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Reportaje:

La calle desde la calle

Las meretrices del centro de Madrid, hostigadas por el Ayuntamiento, miran con recelo la propuesta catalana de 'limpiar' las vías públicas

-Desde que vivía Franco estoy de puta. Era cuando nos llevaban a comisaría y nos rapaban el pelo, y esto siempre lo han querido prohibir, o regular, y nadie ha podido.

Cuando Marta, la cubana, tan bajita y oronda, se abre el abrigo negro que imita astracán para mostrar dos pechos que rebosan sobre el escote, la tarde madrileña, que transcurre a 11 grados centígrados, parece más invernal. "Claro, yo ya soy vieja, tengo 67 años y no me queda más que enseñarlas". A Nadine, que tendrá cuarenta años menos que Marta (ambos nombres son supuestos), se le mueven las trenzas del pelo con las carcajadas. Hoy es el octavo cumpleaños de su hijo, que vive con la abuela en Costa de Marfil.

-A ella todos los policías la conocen, ¿verdad, mami? -dice Nadine con admiración.

"No me gusta estar aquí exhibiéndome, preferiría limpiar calles, pero ¿qué ganas?, ¿400 euros?"
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Desengaño, una de las calles históricas de la prostitución en Madrid. Medio centenar de mujeres, todas aparentemente extranjeras [sólo una minoría de la cantidad indeterminada de entre 45.000 y 300.000 prostitutas que trabajan en España son españolas], se reparten los portales y esquinas de la zona. Su tarifa: 25 euros, completo. Los hombres miran pero pasan de largo. Febrero, dicen, es un mes muy malo. Nadine ha tenido dos clientes en 13 horas de esquina, aunque, según Marta, es de las que más gana, entre 3.000 y 4.000 euros al mes. El grupito en el que conversan ambas incluye a dos ecuatorianas muy atildadas que andarán por la treintena. Una dice que era enfermera en su país; la otra, almacenista. Cada una es madre de dos hijos, que están allá. Todas aseguran tener papeles.

-Esta vida no me gusta, estar aquí exhibiéndose, preferiría limpiar calles, pero ¿qué ganas? ¿400 euros? Con eso no te pagas ni la ropa, ni el hostal, ni puedes mandar dinero a tu país.

Ninguna quiere hablar de abandonar la calle para meterse en un burdel, como prevé la ley que prepara la Generalitat para Cataluña. Y dejan la mirada perdida si se les plantea si la prostitución, como ha contestado el Instituto de la Mujer, es una lacra que no debe regularse.

"Pagas cinco euros de habitación, y lo demás es para ti, porque nosotras no tenemos chulo, sólo las rumanas", explican quitándose la palabra. "En una casa cobras 60 euros y te queda la mitad. Allí tienes que estar a determinada hora. Aquí vienes cuando quieres", dice Nadine. La sombra azul de sus párpados le aclara la piel negra, "Y a ver quién va a pagar 60 euros", se ríe, "si muchos vienen todas las semanas, y te piden dos por uno".

-Es más peligroso estar en pisos que en la calle. Cuando encuentras un cliente, vas a un hostal, donde siempre hay gente.

Hablan de hombres trajeados que apestan al desnudarse. De borrachos que no eyaculan y piden su dinero de vuelta. De clientes que roban. De palizas de skins en la Casa de Campo. De aquella compañera asesinada por un cliente habitual, que insistió en llevársela a su casa.

Sus planteamientos son así: lo que ganas, guárdalo, para cuando no puedas venir. Estás aquí por dinero, no porque te guste; pero no haces daño a nadie.

Yolanda Gutiérrez, una de las cuatro educadoras de Médicos del Mundo, recorre los puntos de prostitución callejeros de Madrid repartiendo condones y velando por la salud de las prostitutas. En 2005 atendieron a 1.079 mujeres. "Lo que más les preocupa son los papeles; luego, poder conseguir un empleo, una alternativa. Dicen que la calle está mucho peor, que hay muchos policías, y eso ahuyenta a los clientes. Saber cuántas están traficadas es difícil, porque de eso no hablan. Hay menos prostitutas callejeras, según nuestros datos

". Desde hace dos años, el Ayuntamiento de Madrid hostiga a clientes, proxenetas y meretrices en las zonas calientes de la capital.

¿Y que piensan ellas de que los clientes se registren en los burdeles o que haya un contrato de "prestación de servicios", como se proyecta en Cataluña?

-Pero si nosotras tenemos que dar nuestro carné en el hostal, ninguno quiere saber nada...

-¿Un contrato? En el tiempo de firmarlo ya han follado.

"Quizá tenga que quitar el logotipo", dice Ramón, el propietario de un club de alterne en Martorell, revisando lo que le afectaría la ley que prepara la Generalitat y que prevé que en los prostíbulos, que han de estar en un edificio que no sea de viviendas, no se coloquen reclamos publicitarios y que las prostitutas alquilen las habitaciones. Su club funciona así, según dice. "Trabajan 20 chicas, pagan una pensión diaria, y no me meto en nada, salvo en una revisión médica mensual". Ramón está afiliado a la Asociación de Empresarios de Clubes de Alterne (Anela), que reúne a 200 de los 2.000 que hay en España. Anela aplaude la regulación que promueve Cataluña. "La mayoría de las traficadas y las que están con proxenetas se resguardan en pisos", dice el secretario general de la organización, José Luis Roberto.

Las botas de tacón de aguja que lleva Elena le quitan el aire aniñado. Sus ojos azules se ciegan al sol junto a la Gran Vía madrileña. Cuatro compatriotas rumanas se apoyan en la pared. Todas, maquilladas, aparentan ser jóvenes. No tanto como Elena, que dice tener 19 años. Su castellano es casi perfecto: "Estudiaba idiomas en Rumania", dice moviendo sus pestañas cargadas de rímel, "y he venido porque he querido, todo el dinero se lo mando a mi madre y a mi hermano". "Si estamos en pisos no vendrá nadie, tendríamos que poner anuncios", se lamentan.

Se arremolinan alrededor del diario que recoge las declaraciones del ministro Jesús Caldera. Está en estudio, asegura, pagar 432 euros (la renta activa de inserción) a las prostitutas que lo dejen. "Pues mejor nos volvemos a Rumania", dicen a una. A la semana ganan unos 700 euros. Lo mismo que cobra una limpiadora al mes trabajando ocho horas en una empresa.

Prostitución en Las Ramblas de Barcelona.
Prostitución en Las Ramblas de Barcelona.CARLES RIBAS

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