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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Código de conducta

La aprobación de un Código de Conducta Antiterrorista es el éxito más claro de la Cumbre Euromediterránea concluida ayer en Barcelona. Que 35 países europeos, árabes, Israel y la Autoridad Palestina hayan pactado que el terrorismo "nunca puede ser justificado" y lo condenen "bajo todas sus formas y manifestaciones" es un paso que demuestra que este tipo de violencia es percibido ya por todos como una amenaza de la que nadie está libre y que hay que combatir desde la cooperación mundial y, en este caso, mediterránea. De momento, se trata de una cooperación voluntaria para intercambiar información, negar asilo político a terroristas y "erradicar y combatir" a los promotores de tales actos.

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Aunque aún queda un gran recorrido para trasladar las palabras a la acción, y para poner en práctica la cooperación voluntaria entre ellos en el combate contra esta lacra, de Barcelona ha salido el respaldo más claro al plan presentado en marzo en Madrid por Kofi Annan para la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, no se ha logrado un acuerdo sobre una definición que la ONU busca desde hace años y podría completar en los próximos meses, necesaria para la buena aplicación de las 13 convenciones existentes en la materia. Una vez más, el conflicto entre israelíes y palestinos (y ahora el de Irak) ha contaminado el Proceso de Barcelona lanzado hace 10 años, al exigir muchos países árabes que se excluya de esa definición el "derecho a la resistencia" en casos de ocupación.

La cumbre de Barcelona se ha cerrado así con este y otros avances en la cooperación entre las dos riberas.La escasa presencia de jefes de Estado árabes en Barcelona es reflejo de un empeño de la actual política exterior española por convertir en una cumbre este encuentro, que no ha sido secundado por un esfuerzo suficiente ni por parte de España ni de la presidencia británica. Además, el sur está pasando por un momento complicado. Sus principales dirigentes parecen rehuir las constantes y necesarias apelaciones a las reformas políticas y la democratización. Tenga o no que ver el viaje del ministro Bono a Caracas, tampoco EE UU parece haber mostrado interés por este encuentro barcelonés; más bien lo contrario.

Y, sin embargo, los jefes de Estado de Egipto, Marruecos, Argelia, Túnez y Jordania, entre otros, tenían que haber corroborado con su presencia en el encuentro la importancia que otorgan a los proyectos de una "sustancial ayuda financiera" por parte de la UE, además de un impulso comercial -pese a que se mantenga el objetivo imposible de una zona de libre cambio en el Mediterráneo para 2010- y de intercambios culturales, y de un plan a cinco años vista para combatir la inmigración ilegal. La Unión Europea, en cambio, sí contó casi sin excepción con una representación al más alto nivel en la conferencia.

El proceso iniciado hace 10 años estaba languideciendo. Cobra desde ayer un nuevo aliento, que habrá que mantener y transformar. Para lograrlo tiene que conseguir aunar, justamente, eso que se ha pedido en Barcelona: un "esfuerzo colectivo".

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