Bush pierde a su mejor aliado
EE UU confía en que el proceso de paz seguirá pese a la enfermedad de Sharon
Sin Ariel Sharon, el futuro de la política de la Administración de George W. Bush en Oriente Próximo es incierto. Sin Sharon, Washington se enfrenta a un escenario cargado de preguntas y al peligro de un vacío de poder en Israel en un momento en el que además el liderazgo palestino es débil y mal organizado. Para Bush, la desaparición de Sharon de la escena política es un revés personal. Sharon fue elegido primer ministro justo 17 días después de que Bush tomara posesión de su cargo, lo que convirtió al político en el único líder israelí con el que el presidente estadounidense ha tratado.
Bush ha manifestado a menudo su aprecio por Sharon, aunque los dos hombres -ambos enfrentados a Yasir Arafat- no establecieron una relación particularmente calurosa. Aun así, los dos mandatarios se reunieron más de 10 veces en los últimos cuatro años. Sharon fue incluso invitado al rancho del presidente en Tejas en abril pasado, mientras que Arafat, el fallecido líder palestino, pasó a ser persona non grata en la Casa Blanca. El 11-S les acercó. Fue entonces cuando Sharon persuadió al presidente de que EE UU e Israel estaban en el mismo lado en la guerra contra el terrorismo.
Según exponía ayer Lawrence Eagleburger, ex secretario de Estado durante el mandato de George Bush padre, la enfermedad del primer ministro "no podría haberse producido en un momento peor". "Deja al borde del abismo todo aquello que Sharon estaba intentando hacer". Entre otras cosas, abre un serio interrogante sobre la situación en Gaza, donde la violencia ha crecido en los últimos meses tras la retirada israelí de septiembre. Bush había alabado ese plan de retirada, diseñado por Sharon, como un "paso adelante" con vistas a la puesta en marcha del acuerdo de paz internacional conocido como Hoja de Ruta. El presidente estadounidense había asegurado, tras la muerte, en noviembre de 2004, de Arafat, que se abría "una oportunidad para la paz" y había expresado su compromiso con el proceso entre israelíes y palestinos, aunque desde entonces su implicación haya sido muy reducida.
Mientras que de forma pública desde Washington se apoyaba la llamada Hoja de Ruta, en la realidad Bush practicaba una aproximación unilateral de la mano de Sharon. "Bush tenía una postura pero no una estrategia" dentro del conflicto palestino-israelí, declaraba ayer William Quandt, quien como consejero durante la Administración Carter ayudó en los acuerdos de Camp David. En definitiva: "Bush apoyaba a Sharon".
La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, quien definió a Sharon como "una figura gigantesca y enorme en la política israelí y también en Oriente Próximo y el mundo entero", suspendió ayer un viaje que hoy le hubiera llevado a Indonesia y Australia. Si Sharon muriese, existen muchas probabilidades de que Rice asista al funeral en Jerusalén del primer ministro. Representantes de la Administración Bush se han cuidado muy mucho de no predecir de forma pública que Sharon es más que probable que no vuelva al poder. Pero la decisión de suspender el viaje de Rice muestra que la Casa Blanca no cuenta con su recuperación, según especulaban ayer los analistas en Washington.
La Administración Bush ha expresado su confianza en que pese a la enfermedad de Sharon, el proceso de paz siga adelante. No en vano, la Casa Blanca había deseado de forma abierta que Kadima, el nuevo partido creado por Sharon, se hiciera con la victoria en las elecciones de marzo y se dieran nuevos pasos en el proceso de paz, quizá con la retirada de otras zonas de Cisjordania. Ahora existen numerosas dudas sobre si el sucesor de Sharon tendrá la capacidad o la fuerza necesaria para seguir por esa senda. "La enfermedad de Sharon es un duro golpe para Bush", dijo ayer al diario The New York Times Aaron David Millar, del Centro Internacional Woodrow Wilson y antiguo consejero para Oriente Próximo de varias Administraciones norteamericanas.
Sin Sharon, la Administración Bush se encuentra en una postura defensiva. Si Bush pierde a su aliado, es necesario contar con que cualquier pequeño incidente puede poner fuera de control la ya volátil situación en la zona, especulaba ayer el periódico Los Angeles Times, contando además con la certeza de que no existe ni a corto ni medio plazo un líder fuerte para reemplazar al primer ministro.
La salida de escena de Sharon restringe la expectación de que se den progresos en la zona, prioritaria dentro de la política exterior norteamericana. "Sharon sabía lo que estaba haciendo, sabía a dónde quería llegar", puntualizaba William Quandt. "Y básicamente Bush estaba siempre preparado para respaldarle". Hoy no existe un sucesor de Sharon fuerte hacia el que Bush pueda tender su mano.
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