La historia y las historias
Allá por los agitados tiempos de la transición, los obreros de una fábrica barcelonesa de motores para electrodomésticos, Numax, se enfrentaron a la interesada deserción de sus patrones y, ni cortos ni perezosos, dieron un paso más al habitual de la ocupación de la fábrica en pos de su puesto de trabajo: sencillamente, expropiaron la empresa y dieron origen a un experimento de autogestión inédito en aquellos tiempos. Una cámara siguió buena parte de la andadura de aquellas mujeres y hombres, en lucha por su dignidad: la de Joaquim Jordá, que paso a paso mostró desde la euforia al desencanto de la derrota en una película imprescindible para entender la agitación social del periodo, pero por avatares desgraciados, virtualmente clandestina y desconocida para (casi) todos, Numax presenta (1980)
VEINTE AÑOS NO ES NADA
Dirección: Joaquim Jordá. Intérpretes: Josefa Sánchez, Paco Jiménez, Fernanda Gázquez, Blanca Galán, Eulogio Roca, Juana Blanco y otros antiguos obreros de la fábrica Númax. Género: documental político, España, 2004. Duración: 117 minutos.
En la secuencia que clausuraba aquella película, los obreros hablaban, mientras bailoteaban en un extraño happening que celebraba una derrota, ante la cámara del cineasta y decían lo que no estaban ya dispuestos a volver a tolerar: ni la explotación, ni la alienación, ni el trabajar para otros. Más de dos décadas después, Jordá los buscó y los volvió a poner no sólo ante su cámara, sino ante su imagen de entonces.
Y el resultado es uno de los documentales más apasionantes de los últimos años, un recorrido por la memoria de la izquierda radical de aquellos años, un sector sin apenas voz ante la historia: "Yo con la democracia puedo hablar, pero no me escucha nadie", proclama con agudeza una de las entrevistadas. Y la causa está bien clara: en Numax aprendieron muchas cosas, entre ellas, que hay que aprender siempre a decir que "no" si uno no está de acuerdo con algo. Y por eso siguen siendo ciudadanos incómodos.
En seminarios de especialistas y encuentros políticos al más alto nivel, nuestra transición a la democracia se vendió, y se sigue vendiendo, como un ejemplo. Pocos mencionan sus costes. Los protagonistas de este inolvidable documental, con sus errores y aciertos, y junto a las víctimas de todo tipo de terrorismo, son de los muchos que pagaron de su bolsillo el experimento. Y lo que hace Jordá en el filme, sin nostalgias hueras ni lloriqueos innecesarios, es exigir un obligado respeto para ellos.
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