡Gané 15 kilos en 30 días para el papel en Syriana, lo que es una burrada! ¡Me puse como Orson Welles! Y luego me empeñé en rodar una escena de tortura en Syriana atado de verdad a la silla en lugar de pretender que lo estaba. Fui en plan "aquí estoy yo", un deportista que aguanta lo que le echen, y así me fue. Me golpeé la cabeza con el suelo en una de las caídas y lo siguiente fue verme en un avión de camino al hospital. Ha sido un año duro en lo que se refiere a la salud, y todavía sufro dolores de cabeza, aunque ya van cediendo. Después de trabajar en una serie de hospitales, lo menos grave que se me pasaba por la cabeza era que tenía un aneurisma.

Lo del sueldo, supongo entonces que tampoco son exageraciones.

Para nada. Un dólar, ni más ni menos, por actuar, dirigir y escribir Buenas noches y buena suerte. Y por Syriana, 500.000 dólares, que puede sonar a mucho, pero no es tanto cuando normalmente te ofrecen 20 millones de dólares por película.

Al parecer pensó en hipotecar su casa italiana para financiar el filme. ¿Por qué quiso arriesgar tanto?

Se trata de apostar en mi propia carrera. Si no pides mucho dinero por los guiones que de verdad te interesan es más fácil llevarlos a la pantalla. Acepté este tipo de pago con Tres reyes y lo mismo con O Brother. Si quieres algo tienes que aceptar los riesgos. Y sé que mi nombre puede llevar un proyecto a producción. Así que por cada filme entretenido y que dé dinero que haga me puedo permitir hacer otra película que me interese de forma más personal. Es un trueque, aunque a veces cansa esto de ir pidiendo. Matt Damon ya me huye. En Syriana conseguí que trabajara por nada para poder hacer la película. Pero se lo puede permitir. Matt tiene dinero. Tiene una o dos franquicias por ahí que le darán de comer [risas].

También hay una o dos franquicias taquilleras en su carrera.

No hay nada malo con los taquillazos. Lo único es que no son más que eso, éxitos de taquilla. A mí me gusta hacer películas, pero si encima hago cosas que den que pensar, pues tanto mejor. En ocasiones es bueno lo de levantar polémica. Unas veces se gana y otras se pierde, pero disfruto en el proceso. Además, lo contrario sería una inconsciencia por mi parte.

Bajo la imagen de vividor que ha destilado la figura de Clooney durante toda su carrera, subrayada por las perennes ojeras del soltero más codiciado de Hollywood, el actor esconde la mente de un cooperante, demócrata declarado y siempre dispuesto a arrimar el hombro, aunque eso le suele acarrear las iras de la derecha conservadora. La participación de Clooney fue decisiva para organizar el homenaje televisado a las víctimas del 11-S, y el pasado verano estaba entre los que acudieron a la cumbre del G-8 en Escocia, junto a Bono y Bob Geldof. Por eso no es de extrañar que Clooney esté ahora a la cabeza de esta nueva ola de cine político de Hollywood, películas que quieren promover el debate recurriendo a la historia para recordar la importancia de la libertad de expresión, como es el caso de Buenas noches y buena suerte, o, partiendo de la ficción, para crear un escenario real de las tramas políticas y económicas que se dan cita en Oriente Próximo, en Syriana. "Soy de la generación del Watergate. Mi padre [Nick Clooney] es periodista y nos enseñó a leer el periódico, a recopilar toda la información y a no dar nunca nada por sentado. Crecí en un momento en el que era normal cuestionar a tu Gobierno. Mis gustos también datan de aquel entonces. Todos los hombres del presidente, El candidato, Apocalypse now. Si lo piensas, las cosas no han cambiado tanto. George Bush y Michael Jackson siguen dominando la política o el espectáculo".

Pero ahora está peor visto el cine con conciencia política.

Hay que dejar pasar un plazo de aclimatación desde que surge el debate en el seno de la sociedad hasta que se plasma en un filme. Todos los hombres del presidente tardó cuatro años en llegar a las pantallas después del Watergate. Apocalypse now hubiera sido imposible de filmar durante la guerra de Vietnam. Es el público, la sociedad, el que se politiza, y lleva su tiempo el poder llevar ese interés a la pantalla.

Aun así, los actores siguen siendo crucificados por sus comentarios políticos.

