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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuento coreano

En un campo científico incipiente como la clonación terapéutica puede haber fronteras éticas difusas. Ésa, al fin y al cabo, es la causa última de que los grandes centros públicos de investigación norteamericanos hayan tenido que permanecer al margen de esas líneas de trabajo mientras otros países, pese a su inferioridad de medios, aprovechaban un ambiente legal más propicio para ir saliendo adelante. El caso de Hwang Woo-Suk era hasta ayer el paradigma perfecto. Desde su modesto laboratorio de la Universidad Nacional de Seúl, Hwang había asombrado al mundo al anunciar la clonación de los primeros embriones humanos, y al derivar de ellos los primeros cultivos de células madre específicos de pacientes. Tal vez las costumbres surcoreanas fueran algo laxas en relación con la donación de óvulos, y seguro que Hwang se había beneficiado de ello en sus experimentos pioneros, pero el Gobierno de Seúl era consciente de esos problemas, y la compraventa de óvulos ya había sido prohibida por ley en enero.

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Pero la frontera del fraude científico no es difusa, sino nítida y cortante. Hwang y su equipo publicaron en junio, en una de las dos revistas científicas más prestigiosas del mundo, que habían obtenido 11 líneas de células madre clonadas de pacientes, en lo que suponía un pilar esencial para la futura medicina regenerativa. Y, según las primeras conclusiones de la investigación a la que le está sometiendo su propia universidad, conocidas ayer, sólo dos de esas líneas existían cuando él envió su borrador a la revista; las otras nueve figuras no son un error o un descuido, sino una manipulación deliberada; y Hwang no ha sido burlado por un colaborador, sino que es responsable del engaño. Faltan muchos detalles por conocer, pero bastan los dos brochazos que ya se conocen para sospechar que nos encontramos ante uno de los mayores fraudes científicos de la historia reciente.

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Entender tal comportamiento llevará tiempo. Quizá sea más fácil analizar los fallos del sistema de publicación científica. En una revista de calidad, los borradores son examinados por tres o cuatro investigadores de prestigio, pero su trabajo suele consistir en evaluar si las conclusiones se desprenden lógicamente de los datos que presentan los autores y si el trabajo tiene el suficiente interés como para merecer su publicación en un escaparate de tanto impacto, no en descubrir falsificaciones más o menos imaginativas ni trucos de tijera y pegamento. El sistema científico, como casi todo, se acaba basando en la confianza. Hwang la perdió ayer.

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