50 ideas para sibaritas
El mundo de la cocina es el perfecto caldo de cultivo para los gustos más refinados. Pero también hay placeres muy comunes que cualquier enamorado de la buena mesa debería intentar poner en práctica alguna vez en la vida. Éstas son sugerencias -excéntricas, exóticas, prohibitivas o en clave de humor- para disfrutar de las mayores exquisiteces que el planeta nos ofrece.
Tanto que comer y tan poco tiempo para hacerlo. En cualquier caso, hay algunas cosas que los sibaritas de la gastronomía no pueden dejar de hacer antes de abandonar este mundo. Éstas son algunas ideas, para tomar al pie de la letra y con algo de sentido del humor, que ayudarán a distinguir lo que de verdad vale la pena y lo que se puede dejar tranquilamente a un lado del plato.
01 Preparar tostadas. No cualquier tostada de pan duro, sino una que haya sido cortada de la clásica barra de pan blanco recién hecha. Mejor, tostada sobre el fuego de un horno, hasta que los lados adquieran un ligero tono dorado y la corteza se haya ennegrecido ligeramente alrededor de los bordes. Debería untarse con mantequilla y comerse antes de que parte de la mantequilla se haya fundido por completo.
02 Comer lo mejor. Simon Rogan, jefe de cocina de L'Enclume (que ha recibido una estrella Michelin), y otros entendidos sugieren el menú sinfonía completo en La Ferme da Mon Père, el restaurante de Marc Veyrat en Megève. El propietario recibió tres estrellas Michelin por su fiel reconstrucción de una granja saboyana en las montañas de la Alta Saboya. Construida especialmente según su propio diseño, el edificio es un homenaje a su padre, que era campesino, y a sus propias raíces, y cada noche los animales son conducidos hasta los establos que hay debajo de la casa. De hecho, en La Ferme, donde los verdaderos olores de corral impregnan la zona de comidas, la clientela puede contemplar, a través de las cristaleras del suelo, gallinas, ovejas de montaña o un caballo de tiro.
La Ferme de Mon Père. Megève, Francia (00 33 4 50 21 01 01). 16 platos por unos 350 euros.
03 Despiezar un pollo. Los entendidos afirman que habría que hacerlo al menos una vez en la vida. Aunque parece muy complicado, en realidad es bastante fácil cuando se le coge el truco, y su comida sabrá mucho mejor por el simple hecho de haber participado activamente en ella. 04 Comer en Le Grand Véfour. Alojado en una esquina de los delicados soportales de piedra que rodean el Jardin du Palais Royale de París, un poco más arriba de la Comédie Française, Le Grand Véfour es literalmente la madre y el padre de todos los restaurantes. Véfour, que fue el chef de la familia real francesa, fundó el establecimiento que lleva su nombre en 1780. Hay que comer los raviolis de foie-gras de Guy Martin, que se derriten en la boca; una emulsión de crema trufada, y estudiar minuciosamente una de las cartas de vinos más reverenciadas del mundo. Sólo una advertencia: lleven gafas de sol o se arriesgan a quedar ciegos por la extravagante decoración y las arremolinadas alfombras.
Le Grand Véfour. 17, Rue de Baujolais. París (00 33 1 42 96 58 27). aproximadamente 200 euros por cabeza.
05 Hervir un huevo recién puesto . Hacerlo durante cuatro minutos y medio y servirlo con trozos de pan tostado con granos de trigo y mantequilla. Los alérgicos a los huevos tendrán que creer en la palabra de los expertos.
06 Cenar en el French Laundry. Primero deben dedicarse por entero a comunicar con reservas en este santuario californiano: pongan el teléfono en rellamada, conecten el altavoz y prepárense para sentarse allí durante una hora o más. El lugar en sí es delicioso. El restaurante posee un precioso y exuberante jardín, perfecto para las copas de antes de la cena, y se puede ver la cocina a través de unas enormes ventanas desde las que puede contemplarse a los cocineros rezar sobre sus minúsculas e imponentes creaciones.
The French Laundry. 6640, Washington Street. Yountville, California (00 1 707 944 23 80).