Tenemos mala prensa. En la actualidad, los actores perjudicamos a los políticos cada vez que nos sumamos a una de sus causas. Ya lo noté en las últimas elecciones, cuando mi padre se presentó como congresista [por Kentucky] y le llovieron ataques que en realidad iban dirigidos contra mí. Y eso que me mantuve al margen de su campaña para evitar la crítica fácil del glamour de Hollywood contra los valores de la América profunda. Lo mismo le dije a [John] Kerry cuando me pidió que le acompañara en su campaña [por la presidencia de Estados Unidos]. En cuanto se habla de política, nadie quiere saber tu opinión si eres actor.

¿Y cuál es su opinión? ¿Cree que los actores deben hablar de política?

Hay un momento y un lugar para cada cosa, pero no creo que los actores estemos descubriendo nada que no se haya dicho antes. No sabríamos de lo que estamos hablando si la prensa no hiciera su trabajo. El buen periodismo sigue existiendo, lo que pasa es que hay que buscarlo. No son tres cadenas, sino trescientas las que hay por ahí, y tienes que buscar los datos, la información y de quién te puedes fiar. Pero no creo que el cine o los actores estemos liderando ninguna revolución en términos políticos.

¿Ni tan siquiera fenómenos como 'Farenheit 9/11'?

Soy mucho más partidario del debate que del discurso. Digamos que soy menos polémico que Michael Moore. Mi deseo es promover la discusión, no adoctrinar a nadie. Soy de la opinión de que es mejor escuchar a ambos lados. Bill O'Reilly se pasó media hora de programa diciendo que mi carrera estaba acabada por culpa de mis ideas. No puedo por menos que aceptar la crítica. ¡Cómo voy a defender la libertad de expresión sin que digas nada en mi contra! Creo que soy mayorcito y puedo aguantar los golpes.

Parece que disfruta con la polémica.

Estoy encantado de hacer películas como las que acabo de hacer, capaces de tener este tipo de impacto en la sociedad; que promuevan el diálogo sobre la libertad de expresión o sobre la situación de Oriente Próximo. No siempre es así. Desde luego que Batman y Robin no dio mucho de qué hablar, pero me pagó la casa [risas]. A mí me interesan películas como El baile de los malditos, Los mejores años de nuestra vida, El regreso, Adivina quién viene esta noche…, filmes que te hacen pensar. Hay algo maravilloso en eso de promover la discusión, y hubo años en los que Hollywood no lo pudo hacer. Pero también es estupendo lo de ir al cine con el mero propósito de divertirse. A mí me encanta Ocean's twelve. Disfruté con su rodaje, y no veo nada malo en ese tipo de cine. Pero todo tiene su momento y su lugar, y ahora me apetece hablar de algo más en mis películas.

Para Clooney, la televisión es como su familia. Creció en una pequeña emisora de Cincinnati, en Ohio, donde trabajaban sus padres. Para cuando tenía seis años, los platós eran su lugar de recreo; a los nueve sujetaba los carteles de apoyo, y al llegar a los 11 sabía manejar el teleprompter. También le interesó el periodismo, y aprobaba los exámenes diarios que le ponía su padre sobre lo que había pasado durante el día. La afición nunca le dio como para acabar sus estudios, pero el interés se le quedó en el cuerpo. "Recuerdo que solía decir que quería ser famoso, pero nunca pensé que lo dijera tan en serio", suele bromear su padre.

También le quedó dentro la admiración por uno de los héroes de la televisión, el periodista Edward R. Murrow, cuyo enfrentamiento verbal con el senador McCarthy en 1954 fue el principio del fin de la llamada caza de brujas contra comunistas en Estados Unidos. Su historia inspiró a Clooney para la realización de Buenas noches y buena suerte, una película que, además de necesaria, considera "una carta de amor" a todo lo que le enseñó su padre. "Mi padre tiene muy pocos héroes, y uno de ellos es Murrow por la valentía e inteligencia que demostró en su enfrentamiento con McCarthy. Lo mismo ocurre con Walter Cronkite y sus informaciones sobre Vietnam. Como dijo Johnson, el que fue presidente de Estados Unidos, cuando no quiso presentarse a la reelección: 'He perdido a Cronkite, he perdido al país'. Fueron dos periodistas que tuvieron un impacto directo en Estados Unidos y con los que se pueden establecer claros paralelismos con lo que vivimos hoy".

¿Qué le decidió a plasmar estas inquietudes en la pantalla?

