_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Estadística negativa

Josep Ramoneda

Hay quien sustenta que la política es un juego de estadística negativa en que acaba ganando quien menos errores comete. Si es así, Mariano Rajoy se ha complicado mucho la vida. Su respuesta al acuerdo sobre el Estatut es un disparate que sólo puede comprenderse por el desconcierto que ha provocado en el PP el acuerdo entre Zapatero y Mas. Parece mentira la facilidad con que los políticos confunden sus deseos con la realidad. Hasta el mismo día en que se aprobó el Estatut en el Parlamento catalán, el PP dio por seguro que no habría acuerdo. La experiencia no ha servido de nada. Y el pacto PSOE-CiU les ha cogido por sorpresa, confiados en que aquellos antiguos socios, a los que un día el aznarismo vio como potenciales aliados de una Confederación de Derechas Autónomas, acabarían cargándose el Estatut.

Rajoy alumbró la gran idea: un referéndum en el conjunto de España. El defensor intransigente de la Constitución responde a lo que entiende como un ataque a la Constitución con una propuesta inconstitucional. Parece una broma. Pero los que juegan a doctrinarios se meten a menudo en estos callejones sin salida. El celo en la defensa de los principios les hace creer que las normas que de éstos emanan no tienen ninguna importancia.

Ésta es la parte ridícula del asunto. Pero después viene lo grave. La iniciativa de Rajoy revela dos cosas: que sigue dispuesto a propiciar el enfrentamiento entre Cataluña y el resto de España y que no ha entendido nada de lo que significa un Estado autonómico y el principio de autogobierno de las partes que lo rige. El señor Rajoy pretende que los ciudadanos del resto de España se carguen un Estatuto pactado entre el Gobierno y la mayoría de las fuerzas políticas catalanas sobre el que los ciudadanos de Cataluña se pronunciarán en referéndum. No creo que haya precedente en derecho comparado. Eso sí que es trabajar a favor de la balcanización y del secesionismo.

Pero el disparate es posible porque Rajoy no entiende o no quiere entender qué significa organizar un Estado conforme al autogobierno de sus naciones y regiones. La Constitución creó escrupulosos mecanismos de seguridad, sensiblemente inclinados a favor del poder central. El procedimiento que otorga la iniciativa al Parlamento autónomo, confía la aprobación del Estatuto al Parlamento español y otorga a la ciudadanía de Cataluña la última palabra, hace prácticamente imposible que España engulla por completo a Cataluña pero, sobre todo, que Cataluña rompa con España. Rajoy parece no haberse enterado.

Ahora se entiende perfectamente que cuando Rajoy dijo en Cataluña que la Generalitat debe ocuparse de las carreteras y de poca cosa más no estaba de broma. El autogobierno es la capacidad de gobernarse por sí mismo. Y el reconocimiento de este derecho sólo tiene sentido si la ciudadanía de la nación o región en cuestión tiene la palabra en algún momento decisivo del proceso. Rajoy, al pretender transferir esta última palabra sobre el Estatuto al conjunto de la ciudadanía española, se carga de un plumazo todo el edificio institucional del Estado autonómico. Y se alinea con el aznarismo en la utópica idea de reconstruir un Estado unitario en que las autonomías no son más que áreas de administración descentralizada. No es ésta la idea de España que está en la Constitución. Además, después de 25 años de experiencia autonómica, el proceso de autogobierno nacional y regional es irreversible. El único proyecto de Rajoy es proseguir el intento de restauración aznarista, aún a riesgo de provocar enfrentamientos territoriales. Después de la iniciativa del referéndum quedan ya pocas dudas. Mientras el pérfido nacionalismo catalán logra un acuerdo razonable que aporta estabilidad y gobernabilidad, y que abre a todas las comunidades nuevas vías de autogobierno como ha ocurrido otras veces, la derecha sigue buscando envenenar las relaciones entre los pueblos de España. Le robo unas palabras a Claudio Magris, a modo de apelación a tanto patriota desbocado. La democracia requiere "una aptitud para apasionarse por las propias ideas, pero también para reírse de ellas y reírse de uno mismo, de la caricatura en que aquéllas se convierten en las formas fatalmente simples e imperfectas en que las profesamos".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_