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Reportaje:SANIDAD

Contra la barra libre en farmacias

Antonio Jiménez Barca

La práctica está muy extendida. Sin ir más lejos, el que esto firma ha comprado en una farmacia de Madrid, en los últimos meses, un frasco de budasonida pediátrico para la tos de su hija y una caja de antibióticos Augmentine 500 para el martirio de su muela. En todos los casos se necesitaba receta. En ninguno la farmacéutica del barrio puso demasiados reparos. El Anteproyecto de la Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos, más conocida como Ley del Medicamento, además de regular otros aspectos farmacológicos, pretende erradicar el hecho de adquirir, sin la necesaria prescripción médica, determinados medicamentos para los que se requiere receta.

El objetivo a largo plazo que persigue el Ministerio de Sanidad y Consumo es acabar de una vez por todas con la automedi-cación. Para ello, además de campañas de concienciación, la citada ley incluye unas multas cuantiosas, que van desde los 30.000 a los 90.000 euros, aplicadas al farmacéutico que se salte la norma.

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El día de la presentación de este anteproyecto de ley, el pasado 28 de octubre, la "desmesurada", según los farmacéuticos, cuantía de las multas hizo saltar la polémica. El ministerio se apresuró a aclarar algo que no todos los que se colocan detrás del mostrador de una farmacia sabían, aunque era de su más palmario interés: esas mismas cuantías llevaban vigentes desde 2003, exactamente desde que, con el Gobierno del PP, se modificó la Ley de Presupuestos y se "actualizaron" las antiguas sanciones, en vigor desde 1990. Es más, ya hace 15 años, estas multas no eran precisamente una broma: de 300.000 a 2,5 millones de pesetas. A pesar de todo, no han impedido que los farmacéuticos expendan medicamentos sin receta. ¿Por qué?

"Pues porque el ministerio hace leyes, pero nosotros no despachamos a artículos de un código, sino a personas de carne y hueso, cada una con su problema a cuestas", responde un farmacéutico de Alcorcón (Madrid) que prefiere guardar el anonimato. Y refiere un caso concreto, pero frecuente, en el que se ve entre la espada (de la multa) y la pared (de no atender a un paciente): "Una persona aquejada de una lumbalgia, que ha ido a urgencias y llega a mi farmacia porque esa noche yo estoy de guardia: viene doblado de dolor, pero como en urgencias no le dan receta, pues me trae un informe médico y me pide un Myloastán, que es lo que le han dicho que se ponga. Sin receta no se puede entregar. ¿Dígame? ¿Qué hago? ¿Se lo doy y me juego los 90.000 euros de multa o le digo que espere al día siguiente al médico de cabecera a que le dé la receta?".

La directora general de Farmacia, Teresa Pagés, es consciente de estas dificultades, pero también de que "cada medicamento lleva un meticuloso proceso científico que determina si debe o no llevar receta y este proceso no puede saltarse a la torera".

Adicción

El Ministerio de Sanidad desconoce la cantidad exacta de medicamentos que se expenden sin la preceptiva receta porque no figuran en ningún registro. Aun así, un portavoz asegura que son "muchos" en el caso de los antibióticos y "muy pocos" en el caso de medicinas que contengan elementos que, bien a corto o a largo plazo, puedan crear adicción, como los tranquilizantes o los ansiolíticos.

De cualquier manera, la ingesta descontrolada -bien por defecto o por exceso- de antibióticos acarrea un problema sanitario de primer orden: la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó ya hace años de que el uso (y abuso) sin sentido de los antibióticos ha causado que determinadas cepas bacterianas se hayan hecho resistentes a estas medicinas. De hecho, el 70% de las infecciones respiratorias resisten a los antibióticos más comunes y el 60% de las infecciones hospitalarias son ya multirresistentes, es decir, no responden a dos, tres o cuatro antibióticos.

Pagés asegura que en España se produce una "automedicación irresponsable de antibióticos", y de ahí "la necesidad de que se restituya el uso racional mediante la prescipción facultativa". "A mí, como farmacéutica que soy, me consta la capacidad de los profesionales de las farmacias, pero esto no obsta para que se tenga que cumplir la norma".

Carlos Amaya, secretario general del sindicato de Médicos, coincide con esta opinión: "Los médicos son los únicos que están capacitados y legalizados para recetar. Así es y ha sido siempre y debe continuar siendo: el médico prescribe y el farmacéutico dispensa".

