"Sorprendente, sorprendente"

A una mañana tan fría no le tocaba un interrogatorio tan caliente, pero el caso es que la temperatura varió mucho de las aceras de la calle Prim, donde los periodistas aguardaban la entrada como pajaritos tiritando, al interior de la sala de la Sección Séptima de la Audiencia Nacional. Allí, lo que tenía que haber sido un pequeño trámite judicial para desbloquear los papeles de Salamanca -inmovilizados en el Ministerio de Cultura- se convirtió en un circo mediático, con decenas de reporteros y representantes de cada parte tomando nota.

A las 10.55 se abrió la sala. Dentro estaban Fernando Rodríguez, tercer teniente de alcalde y portavoz del Ayuntamiento de Salamanca, y, también, Rogelio Blanco, director general del Libro, Archivos y Bibliotecas. Cuando el Tribunal, presidido por el juez Muñiz, dio comienzo a la vista, al rato tuvo que suspenderla: "Falta el secretario para dar fe". Esperamos. Entra el secretario. Se pone la toga. Comienza la sesión.

A la izquierda, los tres representantes del Ayuntamiento de Salamanca: los abogados José María Benavente, que toma la palabra, Eliseo Guerra y el procurador Isacio Calleja, ex jugador del Atlético de Madrid en los tiempos de Luis Aragonés. A la derecha, solo, con sus montañas de papeles y sus rotuladores fosforitos, Manuel Pacheco, el abogado del Estado. Que el parpadeo de Benavente fuera pausado y el de Pacheco como una ametralladora debía haber proporcionado alguna pista sobre cómo iba a ser el interrogatorio. Menos mal que los dos testigos, los directores de los archivos de Salamanca y de Castilla y León, Miguel Ángel Jaramillo y Carlos Travesì, estaban fuera y no tuvieron tiempo de inquietarse con la labia de Pacheco. Entró primero Jaramillo, funcionario del Ministerio de Cultura y testigo del Ayuntamiento. Primera pregunta: "¿Está de acuerdo con la ley de devolución de los papeles a la Generalitat?". Jaramillo responde: "Considero que la fragmentación del Archivo es un error". "¿Cree usted que la documentación sobre la Asociación de Funcionarios de la Generalitat no pertenece a dicha institución?". "No lo sé", replicaba el testigo. "Sorprendente, sorprendente, sorprendente", apostillaba el abogado. Cuando estaba a punto de ponerles de los nervios de nuevo, como fue el caso de Travesì, a quien le dijo que se veía lo bien que había preparado las respuestas con la parte contraria, el juez Muñiz llamaba al orden al letrado, que volvía a retomar su pregunta y exigía respuestas precisas, concretas, que no dieran rodeos a su estrategia.

Cuando Jaramillo abandonó la sala, los periodistas le abordaron. ¿Se ha sentido acosado? "No, en absoluto. Es la primera vez que comparezco ante un tribunal y supongo que cada uno cumple su función", aseguró. ¿Tiene miedo a represalias? "He dicho honradamente lo que pienso, no creo que afecte a mi cargo", aseguraba discretamente. Fuera, Fernando Rodríguez, que cumplió su tarea de portavoz como un jabato y paró el tráfico en la calle de Prim para responder a las preguntas y hacer sus declaraciones, se encargaba de rematar su labor política: "Hemos comprobado el odio y la inquina del Ministerio de Cultura en este asunto con las preguntas del abogado del Estado a unos funcionarios ejemplares. Confiamos en la justicia para resolver este conflicto y para que ampare a la parte débil en este caso porque ésta es una lucha de David contra Goliat" aseguraba. Y a esperar el fallo.