Para ser honesto, te diré que se trata de un proyecto que tenía escrito desde hace años con intenciones de convertirlo en un telefilme. Pero el ahora o nunca me lo dio la preocupación por la historia. Por la forma en la que se está reescribiendo el pasado y por el peligro que sufren en la actualidad las libertades civiles en nuestro país. ¿Qué importa si uno o dos de los nombres que dio McCarthy eran comunistas? Lo preocupante fue el uso y abuso que hizo del miedo y de la delación para obtener esa información, cómo minó la libertad de expresión en aras de la democracia. Lo primero que hace una dictadura es acabar con la libertad de expresión. Ésos son los paralelismos que quiero discutir. La responsabilidad del poder. Me preocupa que en la actualidad se ponga en duda el patriotismo de nuestra sociedad cuando se cuestiona al Gobierno. Me preocupa, por ejemplo, que Padilla [un sospechoso de terrorismo] sea descrito con el ambiguo término de detenido. O es un criminal, y se le juzga según la legislación civil, o es un militar, y se le aplica una corte marcial. Puede que al final sea un terrorista, pero tiene derecho a demostrar su inocencia. Ésa es la democracia que debemos defender.

'Buenas noches y buena suerte' utiliza un estilo documental, en blanco y negro y con un gran número de imágenes de la época, difícil para el gran público.

Sé que es difícil, pero también escuché eso hace años, cuando decían que el público no entendería lo de "taquicardia arrítmica supraventricular". Y ahí tienes Urgencias, todavía en antena. Si me decidí a rodar en blanco y negro fue por utilizar las imágenes de McCarthy en televisión, pero también me pareció que el estilo respetaba la simplicidad de aquella época, mucho antes de que la MTV redujera nuestra capacidad de atención a menos de tres segundos. Además quise tratar el filme como un periodista, y seguí en todo momento el consejo de mi padre de contrastar todos los datos para estar preparado para cualquier crítica.

Y en lo que se refiere a McCarthy, ¿pensó en contratar a algún actor?

Kevin Spacey hubiera sido bueno con 15 kilos más, pero la gente pensaría que estábamos exagerando. Era mejor utilizar sus propias palabras para reflejar sus locuras. Él fue el mejor bufón, y, si pudiera, lo que haría es solicitar a la Academia que le votaran como mejor actor secundario.

Pese a ser un filme político y en blanco y negro, 'Buenas noches y buena suerte' se mantiene bien en la taquilla estadounidense. ¿A qué se debe su éxito?

No puedes hacer una película como Buenas noches y buena suerte y estrenarla como si tal cosa. Tienes que trabajártelo. Si hemos tenido éxito es gracias a las críticas con que ha sido recibida. Con Solaris no tuvimos la misma suerte. La gente salía del cine preguntándose qué era lo que había visto. Esa película me enseñó que nunca debes permitir que el estudio venda una película por lo que no es.

En 'Buenas noches y buena suerte' tan sólo le faltó el papel protagonista…

Mi idea inicial era la de interpretar el papel de Murrow. Sabía que así me sería más fácil conseguir los siete millones de dólares para el rodaje. Pero no me hacía ilusión dirigirme, y pensaba que no era la persona indicada para el papel. David Strathairn tiene el peso correcto.

Por el contrario, en 'Syriana' se limitó a ser un secundario. ¿Le interesó menos el proyecto?

Esto es como cuando te preguntan por los hijos. No tengo favoritos. De hecho, no tengo hijos. Si me decidí a interpretar el papel del agente de la CIA es porque el actor que estaba interesado, al final no pudo hacerlo. Tenía mucho interés en que la película se rodara y pensé que con algunos cambios en el papel y si subía de peso podía hacerlo.

En este caso, aunque es un trabajo de ficción, los paralelismos con lo que ocurre en la actualidad son mucho más cercanos.

Syriana es un filme muy diferente. A su lado, Buenas noches y buena suerte parece una película de Disney. De nuevo quiero abrir el debate, la discusión, pero sin echar el sermón. Es un trabajo de ficción en el que los personajes nos recuerdan muchas cosas que ocurren en la realidad. Pero no es tanto un ataque directo contra Bush, sino una reflexión sobre más de seis décadas de políticas fallidas en Oriente Próximo.

¿Es muy difícil comportarse como una estrella concienciada en medio del 'glamour' de Hollywood?