Amaya conoce y reprueba los laberintos burocráticos a los que a veces se tienen que enfrentar los profesionales sanitarios para solucionar los problemas de los pacientes. "Pero esto no puede ser nunca una excusa para obrar mal. O somos un país serio o no lo somos. Y por eso, si hay problemas para que los pacientes obtengan su receta rápido y no tengan que perder la mañana entera, pues que se solucionen. Pero el expender medicamentos sin receta no puede ser nunca una solución". Este representante de los médicos añade que en otros países europeos "es completamente imposible obtener los medicamentos que en España se obtienen sin receta". "De eso doy fe porque a mí me ha pasado, sin ir más lejos, en Italia o en Inglaterra", concluye.

Carlos Capilla, presidente del Consejo Nacional de Farmacéuticos, está de acuerdo con el espíritu de la nueva ley. Pero manifiesta ciertas dicrepancias: "En primer lugar, ese nunca es demasiado estricto, porque hay casos concretos que debería saltarse la norma". Y añade: "Ahora mismo, además, tampoco está muy claro qué es una receta exactamente, qué documento oficial incorpora, y es bastante fácil que se falsifique". Por último, Capilla asegura que "hay medicamentos que en una dosis de 10 miligramos no requieren receta y con 20 sí, y eso habría que regularlo".

"Las cosas en su sitio"

Estas reticencias las comparte Isabel Vallejo, presidenta de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE). Para Vallejo, urge "poner las cosas en su sitio", ya que "no se expenden tantos medicamentos sin receta como pueda parecer a tenor de las sanciones". Según la presidenta de FEFE, "el 80% de la factura de una farmacia la componen los medicamentos que se expenden con receta a la Seguridad Social". El resto incluye "medicamentos que no precisan receta, artículos que no son medicamentos que se venden en una farmacia (papillas, leches infantiles, productos de belleza...), medicamentos con receta para clínicas privadas y medicinas que precisan receta que se dan sin ella, que constituyen un porcentaje mínimo".

Además, Vallejo asegura que, muchas veces, cuando los farmacéuticos expenden un medicamento sin receta "lo hacen para solucionar un fallo en el sistema: alguien que necesita una pastilla para un dolor localizado, de muelas, por ejemplo, y no tiene tiempo de ir al seguro, o un paciente con un tratamiento largo al que ese día se le han acabado las medicinas y que llama a su médico para pedir una cita y no le atienden porque comunica...". Esta farmacéutica apela, además, a la "responsabilidad y sentido común de unos profesionales con una carrera de cinco años detrás". Por eso considera "absurdas y desproporcionadas" las sanciones.

Las multas asustan. El Ministerio carece de datos para saber cuántas se han impuesto desde que existen, en 1990, aunque reconoce que "no son muchas". Por eso, Pagés insiste en la importancia de "la concienciación de los pacientes".

Los farmacéuticos consultados tampoco conocen ningún caso en que un compañero haya sido multado por expender medicamentos sin receta. "Pero corre el rumor de que hay un inspector que, como si fuera un cliente, pide un diurético para el que se necesita receta. Si se lo das, te cae el multazo", explica el farmacéutico de Alcorcón.

-¿Pero usted lo ha visto?

-No; en cinco años que llevo aquí no he visto un solo inspector.

Isabel Vallejo, presidenta de la federación de farmacéuticos.
Isabel Vallejo, presidenta de la federación de farmacéuticos.CLAUDIO ÁLVAREZ

Esperando la receta electrónica

UNO DE LOS CASOS concretos más citados por los farmacéuticos españoles a la hora de defenderse de la acusación de expender medicamentos sin receta es el siguiente: "Se trata de enfermos con un tratamiento de larga duración, que, por ejemplo, padecen de hipertensión o de colesterol, y al que, por lo que sea, se le han acabado las pastillas de la caja un día determinado", explica Isabel Vallejo, presidenta de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE). "Y acuden a la farmacia ese día", prosigue Vallejo, "bien porque se les ha olvidado ir al médico o porque han llamado al ambulatorio y no han conseguido cita, y piden su medicina, y son pacientes que necesitan tomarse una determinada dosis. Lo que hacemos normalmente, y seguiremos haciendo, es darle el medicamento. Y pedirle que nos traiga posteriormente la receta". El Ministerio de Sanidad asegura que ya tiene la solución para este problema: la receta electrónica. Por medio de este sistema, que ya está en fase de experimentación en varias comunidades autónomas, como Andalucía, el paciente no necesitará visitar a su médico del seguro cada vez que precise una receta para su mal crónico o de largo tratamiento. Una tarjeta sanitaria nueva para cada paciente de la Seguridad Social con una banda magnética será suficiente para que el farmaceútico, por medio de un ordenador, conozca la historia clínica del enfermo. Los planes del Ministerio de Sanidad pasan por implantar esta novedosa práctica a lo largo de esta legislatura, aunque la fecha aún no es segura.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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