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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Parece mentira

He leído con atención y con emoción el artículo titulado Parece mentira del presidente de la Generalitat, publicado ayer. En mi comentario espero no ofender por la necesidad de ser breve y claro.

Me parece mentira que un político de larga experiencia cite una lista de gestos personales entre miembros de élites restringidas como evidencia del ambiente y de los verdaderos problemas de los 40 millones de españoles, y de la masa de inmigrantes desde Europa del Este, África, Asia y América Latina.

Me parece mentira, también, que en la referencia al 89% de votos favorables al borrador del nuevo Estatuto no haya ningún reconocimiento de que entre un 20% y un 30% de los habitantes de Cataluña no votan en las elecciones del Parlamento porque ellos (como el presente escritor, demócrata de izquierdas, no nacionalista) no se sienten representados por ningún partido existente en Cataluña.

Me parece mentira que, con la memoria de las tragedias que han asolado España entre los años 1936 y 1975, la derecha mínimamente centrada del PP y los varios partidos nacionalistas y localistas de Cataluña, País Vasco, Galicia, Valencia, Canarias, Baleares, etcétera, no puedan abandonar sus debates sobre semihistóricas, semimitológicas, y más que semivictimistas afirmaciones, a favor de discusiones sensatas sobre los verdaderos problemas de todas las variedades de españoles: tal como la baja calidad de la educación en comparación con los países de nuestro entorno, las insuficiencias de sistemas de pensiones y de salud pública, la negligencia hacia la degradación constante del medio ambiente, la necesidad de alojamientos y servicios públicos accesibles a familias con ingresos modestos, una formación honestamente bilingüe en las autonomías con lenguas propias, la necesidad de ayuda humana y afectuosa a los miles de niños que llegan a las escuelas sin saber una palabra de castellano, catalán, vasco o gallego, etcétera.

No quiero terminar en forma totalmente crítica. Creo, afortunadamente, que actualmente tenemos un Gobierno democrático de la nación española que tiene las actitudes moderadas y los planes adecuados para progresar en relación con los problemas verdaderos que acabo de mencionar.- Gabriel Jackson. Barcelona.

La mención que Pasqual Maragall (EL PAÍS, 8 diciembre) hace de la Conferencia Euromediterránea es una buena excusa para situar al nacionalismo en la historia. El diálogo euromediterráneo constituye un intento de mirar al futuro de manera novedosa. Este diálogo, así como otras iniciativas promovidas por la Unión Europea, se esfuerza por superar el nacionalismo en los Balcanes, en Oriente Medio o en el norte de África. En cambio, seguir dándole vueltas a la definición de nación nos retrotrae al pasado. El mero hecho de discutir si España es una nación o una nación de naciones, sin entrar en las posiciones de cada uno, es una forma de revolcarse en el lodo de la historia, ignorando los retos del futuro. El mundo da vueltas muy rápido y, a pesar de resistencias primitivas, la globalización está diluyendo a la nación y fomentando las identidades múltiples, especialmente en Europa. Los ciudadanos europeos se preocupan por la viabilidad de su bienestar, el mestizaje de sus sociedades, la degradación del medio ambiente, la búsqueda de un mundo más pacífico y la salud de la democracia, que incluye la lucha contra la corrupción.

El viejo debate nacionalista poco o nada tiene que aportar a estas cuestiones.

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