Está claro que no puedo ir por ahí en un coche despampanante cuando estoy hablando de la corrupción de las petroleras en Syriana. Me acribillarían, y con toda la razón del mundo. Pero tengo desde hace tiempo un coche eléctrico divertidísimo. Sólo cabe una persona, y soy el hazmerreír cuando me monto; pero luego va de 0 a 90 kilómetros por hora en cuatro segundos. Me van mucho más las motos. Tengo tres en Italia y un par de ellas en Los Ángeles. Me gusta la velocidad.

Pero, como dijo antes, la edad no perdona…

¿Te refieres a mi vejez de 44 años con ese aspecto que tengo de alguien que ya cumplió los 58? [risotadas]. La edad no perdona, pero con un poco de suerte te hace la vida más fácil porque te sientes más cómodo con quién eres. No tienes ya que demostrar nada.

Eso suena al canto del cisne de George Clooney como galán de Hollywood.

Tampoco es eso. ¿Me quieres decir que no estoy guapo en Buenas noches y buena suerte? [risas]. No era mi intención la de estar tan subido de peso, pero el rodaje comenzó inmediatamente después del de Syriana y no tuve tiempo de perder esos kilos de más. Pero en mi próxima película, The good german, salgo hecho todo un galán. También en blanco y negro, y con Steven Soderbergh como director, pero es como Casablanca. Cate Blanchett y yo, y una bellísima historia. Es un filme de misterio y asesinatos en Alemania al comienzo de la guerra fría. Y Michael Clayton es una historia de abogados que empiezo a rodar ahora y que tiene otros elementos diferentes. Lo que busco son buenas historias. Me encantaría hacer una gran historia de amor, pero ya es bastante duro encontrar un buen guión como para ponerse puntilloso.

¿Y lo de dirigir? ¿Es fácil volver a ser un simple peón tras haber probado el poder que tiene un director?

Está claro que cuando trabajas como actor en una película nadie te pregunta qué has querido decir con tu obra. Es mucho más creativo ser director que actor. Vives un poco de todos ellos y te da una energía muy diferente. Sí, volveré a dirigir, y estoy preparando un proyecto para televisión sobre Los Diez Mandamientos con otros 10 directores, Soderbergh, Neil LaButte, Gus van Sant… Pero también sigo muy interesado en trabajar con otros realizadores, aunque actuar es lo que me da de comer.

¿Qué otros directores tiene en cartera?

Estoy mal acostumbrado. Ya he trabajado con Soderbergh en cinco ocasiones y un par de veces con los hermanos Cohen [Joel y Ethan]. Alexander Payne está el primero de mi lista. Ha hecho cuatro joyas de sus cuatro películas. Le dije que era un genio y quise trabajar con él en Entre copas, pero me dijo que no, que no era la persona adecuada para el papel, y a mí no me gusta forzar esas cosas. Ya saldrá.

Por mucho que Clooney se empeñe en mantener sus últimos proyectos a una escala mucho más reducida, independiente y personal, su nombre sigue siendo el de un pez gordo en una industria aún mayor. Alguien que ha sido capaz de ir superando con éxito todos los estereotipos de Hollywood. De actor de televisión cruzó esa barrera insalvable que le convirtió en estrella de cine. Ahora ha pasado de galán y guapo de la pantalla a cerebro, alma y corazón de director. Y como productor, muy probablemente cerrará en este año su aventura junto a Soderbergh, pero su deseo es continuar produciendo esas historias que le interesan. Una transformación que este año cuenta además con el espaldarazo que le han dado sus compañeros de profesión.

¿Cuál es la importancia de los premios?

¿Que los puedes utilizar para sujetar el capó? No, en serio, la mejor recompensa es el trabajo bien hecho, pero los premios son siempre bienvenidos. Y todo lo que ayude a realizar filmes como Buenas noches y buena suerte o Syriana, pues mejor aún, porque no son nada fáciles de hacer.

Dicen aquello de año nuevo, vida nueva. ¿Es éste el comienzo de un nuevo George Clooney?

Quizá me dé por casarme y tener hijos. ¡Sextillizos! [risas]. La verdad es que no he hecho ningún plan. Mi única meta es ponerme bueno, y lo cierto es que cada vez me duele menos la cabeza. Es asombroso lo mucho que te olvidas de todo lo demás cuando la salud te empieza a fallar. Ése sí que es un nuevo despertar.

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