07 Darse un chapuzón. Más concretamente, sumérjanse en la cálida fondue de queso de The Beach Hut, en Watergate Bay (Cornwall), tras una mañana practicando surf. The Beach Hut, una antigua tienda de cubos y rastrillos, consigue combinar una informalidad ligeramente caótica con una comida fantástica. Las paredes de madera, las sillas de mimbre, los colores primarios y la música reggae de fondo crean un colorista ambiente de choza de playa, con unas vistas interminables de la arena y el mar.
The Beach Hut. Watergate Bay, cerca de Tregurrian. Cornwall (01 637 86 08 77).
08 Buscar erizos de mar. Sam Hart, del restaurante londinense Fino, estaría encantado de acabar sus días buceando en busca de erizos de mar y luego comérselos crudos con una rodaja de limón en la playa. Nosotros nos conformamos con la fuente de pulpo que sirve en su local.
Fino. 33, Charlotte St. Londres (020 78 13 80 10).
09 Su propia recolecta. Para el mejor desayuno diríjanse al bosque con su hornillo de acampada y frían un buen plato de setas recién recogidas, cocinadas poco tiempo y comidas directamente de la sartén. Tan sólo asegúrense de que saben qué están recogiendo.
10 Comer pescado en Pampelonne. El Club 55 es el más infausto local de playa de Saint-Tropez, situado en el mapa en los años cincuenta por Brigitte Bardot y ahora adorado por celebridades como Bono. Actualmente, comer el caro pescado a la parrilla del restaurante luciendo tan sólo unas chancletas es un rito de tránsito para cualquier aspirante a modelo, actriz o estrella del porno. Si no puede conseguir una mesa, pruebe con Le Voile Rouge, más arriba en la playa. Por supuesto, la comida es irrelevante, pero ¿qué más da?
Club 55. Playa Pampelonne. St.-Tropez (00 33 4 94 55 55 55).
11 Hacer el amor en un viñedo. No corran todos a la vez, pero hacer el amor en un viñedo es una prioridad en la lista de Tim Atkin, el director de vinos de The Observer. Tampoco vale una viña cualquiera, sino, como mínimo, en los cinco viñedos de primer cultivo de Burdeos. "Por la noche", añade Atkin con cierta timidez.
Château Lafite-Rothschild, Château Latour y Château Mouton-Rothschild. todas, en Pauillac, Médoc. Château Margaux, en Margaux, Médoc. y Château Haut-Brion, en Pessac-Cedex, Gravefs.
12 Tomar fideos en Takamatsu. Takamatsu, en la prefectura de Kagawa, en la isla de Shikoku, al sur de Japón, es para los amantes de los fideos lo que La Meca para los musulmanes. En esta pequeña población, 300 restaurantes sirven boles de grandes y gruesos fideos blancos udon. Mejor si son udon trabajados a mano, y no se preocupen si hacen ruido. Supuestamente, hay que sorber.
13 Preparar un 'martini' seco. La proporción perfecta son seis partes de ginebra por una de vermú. Se debe verter la ginebra y el vermú sobre el hielo en una coctelera fría, luego mezclarlo y filtrarlo en una copa de martini también fría. Todavía hay más normas: un poco más de vermú es un combinado y un poco menos es un trago; algo más que una aceituna o una cáscara de limón, es una ensalada.
14 Picar chocolate con sabor a queso. No se puede menos que entusiasmarse con los chocolates con sabor a queso creados por Jean-Paul Hévin en París. Combinaciones como chocolate, nuez y roquefort o époisses (el que peor huele), o chocolate y comino, pueden parecer extrañas; pero la mezcla de dulce y salado es para morirse. ¿A alguien le apetece un camembert con chocolate a la naranja Terry's?
JP Hévin. 23 Bis, Avenue de la Motte-Picquet (00 33 1 45 51 99 64).
15 Pisar uva en un lagar. El enólogo Tim Atkins vuelve a la carga, esta vez para pisar uva en un lagar en el Alto Duero (Portugal). Insiste en que deberían consumir una botella de oporto añejo antes de comenzar.
16 Comprar un rodaballo. Peter Weeden, de Paternoster Chop House, recomienda un viaje a la bahía de Charlestown, en St. Austell Bay (Cornwall), para coger los botes diurnos que llegan, comprar un rodaballo entero y fresco, y llevarlo a casa para cocinarlo. Perfecto si además alguien prepara salsa tártara para acompañar.
