Caballero Bonald celebra su 'Manual de infractores' rodeado de amigos

José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) congregó ayer a un numeroso grupo de amigos en el Centro Blanquerna, junto al Círculo de Bellas Artes, en Madrid, para brindar con el vino que siempre ha sido alimento de su inspiración, por su reciente Premio Nacional de las Letras y su último libro de poemas, auténtica demostración de poesía recia, maestra y comprometida. Este Manual de infractores (Seix Barral) devuelve el mejor aliento poético necesario para estos tiempos y, según dice él mismo, le ha servido "para rejuvenecer".

Eso pese a que la semana ha sido dura. "Cuando te ofrecen un premio como el Nacional de las Letras la recompensa implica un sometimiento excesivo a los medios que me llega a aturdir", comenta Caballero Bonald. Asegura que su nuevo libro, aparte de esa indignación inicial que le hace conducir la pluma sobre el papel, es hijo también de otras madres: "De la melancolía, de la incertidumbre, de la recuperación de un pasado nebuloso y de rastreos en temas prohibidos de la experiencia".

Cuando Caballero Bonald escribe un poema como Aniversario, que comienza así: "La mitad de mi vida está pendiente de la otra mitad", nos coloca en ese alambre que separa el pasado del futuro y la vida del misterio. Manual de infractores es un libro de memorias poéticas. "De cuando en cuando pierdo la fe en la poesía, me desentiendo de ella, pero de pronto se activa un mecanismo de autodefensa, recupero el estado de ánimo para abordarla y el gusto por el lenguaje".

Y eso aparece cuando la realidad que le asquea llama a la puerta: "La poesía es nuestra defensa".

La situación actual le provoca esa necesidad: "A partir del momento en que escuché a Bush decir que tenía comunicación directa con Dios y que le ordenaba invasiones, desmanes y cárceles secretas, respondí a un estímulo que me hizo escribir parte de estos poemas y que al tiempo me rejuveneció".