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Columna
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¿Uribe 2?

El presidente colombiano Álvaro Uribe es hoy el máximo candidato para sucederse a sí mismo, en las elecciones de mayo próximo, al que hace unas semanas las encuestas aún daban un estratosférico 75% de aprobación popular. La reelección no sería noticia, si habláramos de Europa, donde los presidentes de éxito suelen repetir, pero sí lo es en América Latina, donde ha reinado una histórica aversión a que los primeros mandatarios se pasen de años.

Colombia fue una excepción relativa hasta la Constitución de 1991 que prohibió totalmente la reelección, que hasta entonces era posible aunque dejando un mandato vacante para que el electorado reposara. Y ahora la Corte Constitucional ha tenido que votar para ratificar una ley que autoriza de nuevo la reelección y esta vez sin periodo de carencia. Los uribistas, por lo menos los que tienen teléfono que es quienes aparecen en las encuestas, aseguran que el segundo mandato es imprescindible para que le dé el rejón de muerte a la guerrilla supuestamente marxista y seguro narcotraficante de las FARC, que lleva 40 años en el monte prometiendo que un día tomará el poder.

Esos partidarios, desde la derecha mucho más dura que pura al centro-derecha convencional, jalean la mejoría en la situación de orden público, la caída del secuestro como negocio, algún repliegue de la guerrilla hacia su madriguera, pero pueden mostrar relativamente poco como prueba de que se aproxima la derrota final de los hombres del viejo de la montaña, el sarmentoso Manuel Marulanda.

Aunque no faltaban colombianos que creían que la Corte se debatía agónicamente para emitir un dictamen, parece que los magistrados no han tenido valor de llevarle la contraria al país telefónico que adora a Uribe, y mucho menos aún, a los 15.000 paramilitares que se desmovilizan sin prisa, a la espera de una amnistía casi universal, como promete la ley de Justicia y Paz, y de quienes nadie, salvo algún asesino raso, conocerá la cárcel, y mucho menos se producirá la extradición de los cabecillas que pide Washington. Si la Corte no hubiera dejado a Uribe que tratara de sucederse a sí mismo, los paras, a buen seguro, habrían amenazado con remover a sangre y fuego todo el país.

La reelección inmediata es como mentar la bicha para gran parte de la oposición, porque si América Latina fue históricamente antireeleccionista era porque enfrentarse a un candidato en el poder valía tanto como ladrar a la Luna. El gobernante podía tirar de presupuesto y desde su posición asegurarse un segundo periodo, y no ya al final de su mandato, sino aplicado a ello desde el primer día.

Ante esta situación, Colombia que es el país más legalista con menos legalidad cumplida de un mar y dos océanos, ha de dar el pase a una ley que se llama de garantías para que los candidatos del común no tengan que presentarse en el mayor desamparo de acceso a los medios, allegamiento de recursos para hacer campaña y demás. Esa ley se halla ahora también en la Corte, y aunque apura el tiempo para que reciba el visto bueno, si los magistrados aprobaron una ley no van a rechazar la otra, y así el presidente tendrá su oportunidad de salvar al país, segunda parte.

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Apenas hablar la Corte, las encuestas buceaban, sin embargo, hasta algo más del 50%, porque de repente Uribe había dejado de ser jefe de Estado para convertirse en candidato; ese porcentaje es aún alto, pero nadie puede garantizar que baste para ganar en primera vuelta y eso parece que abre un mundo de posibilidades, porque en la segunda podría producirse un fenómeno también muy colombiano: el toconuribe: todos contra Uribe.

Y eso, dicen analistas colombianos en Madrid como Antonio Caballero, le daría una oportunidad a algún candidato de la oposición. No, seguramente, hay quien pondera, de la atomizada izquierda como Antonio Navarro, aspirante semitestimonial del Polo Democrático, Gustavo Petro o Carlos Gaviria, líderes de partidillos con más fe que seguidores, y todos ellos muy alejados del centro del país telefónico -que es el que vota- sino alguien que sea la ocurrencia total. ¿Podría ser ese candidato Antanas Mockus, ex alcalde exitoso de Bogotá, catedrático de seriedad transgresora que se casó en una jaula de circo, tecnócrata que dice que le salen las cuentas para cambiar Colombia?

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