17 Helado siciliano. Estamos tan invadidos por los crujientes helados estadounidenses con chips de chocolate y dulce de leche que es fácil olvidar el sabor de lo auténtico. Los helados de Corrado Constanzo, en Noto (Sicilia), probablemente sean los mejores que puedan encontrar en todo el mundo. El de mandarina, preparado con naranjas sicilianas, tal vez sea el sabor más solicitado en esta heladería y repostería, pero prueben también el de mora y el sorbete de jazmín, preparado con flores recogidas al anochecer, cuando son más aromáticas. Para morirse de gusto.
Corrado Constanzo. Via Spaventa, 7. Noto, Sicilia (00 39 931 835 243).
18 Abrir una ostra. Cualquier excusa vale para sorber una ostra decente, pero Henry Harris, de Racine, que ha abierto unas cuantas en su vida, recomienda una fuente de "ostras silvestres autóctonas de un lecho olvidado". Por supuesto, tiene razón, a pesar de que mucha gente reniegue de estas resbaladizas criaturas.
19 Pedir un 'bellini' en Harry's Bar. Es tentador pensar en pedir un bellini en el veneciano Harry's Bar. Todo aquí es acertado, desde la mantelería hasta el carpaccio. Una lástima los elevados precios.
Harry's Bar. Calle DE Vallaresso. Venecia (00 39 41 52 85 777). 14 euros por un 'Bellini'.
20 'Perritos' de Nueva Cork. Martha Greene, el cerebro de Vilandry, el refugio londinense para sibaritas, tiene en alta estima los perritos calientes de Coney Island (Nueva York). Pero no cualquier viejo perrito. Afirma que debe ser de Nathan's y se debe comer en el muelle. Sin discusión.
21 Cocer un caracol. Morgan Meunier, del restaurante londinense Morgan M, está entusiasmado con un plato concreto de caracoles servidos en Lameloise, en Borgoña. El chef, primero cuece el caracol, para eliminar su consistencia correosa, y luego lo sirve con una salsa hecha de vino local, distanciándose así de la tradición de servirlos con ajo.
Lameloise. 36, Place d'Armes. Chagny, Francia (00 33 3 85 87 65 65).
22 Primeros espárragos. Fay Maschler, la crítica de restaurantes más experimentada del Reino Unido, recomienda cocinarlos inmediatamente después de su recolección, cocidos y servidos con una sencilla mantequilla fundida.
23 Pescado en Doyles. Watsons Bay, en Sidney, es más conocido por Doyles, probablemente el restaurante de marisco más famoso del mundo. Las vistas de la bahía y la línea del horizonte de Sidney son imponentes, sobre todo a última hora de la tarde, cuando los veleros empiezan a regresar a casa o echan amarras frente a Doyles para que la tripulación pueda nadar hasta la costa y tomar una copa en el cercano Watson's Bay Hotel.
Doyles. Watsons Bay Wharf. Marine Parade. Watson's Bay. Sidney (00 61 2 93 37 20 07).
24 Una leyenda en su cocina. Marco Pierre White fue el primer y mejor enfant terrible de la cocina mundial. Echamos de menos sus travesuras y su cocina. ¿Imaginan sacar al millonario restaurador del retiro para poder volver a saborear sus distintivos tallarines de ostras con caviar? Por soñar que no quede.
25 Olfatear una trufa blanca. A casi todos los sibaritas les tiemblan las piernas ante la mera mención de las trufas blancas. A unos les gustan con huevos revueltos y un brioche tostado, otros las prefieren en finas láminas sobre un risotto y algunos se conforman con respirar su divino aroma.
26 Jugar con la muerte. Comer pez globo japonés es para el amante de la comida el equivalente a un deporte de riesgo. Porque si lo preparan unas manos negligentes, este pescado puede matarles, y los japoneses pagan una pequeña fortuna por el escalofrío que acompaña a cada bocado.
27 Pastel de chocolate en Viena. La jarra de plata con chocolate caliente, la delicada taza de porcelana, la rebanada del más rico y divino pastel de chocolate, y no olviden la nata. Pruébenlo en el hotel Sacher, o quizá en una de las hileras de reposterías antiguas de la ciudad, como Demels. John y Yoko tenían razón.
28 Cenar en Jean Georges, NY. Este lugar figuraba en la lista de deseos de varias personas, aunque a algunos de los que lo han visitado les ha costado mantenerlo ante algunas de las pretensiones de este restaurante de fama mundial y ahora de moda. Aun así se necesitaría algo más que eso para distraer a alguien de la sublime cocina, ya sea una lubina con setas enoki y anís estrellado o el divino postre de chocolate.
Jean George. 1, Central Park West. Nueva York (00 1 212 299 39 00). menú degustación de trufas con siete platos, 185 euros por cabeza.
29 Pelar unos guisantes frescos. Pocas veces el restaurador sir Terence Conran, el creador de Habitat, es más feliz que cuando está sentado al sol comiéndose un plato de guisantes, habas, alcachofas diminutas y rábanos, todos ellos frutos tempranos y crudos, con sal de Malvern, acompañados de una botella de Batard Montrachet. Y tiene toda la razón del mundo.
30 Una de 'fish and chips'. Un buen establecimiento de fish and chips (pescado y patatas fritas) es un lujo infrecuente, de modo que si hay una larga cola sabes que tienes posibilidades de encontrarte algo especial. Así que pásese por Aldeburgh, en Suffolk, y póngase a la larguísima cola, agarre su envoltorio caliente, lléveselo zumbando a la playa, ábralo y cómaselo con la brisa del mar sobre el rostro.
Aldeburg Fish and Chip Shop. 226, High Street. Aldeburg. Suffolk, Inglaterra (01 728 452 250).
31 Ir al mercado. Preferiblemente en Provenza y a primera hora. El olor es una mezcla de pino y de humo de cigarrillo, con un fuerte impacto ocasional de queso de cabra. Los entendidos se dirigen a la zona de Var, sobre todo a los mercados de Cotignac (sólo en verano), a la bulliciosa localidad de Salernes (miércoles y sábados) y a Aups (famosa por sus trufas).
32 Comprar y comprar. Para muchos, el mercado barcelonés de la Boquería es simplemente el mejor del mundo. El lugar es una absoluta delicia: lleno de vida, color, movimiento, criadillas, tripas de bacalao, percebes y diminutas habas.
La Boquería. Plaza de la Boquería. Barcelona, España (933 18 25 84). abierto de lunes a sábado.
33 Pescar la cena. El supercocinero Tom Aikens vota por la pesca de altura. "En Barbados fui a pescar atún en alta mar y, al atardecer, lo hicimos a la parrilla en la playa. La satisfacción de capturar tu propia cena, la frescura del pescado y el entorno. Una experiencia en algo inolvidable".
34 Tirar la casa por la ventana. Bébase un Domaine de la Romanée-Conti (unos 370 euros), preferiblemente en el viñedo de Borgoña.
35 Hacer un filete a la parrilla. En la lista de preferencias de muchas personas, un buen filete ocupa un lugar destacado, pero algunos apuestan por un solomillo de vaca de cuatro semanas servido con unas perfectas patatas fritas y con mostaza de Dijon. Sir Terence Conran va un paso más allá. Dice que el solomillo más sublime lo hace Michel Guerard en su restaurante de Eugenie les Bains con grasa de hígado de oca.
Les Pres D'Eugenie Michel Guerard. Eugenie Les Bains, Francia.
36 Cheval Blanc 1947. ¿No está mal esta vida, verdad? Pues sabe mejor si no se abandona antes de probar una botella de este vino. El único problema es el precio: 1.560 euros la botella. El saber no ocupa lugar.
37 La gran 'tournée'. Varios sibaritas votaron por una gira gastronómica por el sur de Francia, visitando los restaurantes de Marc Veyrat, Les Troisgros, Michel Bras y los hermanos Pourcel. ¿Se le ocurre una forma mejor de pasar sus últimas horas en la Tierra que atiborrándose de estirados platos de gastronomía de diseño?
La Maison de Marc Veyrat. 13, Vieille Route des Pensieres. Veyrie du Lac, Francia (00 33 4 50 60 24 00). Les Troisgros. Place Jean Troisgras. Roanne, Francia (00 33 4 77 71 66 97). Le Jardin des Sens (hermanos Pourcel). 11, Avenue Saint-Lazare. Montpellier, Francia (00 33 4 99 58 38 38).
38 Un pato numerado. Jay Rayner nos recomienda comer nuestro propio pato numerado en La Tour d'Argent, en París. Desde 1890, este establecimiento viene sirviendo un pato entero de Challans para dos personas, en su propio jugo y aderezado con coñac, vino blanco de Madeira e hígado de oca. Cada pato está numerado, y la placa se le enseña al comensal. En 1921, el emperador Hirohito, de Japón, se comió el número 53.321, y volvió 50 años después para disfrutar del número 423.900. El pato 1.000.000 se sirvió en el año 2003.
La Tour d'Argent. 15-17, Quai de la Tournelle. París, Francia (00 33 1 43 54 23 31).
39 Vale la pena. ¿No será otro maratón de bostezos de tres estrellas? Pues no. El restaurante de Pierre Gagnaire en París vale la pena. El lugar más elegante que se pueda imaginar sigue sorprendiendo y deleitando con su siempre cambiante menú. La comida aquí nunca deja de mejorar.
Pierre Gagnaire. 6, R. Balzac. París, Francia (00 33 1 58 36 12 50).
40 Hornear una barra de pan. De verdad que, mejor pronto que tarde, hay que hornear un pan. Hay pocas cosas que produzcan la misma sensación que sacar su propia barra del horno, darle un golpecito en el extremo y escuchar el sonido hueco de un pan en su punto.
41 Visitar Highgrove. La granja de la corona inglesa muestra cómo deberían ser las cosas en un mundo ideal, desde el ganado vacuno y porcino criado y sacrificado con humanidad hasta la avena sin pesticidas y el tratamiento de las aguas residuales, de origen tanto humano como animal, en lechos de juncos.
Para visitar la granja hay que solicitarlo a: Prince of Wales Office. St. James's Palace. Londres SW1A 1AA, Inglaterra.
42 Ver pasar Venecia. Es cierto, es un poco para turistas, pero sólo hay un auténtico Florian (fundado en 1720), y aquí es donde hay que sentarse para ver pasar a toda Venecia. Pagará un potosí por un expreso minúsculo, e incluso puede que le decepcione un poco; pero, en cualquier caso, habrá disfrutado de uno de los pasatiempos más tradicionales de los sibaritas europeos.
Café Florian. Piazza San Marco. Venecia, Italia (00 39 41 520 56 41).
43 Acudir al festival Holi. Es el festival de primavera indio. Con las flores y los campos en todo su esplendor, India pierde la cabeza, y sus gentes se embadurnan los unos a los otros con una tintura a base de agua y brillantes colores. El festival celebra las buenas cosechas y la fertilidad, para lo cual se encienden enormes hogueras en las que se cocinan los nuevos frutos primaverales, y después se celebra una gran parrillada entre canciones, danzas y procesiones, con una generalizada sensación de abandono.
44 Atrapar una langosta. Christopher Gilmour, de Christopher's, The Enterprise and Pomino, no querría que nadie abandonara este mundo sin disfrutar del placer de comerse en la isla de Nantucket una langosta recién capturada, a la parrilla y con mantequilla derretida por encima.
45 Atiborrarse de caviar. Si se quiere llegar al extremo, mejor del escaso esturión albino (hasta 32.500 euros el kilo), preferiblemente servido sobre un blini caliente con nata fresca.
46 Exprimir una piña .En Lanai (Hawai). En la playa, cuando cae el sol, con una selección de media docena de piñas frías maduras, casi a punto de fermentar y rebosantes de azúcar, que luego se exprimirán para servir un vaso largo de zumo de piña. No hay un sabor parecido en el mundo.
47 Matanza. No perderse la tradicional matanza española, en la que, mediado el invierno, se sacrifica al cerdo del pueblo para después preparar un auténtico festín.
48 Ordeñar una vaca. Una experiencia que te da una lección de humildad, y también bastante sensual. Algo que los chavales deberían hacer para asegurarnos que saben de dónde viene la leche y cómo se obtiene.
49 Atrapar una angula. Estas anguilas bebés sólo se pueden conseguir durante seis semanas en primavera.
50 Ir al baño en Felix. Felix, en el hotel hongkonés Península, es realmente el mejor lugar al que ir al cuarto de baño. El bar se jacta de un interior seductor y de sus lavabos, diseñados por Philippe Starck. El de caballeros tiene una pared entera de cristal que permite unas vistas deslumbrantes del perfil urbano de Koulún.
Felix, en el hotel Península. Salisbury Road. Koulún, Hong Kong (00 852 29 20 28 88).
© Guardian Newspapers Limited, 2005.
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